sábado, 26 de diciembre de 2015

Sobre ciertas casas, en la poética venezolana


Nuestra casa. Imágenes poéticas venezolanas en diálogo con Bachelard*


Bachelard dedica dos capítulos completos a la casa en su obra ya clásica La poética del espacio. Parte del axioma: “Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa” (B 35**), y se ayuda del topo-análisis que define como “el estudio psicológico sistemático de los parajes de nuestra vida íntima” (B 38). Descubre los significados de la casa desde el estudio de poetas europeos, aplicando claves fenomenológicas, psicoanalíticas y psicológicas. El intento de este ensayo será, en reverbero bachelardiano, acoger las ricas y potentes imágenes de la casa, con sus sentidos plurales, en algunos fragmentos de poetas venezolanos de la segunda mitad del siglo XX.

Comienzo con un texto denso de Rafael Cadenas: “Para mí (…) mi casa sin guarniciones inútiles, resplandeciente en la lengua de boa  de la noche. Un cuarto, una lámpara, un vaso de licor, un lecho y libros. La eternidad sin azoro de incrustaciones. Ninguna agitación innecesaria. Tú y yo (…) ¿Acompañarás mi pobreza? (…) esperaré el advenimiento de mi libertad, sentado sobre un cofre de cartón, en el extremo menos iluminado de la escena” (C 67-68).

Se pone aquí en evidencia la dimensión de intimidad de la casa, de “soledad centrada”. “De despojo en despojo, nos da acceso a lo absoluto del refugio” (B 63). El poeta huye en pensamiento para buscar ese refugio. Un espacio para el reposo, sin agitaciones innecesarias, un ensueño donde descansar (B 43). El cuarto sencillo remite a “la cabaña del ermitaño” (B 63). La mención de la pobreza y la descripción de tal simplicidad evocan lo primitivo de la choza. Puesto al final de sus Cuadernos, el poema de Cadenas tiene una “feliz intensidad de pobreza” (B 63).

Pálmenes Yarza expresa: “Mi casa nace en mí. / Soy su fruto, / su sosiego es mi interior” (Y 159). Ana E. Terán evoca la casa de la infancia personificando esta pobreza, humanizándola como humildad que llega: “Se alaba esta casa visitada por la humildad” (T 105).

La casa sencilla puede ser nido y su techo el cobertor que protege (B 132). Puede ser “una caja de fósforos” (H 39) con su cielo raso como “Edén protector” (H 17). El nido lo fabrican las aves con su  propio cuerpo, y así la casa sencilla se fabrica con el trabajo propio, con la vida entregada, en emigración perenne (B 135, H 39). La casa-nido tiene un valor de retorno, a ella se vuelve siempre (B 133-134, PG 86).

Los “valores de concentración” de la casa se resaltan contra las fuerzas que la acosan: viento y noche. “Cada casa estaba en la noche de los astros” (G 187), “la lengua de boa de la noche” ante la que resplandece la casa (C 67),  dejándonos a merced del viento” al quedar en ruinas la casa (H 40).

Para Gerbasi es la ventana cerrada la que permite la concentración, en abierta antítesis con el universo brillante. “Vengo de las ventanas / para encontrar en la noche / la ventana de mi infancia /  en un dormitorio de paredes encaladas. / Y, allí, solo, un Crucifijo, / iluminado / por una lámpara de aceite (…) / Brilla el universo / mientras mi ventana / permanece cerrada” (G 202-203).

Dormitorio (G 202), aposento (G 79) y cuarto (C 67) son los términos espaciales privilegiados en los que se desarrolla el valor de intimidad.

Entre lo poco del cuarto, resalta la lámpara. La lámpara que vela, que es el ojo de la casa, el signo de una gran espera (B 65-66), eternidad sin azoro, espera de libertad (C 67-68). Lámpara que hace resplandecer la casa. “Tal vez de un rancho, a lo lejos / se abre una luz misteriosa, /  como un ojo de los cerros / que no pudo ahogar la sombra.” (Y 20).  Gerbasi asocia la lámpara a la evocación de una infancia transida de religión popular: “En mi aposento ardía una lámpara de aceite al pie de un Cristo ensangrentado” (G 79, ver  G 202). La espera y la eternidad se hacen místicas, contemplativas, añoranza de trascendencia, de infinito tal vez, desde la corporalidad de esa imagen de Cristo contemplada.

No obstante lo íntimo, Cadenas invita explícitamente al lector a hacer suyo ese cuarto. Es una intimidad que se  comparte. “Los valores de intimidad son tan absorbentes que el lector no lee ya nuestro cuarto: vuelve a ver el suyo” (B 44). Es así que el gesto íntimo se vuelve espectáculo: escena. El poeta elabora “el espectáculo del cuarto familiar” (B 62), y ahí está el personaje: “en el extremo menos iluminado de la escena…” (C 68).

Se anuncia el salto bachelardiano: De la casa concentrada se pasa a la casa expandida. Bachelard denomina ritmo-análisis a esta dialéctica concentración-expansión esencial a la poética de la casa (B 98-99).

Entre los venezolanos, es Palomares quien evoca el origen natural de la casa: “Antes era un lago”. (PR 13). Gustavo Pereira descubre su horizonte de expansión en la naturaleza. Cielo, aguas  y marea vienen a habitar la casa del poeta (B 84). “De vuelta a casa! Otra vez el cielo y las aguas / Nuevamente el movimiento de la marea frente a mi / ventana empañada” (PG 86).

El mismo mar caribeño que Ana Enriqueta Terán humaniza, ahora hecho uno con la casa sin gente: “El mar respira hondo en la casa abandonada” (T 88). Pero también los musgos y la brisa llenan otras casas: “Los musgos te convierten en vertical pradera / y la brisa canta en tus paredes de piedra” (H 17).

En este ejercicio de expansión por el que la biología entra en la casa, ésta se convierte en ser de la naturaleza. Se extiende a los animales y a las plantas que la circundan: “Mi casa estaba sola en medio de los tamarindos y las palmas” (G 80). “Casa mía, casa nuestra (…) / en novia con su gajo de caña dulce / su pie desnudo, degollado sobre el césped floral” (T 87). “Y abre la casa de mis días mejores a la danza ígnea de la siega. / Y se congregan en mí las estaciones”. (Y 190)

El patio es la puerta más expedita para esta ampliación. Alejandro Oliveros (O 39) evoca los cítricos del patio de la casa que “estuvieron más amarillos y jugosos”;  y describe: “Un viento liviano mece las ramas / del limonero y caen sus hojas… /Este patio. Aquél” (O 13). Gerbasi dedica todo un poema al patio. “Bajo los naranjos oscuros de avisperos (…) Junto a un perro quieto como un pedestal (…) / La ropa tendida se levantaba en el viento (…) / Yo iba a visitar la vaca / y la veía acostarse en la penumbra / como en el hechizo de un eclipse” (G 126-127). Y no es el único de sus poemas en que traiga a cuento la imagen del patio junto a la casa: “¿Aún existen los naranjos / que plantó mi padre en el patio de la casa?” (G 76). “En los patios caen chorros grises de granos de café / y su rumor es el rumor de la tarde” (G 84). En torno al patio se ven los corredores alejándose solitarios con sus  pilares blancos (G 126, 202). Junto al patio recuerda el poeta los lirios, “la vasta penumbra de las calas / los mecedores en el umbral” (O 13).

Además del patio, y entre los ámbitos de expansión y jugueteo de la casa con la naturaleza, es curiosa, casi inédita, la mención del aljibe. En ambientes áridos el aljibe es lo primero, lo que da certeza de existencia a la casa, es agua que la sustenta. Hernández, refiriéndose a la casa del abuelo, relata: “Para hacerla fue tres veces a Cuba. / Primero construyó el aljibe (…) / La casa creció poco a poco / como las ceibas. / Las vacas y las gallinas (…) / El chiquero con el cochino (…) / Y sobre la bodega / el granero…” (H 39).

Ventana, paredes y calles permiten seguir expandiendo (explícitamente: alargando) la casa: “La oscura ventana / las paredes las calles  / por el silente grifo / alarga quieta mi casa” (O 12).

Puerta (T 75), ventanas y paredes (O 12), escalera (H 17), cielo raso (H 17) y tejas (G 126), granero-bodega (sótano-cielo) (H 39), aljibe (H 39), corredores (G 202), umbral (O 13) y patio –con sus árboles- (G 76, 84, 126-127, 188; T 105; O 13, 39), nos van llevando progresivamente a la mayor expansión tanto vertical como horizontal, a la casa universo.

Tal es la expansión que se produce, que el espacio para la intimidad llega a ser el bosque mismo: “Con mi soledad te espero en el bosque” (G 11); pero este es ya un límite para este ensayo: cuando la casa deja de ser casa para ser bosque. Lo nuestro son las casas que aún son casas.

Si no es fácil establecer los límites en cuanto a la expansión horizontal de la casa, tampoco lo es en su dimensión de verticalidad. En la poesía que estudia Bachelard, las casas “aspiran  a una levedad aérea”. Es como si los espacios que amamos no quisieran quedarse encerrados, y es entonces que la casa se desplaza.  “La casa conquista su parte de cielo”. Se hace universo, casa cósmica (B 84-85).

De humo etéreo la casa / se elevará en el silencio / con la palabra de gracia / y seré un jardín sin tiempo” (Y 143). Se comienza de peldaño en peldaño: “seguiremos los peldaños hacia el Edén protector de tu cielo raso.” (H 17) Pero pronto el cielo raso se hace cielo (Benedetti dixit). Gerbasi y Terán sueñan así la casa, volando, meciéndose (así, más caribeña, como en un chinchorro entre palmeras): “Mi casa volaba / con las palmeras, / allá por las nubes / de un día sin fin”. (G 211) “Que los trigos mecían blandamente la casa” (T 46).

Más atrevido y original, y hasta con tonos existencialistas, se muestra Ramón Palomares: la imagina con su dimensión de verticalidad, también en expansión, hacia lo alto, hacia lo infinito, pero agregando la dimensión de huida, de distancia, casa de sueños que se nos escapa: “Toda removida la casa. / Desprendiéndose de la tierra, / subiendo, con alas, con vuelo… / Allí la casa. Allí, huida (...) / La casa se fugaba / porque la casa era para no tenernos (…) / Huye. Arrancada (…) / Llevada como un palio en lo alto (…) / Se va la casa. Huye. / No estará más asentada en la tierra (...) / (…) la casa que huye / como un esplendor hacia otras noches” (PR 12-15).

La casa está ligada al hacer humano, desde la construcción de la misma, hasta los cuidados mediante los que se le conserva la vida (B 100-101). Los cuidados caseros devuelven a la casa su frescura original (B 102). Pero la casa no está sólo ligada al hacer. Aquí se encuentra un matiz, una distancia  importante en nuestra poesía. Nuestro hacer, el hacer venezolano, es relacional. La casa venezolana es soñada por los poetas como casa vital, de actividades, sí, pero más: de relaciones sin fin. Hacer y relación son inseparables. “Mis familiares en diálogos sobre frutos (…) / Tejían, trasegaban café en sacos ásperos, / revisaban sueños / agregaban tejas a la casa (…)  / mataban escarabajos, / se detenían a mirar los crepúsculos…” (G 126). “…el horno donde mi madre hacía el pan / y doradas roscas con azúcar y canela?” (G 76). “Se alaba esta casa plena de recursos solares: se hace el pan. / Se hacen manteles, sábanas. La mesa servida (…) / Se ausculta el cielo: hombres que conversan debajo de los árboles…” (T 105). El hacer está ligado a “familiares”, “madres”, “hombres”… y está ligado a la palabra que pronuncian: diálogos y conversas.

La casa venezolana es una casa habitada por gentes: “Las mismas gentes  y la casa” (PG 145). “Ellas [mis hermanas] movieron mis juguetes entre girasoles, / elevaron cometas / sobre casas de colores” (G 184). “Encontré mis parientes en una casa de paredes simples  (G 126). “…en las casas / estaban el esposo y la esposa / sentados a la sombra de un granado” (G 188). “En esa casa nacieron mi madre y mis tíos / En ella nacieron mis hermanos / Allí nací yo” (H 39).

Y entre las gentes vivas, entre el pueblo, también hay voces y espantos. Voces de vida, y voces que expresan los miedos infantiles: “Voces oscuras reunidas en los corredores (…) / rumores de cielo raso (…) /  las brujas (…) / el jinete sin cabeza” (G 79-80); voces de los habitantes idos que aún permanecen: el aljibe “seguirá guardando los rostros en el agua” (H 17); “mientras el gris de las paredes / transparenta sombras / y voces familiares” (O 28).

La casa es un personaje más –materno en este caso- con quien el poeta conversa y con quien evoca otros seres: “En su vientre nos ocultábamos” (H 37), “Preñada de voces infantiles te conservas…” (H 17). Terán la sueña como mujer, como “novia con su gajo de caña dulce” y su “pie descalzo” (T 87). Es la casa que crece como las ceibas (H 39). Tan personaje es, que Armando Hernández se toma la libertad de hablar con ella, se le dirige en segunda persona: “Debes estar allí / librando con el tiempo una guerra perdida de antemano” (H 17). E igualmente hace Palomares, espetándole: “No permanecerías más, casa. / No tendrías más tus horcones en tierra…” (PR 12).

Especialmente sensibles son los poetas venezolanos a las ruinas de la casa que apenas Bachelard insinúa como “casa perdida”, “disuelta en las aguas del pasado” (B 88). Más fuerte y existencial es la imagen que recoge de Rilke: “Toda rota y repartida en mí” (B 89). Así aparece, con esta fuerza poderosa, entre los poetas venezolanos: “Las paredes de mi casa tienen ahora corrosiones” (G  184). “Oscuros jabillos sepultan / la vieja casona. Un follaje breve / tapa las ventanas: enredaderas / sin flores y trinitarias” (O 22). “Probablemente no estás, o seas sólo un montón de riscos y tea” (H 17). “Se quedó sola poco a poco” (H 40). “Hay una casa vacía que no espera a nadie” (PG 203). “El mar respira hondo en la casa abandonada” (T 88). Incluso como decisión consciente de abandono: “Abandono este casa, su cuidado  / arranco de la sombra el pacto incierto, / dejo aquí mi candor:  mi perro muerto, / entrego al fuego todo lo sagrado” (Y 174). O con los tonos existenciales rilkeanos: “O se caiga  a pedazos / y con ellos se nos destrocen los recuerdos / y se nos sequen las raíces dejándonos a merced del viento” (H 40). “Nos encontrarás en sus piedras” (H 40). “Ay que no tengo un patio para asolearme, / que no tengo un cuarto, / que no tengo ni una ventana” (PR 48).

Además de la corrosión física, a la casa le caben habitantes sin nombre, para quienes “mi casa” es sólo una verbalización de la propiedad. Al simple sueño de propietario lo cataloga Bachelard como “onirismo de corto alcance” (B 93). Los poetas venezolanos lo denigran como  corrosión ética. Hernández denuncia el modelo capitalista que pretende hacer de la casa pura propiedad: “Siempre hay alguien que dice - este agujero donde vivían los búhos es mío (…) / Vampiros que pretenden comprarnos el alma / en nombre de una religión cuantificadora que no entendemos” (H 17).  El mismo sentimiento refleja Ana Terán: “Compraron la casa, el árbol mío, muros, ladrillos, / puertas de cedro”. Si Ana E. se refiere a la casa como mía, es con un sentido bien diverso a la propiedad que se compra y vende. El “mi casa” de Terán es una expresión entrañable y colectiva –nuestra casa-, como la de quien se refiere a lo más querido de la propia vida (T 86-87).

Seguramente se podría transitar por otras sendas, evocar el valor del rancho, de la casa frágil, de la casa hospitalaria, o atinar a pronunciar el amor entre cortinas, o soñar con palacios extensos… Se podría preguntar por la casa del mundo urbano popular, por el hombre sin casa, sin arraigo, por la mujer que se afirma en la casa propia, sendas éstas apenas insinuadas en el presente ensayo. Pero baste con estos apuntes lúdicos para indicar el tema. A otros, con afán más sistematizador, dejo la tarea de desentrañar misterios. Yo me quedo en casa.



* Los textos a los que se hace referencia en el ensayo son: BACHELARD Gastón, La poética del espacio, Fondo Cultura Económica, Bogotá 1993; CADENAS Rafael, Los cuadernos del destierro, Monte Ávila, Caracas 2001; GERBASI Vicente, Antología poética, Monte Ávila, Caracas 2004 - Poemas: En el bosque (Vigilia del náufrago, 1937), La paredes de mi casa, La casa de mi infancia, Te amo infancia, Canoabo (Los espacios cálidos, 1952), El patio (Por arte de sol, 1958) y Simón Rodríguez en Túquerres (Retumba como un sótano del cielo, 1977), Ventana (Los colores ocultos, 1985), Un día muy distante (Una día muy distante, 1988); HERNÁNDEZ Q. Armando, Cantos Alisios, El Llano, Los Teques - Poemas: La casa, La casa de Nicolás Piloto. OLIVEROS Alejandro, El sonido de la casa, Monte Ávila, Caracas 1983 –Poemas: II, III, XII y XVIII (Espacios, 1974), Bejuma (Nuevos poemas); PALOMARES Ramón, Antología poética, Monte Ávila, Caracas 2004 - Poemas: La casa (El reino, 1958), En el patio, Abandonado (Paisano, 1964); PEREIRA Gustavo, Poesía selecta, Monte Ávila, Caracas 2004 -Poemas: A casa! (El libro de los Somaris, 1974), Regreso al hogar (La fiesta sigue, 1992); Memorial de la casa vacía (Oficio de partir, 1999); TERÁN Ana Enriqueta, Antología poética, Monte Ávila, Caracas 2005 – Poemas: Junio (Presencia terrena, 1949), Recados al hermano mayor, Queja y nostalgia del propio canto (Música con pie de salmo, 1952-1964), Se alaba esta casa (Libro de los oficios, 1967). YARZA Pálmenes, Antología Poética, Monte Ávila, Caracas 2004 – Poemas: Nocturno (Espirales, 1942), Un día seré, Reiteraciones, Abandono esta casa (Memoria residual, 1994), ¿En dónde estoy? (Expresiones, 2002). 

** Por razones de espacio se abrevian las citas con la inicial del primer apellido de los autores y la página del libro.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Sobre Wafi Salih, El Dios de las dunas

HIJA DE AGAR


La encontró el Ángel de Yhvh
junto a una fuente de agua en el desierto,
y dijo: ¿de dónde vienes y a dónde vas?
Gn 16,7-8


Con el poemario El Dios de las dunas agotado, no me resisto al intento de proponer algunas claves para su lectura, consciente de mi acercamiento fragmentado -limitado por tanto- a su texto.

Guían esta propuesta los versos de la Torah hebrea que preludia el ensayo y este otro fragmento, tomado del poemario de Wafi Salih:

Drusa por toda la tierra, cargo el peso de otra que soy, perdida para siempre en el estanque de lágrimas, hacia mí en el espejo. Infierno celeste, proyecta un abismo de ángeles.

De aquí que divida mi ensayo en tres partes principales: a) hija de Agar, b)  oasis-estanque-de-lágrimas y c) preguntas.

Es atrevido este ejercicio, por cuanto desplazo el sujeto de los poemas propuesto en el título, del Dios de las dunas, hacia la hija de Agar. Asumo el atrevimiento.

Hija de Agar

Drusa por toda la tierra es un modo de ser, ser cargando el peso, ser perdida. Como Agar, hija de Agar, expulsada, errante entre las dunas, distanciada de una tierra que se le negó, abocada al mundo.

El texto poético, en primera persona, se despliega tras una identidad que se reconoce entre gemidos y lamentos, desconocimiento, ensimismamiento y captura a tientas.

Una raza gime en mi nacimiento… Nativa de un país mío y desconocido. 

Ceñida a los rituales de un país sin lugar en los ojos, a tientas capturo su heredad, presente desde siempre en la mártir voluntad de los lamentos. Intemporal, telúrica, ensimismada, hija de Agar, esclava y princesa...

Princesa también. Investigaciones recientes en torno a los relatos antiguos de la Torah, apuntan a nuevas lecturas de esos textos en las que se pone de manifiesto el liderazgo de Agar entre su pueblo.

Savina J. Teubal (1997) postula una sociedad matriarcal en el Antiguo Cercano Oriente, dedicado al culto de Diosas como Inanna en Mesopotamia, Isis en Egipto y en Canaán. La designación de Agar como egipcia debe considerarse en el contexto de la historia de Egipto, donde las mujeres disfrutaron "igualdad jurídica notable" en su mayor parte. La experiencia de Agar en el desierto junto al oasis sería una experiencia referida a la adoración de "El-roi", una deidad del desierto, y a la institución de un Matriarcado del desierto. Teubal sugiere que Agar era sacerdotisa, e incluso hija de faraón.

Esclava y princesa, por tanto. Dualidad del ser.

¿Oasis?

La poeta proclama la pregunta de Agar, la pregunta desde su experiencia de arrojamiento, de ser arrojada. ¿Quién es este Dios del  padre Abraham que expulsa al desvalido? ¿Qué hace este Dios adormecido en su reino celeste? ¿Cuánta muerte y desolación se esconde en su cuerpo? ¿Ya no recibe, ni mucho menos responde, las cartas de sus fieles?

“Hashem es Dios”, “Ala es Dios”, “Jesús es Dios”, siglo tras siglo, deseo sin cuerpo, en el  letárgico zafiro del cielo. La fe, esa maldición.

¿Cuántas cimas se abisman en tu nombre? ¿Cuantas tumbas hay en el pecho de Dios?

Rota la oración donde la muerte, pesadilla  en los restos de la noche, desprende una carta escrita ¿para quién?

Noche en dos pedazos, Dios mutilado por su distancia.

No obstante, el Ángel del Dios encuentra a Agar junto a la fuente. ¿De qué ángeles y dioses se trata en los poemas? ¿qué dioses la arrojan o qué ángeles la encuentran?

El oasis, fuente de agua, es un espejo en el que Agar mira su dolor. El agua del desierto, con frecuencia salvadora, es aquí abismo e infierno, muerte del primer Dios abrahámico quien la arrojó de las seguridades familiares al peregrinaje de las dunas. Son ahora Ángeles de la duda, parpadeo de astros, proyecciones celestes en el abismo, convertidas en infierno. El agua del oasis se confunde con la lágrima.

Perdida para siempre en el estanque de lágrimas, hacia mí en el espejo. Infierno celeste, proyecta un abismo de ángeles.

Febrero. Espejo interminable me precipita en el íntimo desvarío de mi sombra. Condenada, la imagen me refleja el parpadeo inagotable de un astro. Lo vivido moja sin parar una hilera de fósforos.

¡Herida de estar aquí!, invisible, vuelta a mí, fatigo el discurso del aire, la imposible risa en la ola elástica de sus lágrimas, donde disputan los perros los restos de la noche.

El Ángel que encuentra a Agar entre la dunas, en el texto de Génesis es Ángel-mensajero del Dios que ve (El-Roí), es Otro. La poeta lo percibe tan solo entre tinieblas. El poema Ángel lo expresa diáfanamente: país perdido, parte de mí que ya se ha ido. Secreto incendio, cielo inexistente, noche tendida…. Son los lugares del Dios de las dunas.

Ángel, en la longitud del cansancio
Ángel, país perdido en los volcanes
apagados de la paciencia

Ángel
Bautizo otra parte de mí
que ya se ha ido

Ángel
Dos lugares en una misma hora

Esqueleto del viento
contra el espejo del aire
secreto incendio
del pueblo donde el cielo no existe

Ángel
Hoy en las calles no hay piedras
sino noches tendidas

¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? ¿Dónde resides?

Desde tal oscuridad, es como si el Ángel preguntara. La hija de Agar responde.

Vengo de la desolación, morada de un ángel desprendido del nombre, mi juventud en otra que soy.

Va hacia ninguna parte. Queda detenida. Su ser llamado al vuelo, su ser de alas, es constreñido en la inmovilidad.

Hacia ninguna parte la vida se ha ido. Un amor negado por la muerte. ¿Quién sino tú, Adbel, en la bóveda del aire, avanza en mi centro detenida?

Dobla las ánforas de una ciudad / prolongada / de alas  / inamovibles.

El niño que fui no ha cesado.  Me enseñó el hálito fijo, la duración en el aire, súbito brote de lo oscuro entre la mirada y la forma. El puente del vuelo encontró su origen.

O tal vez gira y gira, inestabilidad de la casa-tienda del desierto: astro permanente, en órbita incesante.

Ensayo un lugar bajo el sol. La desposesión me reconoce de este estaño sumergido en tu acento de órbita incesante.

Mi casa, una tienda en cualquier sitio // Corazón de astro permanente / en su abandono.

Apuntes formales

El estilo de estos poemas recuerdan en algo a Ramos Sucre, del que la poeta respira su atmósfera. El mínimo uso del que, el yo como sujeto, son indicaciones formales, entre otras, de este espacio común. Es un asunto ya tocado con amplitud en otros ensayos sobre este poemario de Wafi.

Se descubre en los textos, no obstante, cierta evolución y diversidad. Evolución hacia algunas formas más concentradas que surgirán con toda fuerza en los haikus posteriores y, en relación con el tema nuclear del poemario, en Con el índice de una lágrima. Así sucede –me refiero a la tendencia minimalista-  en el poema Ángel, o Mi casa, una tienda en cualquier sitio.

Los tópicos comunes al poemario Con el índice de una lágrima

Se descubre en ambos textos la mención de:
a) el país, la familia, la raíz;
b) el sufrimiento, el dolor de la tierra, la violencia;
c) el oasis, espejo, lágrima;
d) la presencia-ausencia espiritual: el Dios de las dunas, el abismo de ángeles, el infierno.

Puede verse mi ensayo Viaje del corazón y comparar con lo que antecede para evidenciar estos paralelismos.

Detallo otro aspecto más, la presencia del aquí y allá, mostrando un par de textos de El Dios de las dunas. Lo cotidiano del café, o el paso de unas hormigas en el presente y el aquí, conduce lejos, a la memoria del allá, de la infancia. Sidón desolado, señala la ausencia de un yo lejano, sufriente, casi fantasmal.

Sólo comienzo en lo infinitamente interminable. Nada tiene lugar mientras enfrío una taza de café sobre la mesa. Y leo tu infancia en el paso trepidante de las hormigas, paraíso fantasmal de luz espinada como una blasfemia.

Sidón. Pueblo de huesos sin cuerpo, sepulta la raíz del aire, el vértigo de la desolación. Hay algo en ti señalando un lugar ausente ¿Seré yo doliéndome en tus calles?

Y hasta aquí llego con mis apuntes, en los que he tratado de recoger algunos rasgos sustantivos de El Dios de las dunas, con la apuesta a una nueva edición que nos permita recrearnos y recrear, en proceso hermenéutico permanente, estos hermosos y profundos textos.


Referencia: Savina J. Teubal (1997), Ancient Sisterhood: The Lost Traditions of Hagar and Sarah. Athens, Ohio: Swallow Press/Ohio University Press.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Sobre Marissa Arroyal, Guaraira Repano


Es un libro contemplativo, casi místico. A semejanza de los haikus orientales, liberada la forma, las palabras poéticas fijan su acento en la montaña. Doce veces se nombra en estos 70 poemas breves. Y la montaña es fuerza, es un verde, es hogar que a nadie exilia. Mas de repente echa a volar.
El verde-paisaje se hace hierba, pastizal, hoja tierna, trébol, helecho, espiga, tallo, caña, cañaveral, bambú. Se hace árbol: mango, eucalipto, araguaney… árbol ensimismado.
Se vuelve flor: rosa del Ávila, azucena… pétalo amarillo, jardín… y luego fruto.
El árbol vierte su agua. El árbol-montaña es ahora piedra de agua, corazón de agua, rumor de cascadas, cristalino torrente, río, oasis, agua mansa, gota de rocío, escarcha…
Y la luna se mira en estas aguas, el río es espejo del cielo; estrellas, constelaciones y Vía Láctea rondan la montaña. La montaña es pozo del paraíso. Cosmos aquí. Tan cerca.
Como en toda búsqueda contemplativa, la propuesta estética de Marissa asoma una ética. Es la ética de la montaña. Sermón de la montaña, verde derramado sobre la ciudad, facilidad de la entrega, darse entero del árbol, campana que despierta al pueblo, índice que señala… Corazón de amor que la montaña ofrenda.

Hogar del caminante, que puede aspirar ahora el olor de la tierra, que puede respirar meciéndose en el viento. Invitación al camino sin fardos ni equipajes.

domingo, 18 de octubre de 2015

Cuerpo-casa-ciudad y otros amores

Con Daniela Saidman, Omer Machado y Ángel Malavé.

Tres obras poéticas breves tengo en mis manos. Las tres de autores venezolanos contemporáneos (de oriente a occidente: Daniela de Bolívar-Ángel de Oriente y Caracas-Omer de Maracaibo y el Centro). Comienzo por llamar la atención sobre sus títulos con algunas simetrías. Casa-ciudad-América, una y la misma cosa. Amores y cafés. De temáticas comunes. De experiencias vitales. De humanidad transida de paisaje venezolano de inicios del XXI. Éstas son:
·         América y otros cafés. Daniela Saidman. El perro y la rana. Colección Breves. 2007. 72 pp.
·         Ciudad en que muero y otros amores.Omer Machado. La campana Sumergida. 2005. 68 pp.
·         La casa y otros amores. Ángel Malavé. El perro y la rana. Colección Cada día un libro. 2006. 60 pp.
El cuerpo es el lugar privilegiado de Daniela: cabello, espalda, hebras, manos, dedos, oídos, rostro, humedades, poros, ojos, lágrimas, boca, entrañas, sangre, labios, pies, respiración, suspiro, sombra, sexo… Mas el cuerpo es América-américa, con la ambivalencia de quien pronuncia un Nombre, una Patria. “Sin nombre y sin América me desdibujo / desnuda entre las sábanas…” (11) “Noción de patria / es tu cuerpo mi cuerpo sediento / américa en minúscula… (32).
La ciudad es el topos de Omer: calles, esquinas, autobuses, ascensores, metro, vagones, balcones, tascas, celulares, fiestas, colillas, cervezas, vidrieras, proyectiles, azoteas, soledades, alcobas… Mas la ciudad es cuerpo, de amor y de muerte. “Navegaré tu cuerpo en la aventura” (29). “Ciudad adentro; / Muerte aguarda en primera fila… / Bebo la baba de Dios” (43). “De tanto morir y morir / Se me pegan las malas mañas” (45).
La casa es el locus de Ángel: solares, árboles, flores y  pájaros, mecedoras,  techos y lluvias, albercas, ventanas, cuarto, paredes y llaves. Mas “La casa es sólo un recuerdo” (18), y es pensión en la ciudad (28) y también cuerpo multiplicado y amado (31) desprendido en medio de la música urbana (42). Es la hora en que la casa habita en el corazón de los solitarios de la noche, en las embarcaciones de los pescadores, en los rostros de los transeúntes, en las luchas de los imprescindibles… (13).
Cuerpo-casa-ciudad-América-Galaxia: lugares para el amor y para la vida, con su muerte tan querida y su café… Diferentes modos de contar lo que somos y vivimos. Con bellos lenguajes, con experiencias propias, que nos resultan tan cercanas.
Daniela es voz de mujer, evocación de su juvenil cabello largo sobre la espalda y las tijeras mutiladoras, desnudez, roces, cuerpo total, sensualidad plena, erotismo. Cuerpo de mujer comprometido, dispuesto al roce y a la bala (14). La taza y el café, es metáfora amorosa que puebla el poemario: Taza humedecida que espera más que sólo recuerdos y nostalgias (12). Café en mitad de la noche (18). Mañana-mordaza del café, taza sin signos ni borra, mediodía de taza vacía (22; 30).  La mañana que se cuela en el café (61): el agua hervida va con mañana y todo a ser colada; se perdió el café con tanta mañana mezclada, parece decir… evoca “cruz de navajas” moja sus ganas en el café, magdalenas con sexo convexo…. es el café que apaga; no el café de la noche, con sexo despierto y café disuelto en el insomnio (33). Benedetti ronda el poemario. En Noción de Patria, Intitulado III, Espejos, Tedio, entre otros, deja su marca.
Omer estructura su poemario en torno al amor y la muerte en la ciudad. Amor que se expresa en metáforas marinas: “piratas de ahora” (23), “navegaré tu cuerpo” (29), “una hamaca es un barco / Y una cama el océano” (35), “tripular tus naves y tus costas” (39); pero sobretodo amor “vagando en sepulturas”, amor “ de un autobús”, “amor de las esquinas (15), amor “de las tascas de la ciudad incesante” (21): “Vengan amores, los invito / Beban conmigo los días de mi ciudad” (15); amor “de dos” (33), amor -finalmente- a la misma ciudad:“dile a mi ciudad que hoy la espero para embriagarnos” (25). Muerte “a cada instante” (17) “…beben mis huesos santos adoradores”, “Sin embargo ese cadáver / …se arrima a la fiesta” (41); muerte de Dios en la ciudad: “La muerte toma su siesta. / El dulce sepelio de Dios” (47); ciudad-muerte: “ciudad que celebra sus difuntos” (57), “ciudad que ya no espanta” (59); “entrañas de la ciudad… zona de la muerte” (55). Amor y muerte en la ciudad: “En la piel de la calle: amamos y morimos” (55).
Ángel divide su obra en tres capítulos: casa amada – mujer amada – otros amores. La añoranza de la casa es el eje primero. Comienza preguntando: “dónde estás casa” (11); “la casa es sólo un recuerdo” (18), “figura de la abuela” (17); desde la ciudad que habita (22), la calle es la nueva casa (25). En la segunda parte el nuevo hábitat es el cuerpo de la mujer amada, multiplicada en mil colores (31), calor, luz (34) y fuego (38), cercanía que reconstruye (35). Es el nuevo espacio vital: “permanecí a tu lado” (38). Es un nuevo arraigo: “Lo que no podrá desprenderse de mí / es la mirada de esa muchacha” (44). En el último capítulo expande sus amores: ciudad, río, 950 km, la barra (encuentro del Orinoco con el mar): “Este mar lleno de misterios” (53).
Tres hermosos poemarios contemporáneos. Tres miradas amorosas. Desde la cotidianidad de las propias vivencias. Casa-café-cuerpos, ciudad-calles-cuerpos, mares-mundo-galaxias-cuerpos. Vida y muerte. Tan humanas.



martes, 29 de septiembre de 2015

Sobre Palomares, El vientecito suave....

Ramón Palomares. El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas

 “Detente, cierzo muerto,
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores”.
San Juan de la Cruz. Cántico Espiritual

“El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas” (1969), de Ramón Palomares, es una obra poética en diálogo con el texto bíblico de “El Cantar de los Cantares”, proposición que he podido desarrollar en un ensayo anterior. Aquí presento, en un escrito más breve, esta obra fundamental, aunque poco divulgada, del autor andino. Sin perder la fuerza de lo local, en imágenes y lengua vivas, Palomares desborda la andinidad en una palabra de amor universal.

Agua y fuego: el cosmos y el amor
El amor se expresa en el poema a través de dos elementos cósmicos: el agua y el fuego.
Agua y Fuente son origen del amor. Agua viva y corriente: amor que se da, amor activo, dinámico. Transparencia y nobleza del amor.Has tomado mi carne / y respondió mi Fuente (4). Que podría ser si no / tu pequeña corriente (2; ver 3, 5)
El fuego simboliza el deseo de los amados, la pasión del encuentro. Terrible en la ausencia, y más terrible en la presencia, hasta punto de prenderse, de incendiarse los cuerpos.Y cómo sabe hablar tu fuego (6). Qué terrible es tu boca que me ha dejado huérfana de fuego (10).Y yo prendí tu llama Y se prendieron tu boca y tu cara (4; ver 5,9). El fuego es casi un exceso. Hasta el clamor por ser apagado. Apágame (4). Palomares lo asocia a lo divino en el amor que trasciende; amor hecho rosa, Pájaro: Arde Arde entre las rosas Pájaro divino (8).

Paisaje y naturaleza
Aparece el jardín, lleno de flores, como ambiente natural del amor. Ya las rosas han cuajado sus nácares / se han revelado los jazminales las margaritas / están levantando (1); Te traeré un huerto (7); jardín y huerto nuevo (14, ver 4,5).
Naturaleza humanizada, que toma la palabra, música y verso.La música de las hojas al volar / los versos que dicen la berbería y el / lirio y la madreselva y la cayena (1)
En otros momentos el jardín y la flor se transfiguran, se convierten en amantes: amor ofrecido y amor deseado.Ven jazmín Allégate a mí (4). Al entrar en tus bosques (5). Me llaman el Señor de las Flores (8); entre tus lirios (10).

Olores, sabores, colores y músicas: magia del amor
Y de la naturaleza, pasaa los cuerpos, a la dimensión somática del amor, a su matriz sensitiva. El hablar del cuerpo evoca la lógica de los sentidos: oler, saborear, ver, mirar, escuchar voces y música.
El amor es olores, piel, aire, polen, bálsamos, árboles, talco… (1). Aromas de los campos, del entorno, pero sobre todo casa de aromas, casa del Amor. La nariz se vuelve instrumento de delicia.Llamas blancas que entran por las aletas / de la blanda nariz Aromas porque la casa / del Amor es la casa de los aromas (1).
El cuerpo de la amada es fruto de buen olor, Casa del amor; como casa perfumada ha sido creado.Pero no acabes mi casa sin aromas, Tejedor (6). Con mi cuerpo aromado /…/ se durmió El Cielo (13). Sí, Vendrás / A este… fruto biencriado y / bienoliente (14). Casa-huerto de aromas, perfumes que se ofrecen y que son aspirados. Y aspiré el perfume (13).
Se agregan los sabores: licor y embriagamiento, cereza y mieles. Baja el licor y encanta / con tan finos ardores (1). Yo me embriagué nombrándote (8). Con mi sombra embriagada / se durmió El Cielo (13). Con aire de mieles te contaré (14). Querido / Amado / Bebedor (4). El licor que tú bebes / Licor de Copas Floridas / en tu boca sabe con sabor de cereza (8). Ven Bebe de mí (14).
La luz se relaciona con la transparencia de velos y telas que cubren el cuerpo amado.Y la luz que discurría entre ligerísimos velos (14, ver 3).
Los colores, reflejo de luz, surgen en Vientecito radiantes en la naturaleza.Las margaritas están levantando / con mucho oro y mucho diente de blancor (1; ver 4). Brillo y esplendor están en los amados, aunque en peligro de distanciamiento. Pero tu brillo y mi esplendor se alejan (9).
Amor en canciones, en versos, en conversaciones. Se invita  a afinar el oído para escucharlas en la naturaleza. Son versos que dice el lirio, que proclaman las flores.Canciones de flores música de hojas (1).  Afina el oído Que las ramas conversan (4). Amor en la voz del amado que enamora. Es el sonido de la carne, palabra en el cuerpo del amado. Óyeme y no temas (11). Mis oídos Escuchaban el / sonido de la carne (13). Y te diré con lengua de música (14, ver 2,6, 7, 8).

Hermosura y juego de miradas                                      
La belleza de los amados se contempla. Casi se narra, en metáforas, en recorrido de miradas por los cuerpos. Cadera-lluvia, ventiscas entre las tetas (6), rostro-lluvia, garganta-sueños (8). Tu sonrisa más poderosa que tu bondad (5). Las piedras preciosas son adornos que engalanan y acrecientan la belleza.Todos con / sortijas y piedras (3). Belleza que se evoca como memoria y que al ser recordada se transforma en esperanza más plena.Y un bello recuerdo pero con la belleza de lo que aún no se ha vivido y disfrutado y nos espera (14).
Amor: juego de miradas.Los amantes solicitan ser vistos.Amor Amor Mira (1). En los umbrales estaré Fíjate (2). Vuelve la vista y Mírame (8). O promueven la auto-contemplación.Mírate Mírate sobre el lecho (5).Una mirada de amor cautiva, subyuga, Con los ojos perdidos en el placer (13).

Toque y suavidad
La hermosura de los amados no se reconoce sólo por la mirada. Todos los sentidos la perciben, el tacto la encuentra suave y delicada.Ah delicadeza Ah transparencia (3). Qué hermoso Qué suave y reposado y brioso a la vez! (6). Las acciones de tocar, recorrer, desnudar… están presentes. La mano y la piel aproximan los cuerpos.Y todas las ternezas que tocan la piel (1). Tocaré tu seda (2). Has tomado mi carne (4). Y al bajar con mis manos desde tu garganta (8). Corre las manos entre su talle Desnúdalos (12).

Danza, corriente: movimientos del amor
Movilidad que expresa libertad y gozo, erotismo y plenitud de la relación amorosa. Movimiento ágil, salto, vuelo, modelaje del cuerpo, naturaleza en movimiento: enredaderas, corriente, viajes, caídas, remonte.
Saltaría sobre ti / Que podría ser si no / tu pequeña corriente (2). Las arenas te modelaban… y alrededor una tras otra entreveradas enredaderas Las / muelles y frescas Todas trepadoras / Te hicieron como una corriente… cómo las levantaron / hasta el cielo? (3). Volábamos por el seno de unos árboles / una y otra y otra boca… rodeados por una / sola cabellera (4). Delgadas aletas del postigo se mecían (6). Una lluvia en el lado de mis caderas Una ventisca por mis tetas (6). Sombrearon mi tierra con viajes de los ríos / Remansos y caídas violentas de aguas me pusieron (7). Tienes un sendero de ladrillos… seguía el camino por donde…  ibas protegida del cielo (8). Y vives tú, Amada, como una corriente / que desciende y desciende (12), remontando arriba de las nubes Arriba (13). Y la corriente que vivía sobre / nosotros… Si nube o corriente / del mar (14).
Los sentidos se entremezclan y son transfigurados en la seducción. Las imágenes son sinfónicas, se interconectan. Las imágenes sensoriales: oír, tocar, oler, gustar son una sola melodía de amor. Confluyen en un sentido total. El aroma está unido al sabor; y es así que el perfume se bebe, se toma, hasta embriagarse. Bebe el mejor de mis perfumes (4). Y me dijo El Aroma /… / Ven / Toma el perfume (4). Por las aletas de la nariz más que aroma / sabor y aroma… Cuerpo aromado sombra embriagada (13).
Sabor y tacto, y sensualidad. Sabor para la boca, para la lengua, el paladar y los labios; para los besos. Dulzura y delicia de sabor.Y con besos me despierto (1). Y se prendieron tu boca y tu cara (4). Acerquemos nuestros besos (9). Y sin perder… ni aéreo besar ni forcejeo (13). Dulzura llamaré al lado de tu alma (8).
Oído, tacto y olor. Sabor, aroma y movimiento.Mis oídos en su delicado punto y sin perder roce ni música… / Y aspiré el perfume… / Por las aletas de la nariz más que aroma Sabor y aroma… y movimiento (13).

El sexo y el carácter lúdico del texto
Palomares se refiere al encuentro sexual como entrada a los bosques, camino entre flores, arbustos, hierba y lianas. La mención del aceite sugiere la lubricidad de los órganos sexuales. El encuentro amoroso es visto en su dimensión salvaje, duélica, agónica; el amor es visto como pelea.Al entrar en tus bosques Al despertar y conocerte / Había allí un antiguo camino Las flores amarillas eran sus viajeros / Arbustos con la hija muy fina Todos / con buen aceite Subían sobre la yerba de hojas violentas / Entonces sonaron densas oquedades Lianas y caídas de tierra y copas / rojas / Y muchos árboles peleándose (5). Peleas de amor, con escaramuzas y estrategias, con treguas, avances y retiradas.
Con la descripción directa del bajar con las manos, de nuevo aparece el cuerpo como sendero, y al aceite se le agregan la espuma y el rocío como imágenes de los efluvios genitales. Ahora se agrega la mención del cielo, como éxtasis u orgasmo.Dulzura llamaré el lado de tu alma… / Y al bajar con mis manos desde tu garganta y todos tus sueños / Te diré / Espuma Aceite Pequeña Luna / Tienes un sendero de ladrillos donde siempre hay rocío… / Seguía el camino por donde… ibas protegida del cielo (8).
En otro poema se repite la imagen de la entrada, ahora con una puerta. Las esmeraldas y flores son obstáculos a superar para el encuentro pleno, que se sugiere dinámicamente como camino, salto y corriente.Y tocaré tu seda / - Entremos /…Esta es mi puerta… / Quítame la esmeralda Arranca las flores / No hay otro camino a este sueño /… Saltaría sobre ti / Qué podría ser si no / tu pequeña corriente (2).
El sexo del varón parece insinuarse en términos y expresiones de los poemas 6, 7 y 12: Roble cuyas famas se alzaron… /…Endurecí… / Qué suave y reposado y brioso a la vez (6). Qué de hojitas y peces / En la colina hay en cedro desplegado / En el huerto escuchas siempre un canto (7).  Relumbraban el Cedro y el Bronce /…Corre las manos entre su talle  Desnúdalos /…y un clavel y responder, ofrecer y beber, encender y prender, remontar y forcejear.Bebe el mejor de mis en el mármol (12).

Movimiento interno del poema
Palomares no cree en un tiempo uniforme, absoluto. Más bien en una "trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarcando todas las posibilidades" (Jorge Luis Borges. El Jardín de los Senderos que se Bifurcan. Ficciones 1986. Pág. 48).
Tres rasgos o dinámicas de esta temporalidad se hallan presentes.
  • Amor como tiempo de florecer, como tiempo ya llegado.
  • Amor amenazado por peligros, la hora del chacal.
  • Amor como tiempo de correr, de irse, tiempo de huida.


a) Al inicio de los poemas es tiempo de florecer, tiempo de amar.Ha llegado el tiempo de soñar… / Ya se han revelado los jazminales /…Es la hora de beber Baja el licor y encanta (1).
b) Luego sucede la amenaza. Animales salvajes simbolizan estos ataques, los peligros del amor.La hora del chacal, la hiena (11).  Algunas piedras lo impiden. Quítame la esmeralda (2).Pero los enemigos no son sólo piedras o animales simbólicos. Ahí están, en su densidad de la real, con su palabra amenazante.El enemigo de la amenaza y el rival del asecho (9). Aquí te injuriamos Aquí te escarnecemos (13). Hay combate y defensa. Han comenzado a combatir / El Frío y el Fuego No podremos contenerlos (4),  son muchos árboles peleándose (5). Vuelo de los gavilanes (9). Y yo preparo Me oculto Me defiendo (10). La amenaza que se sufre más es la ausencia, el alejamiento del amado:Y al dejarme corres desde adentro y desde allí me hieres (10). No dejes que tus flores se vayan (8). Tu brillo y mi esplendor se alejan (9).
c) La perspectiva final de paz: ¿sueño, muerte, trascendencia?
El final del poema es huida al sueño. O eres tú que / te encaminas al / jardín… / Sí, Vendrás… Y vámonos  / Al sueño (14).Palomares deja oscuro el sentido de este sueño, en juego de ambigüedades. Amor que pudo ser, amor que se espera plenificado, o vana ilusión. Una salida abierta para el poema.No hay otro camino en este sueño (2). Pero déjame tu pequeña oscuridad con la sombra del sueño (9). serás para Pero escúchame tú, El Sueño (1). Jardín Ese huerto nuevo / donde aún realizada / sigues siendo y siempre Ilusión / …con la belleza de lo que aún no se ha / vivido y disfrutado y nos espera (14).
La mención de la muerte no es casual. Aparece en varias ocasiones, en casi todas ellas con el sentido de límite, de traba para el amor.Muerte contra la que se combate.Donde mataremos la muerte? (9).Muerte vencida por la gallardía, por el amor: Sustentará su fama y vivirá en gallardía / Y jamás morirá… Como una corriente / que desciende y desciende / sin morir (12).  Muerte-sueño, necesaria al amor.Es necesario haber perdido y haber muerto en el sueño (13). Muerte, finalmente, como personificación del amado, como consecuencia del no-Amor, como futuro, posibilidad.Cuando no seamos El Amor / Me portaré como la muerte (11).

En conclusión
a) La fuerza del amor es fuerza cósmica, espacio encantado. El amor se transfigura, se vuelve luminoso; la acumulación de imágenes derrochada apunta la trascendencia del amor.
b) Puede afirmarse con Beatriz Pineda de Sansone: “Al entrar en la obra de Palomares, sentimos que abrimos un orden divino: la armonía. Sentimos un efecto general de altura, de dignidad”.
c) El lenguaje científico sobre el cuerpo es reductivo. El lenguaje de este poema pertenece al ámbito de lo estético, lo placentero. Es una palabra llena de creatividad, es lenguaje de cotidianidad. Es memoria de hombres y mujeres que experimentaron la vida, la trascendencia, en lo cotidiano del amor. Vientecito renueva esta trascendencia en el corazón del andinidad.
d) Frente a los convencionalismos y trabas sociales, los poemas exaltan la legitimidad del amor, la fidelidad.Me afirmaré / -Sí, Amada mía, Sí, Fiel (11).
e) Los textos se abren al lector en propuesta lúdica, con sus polisemias e intertextualidades, y como invitación a salir del texto y huir con los amados ¿tal vez al Sueño? ¡O a la Vida!

El texto que presento está editado dentro de la Antología de Ramón Palomares, en la Colección de Monte Ávila Biblioteca de Autores Venezolanos – Poesía n. 8.

REFERENCIAS
Alonso Schökel, El Cantar de los Cantares, Verbo Divino, Estella 1990.
Beatriz Pineda de Sansone “Cosmogonía en la obra de Ramón Palomares” en Revista de Literatura Hispanoamericana 36 (1998) 25-42.

Tomás Martínez Sancho. “Un airecito suave”. Ejercicio comparativo entre “El vientecito suave del amanecer con los primeros amores” y “Cantar de los Cantares”. 2010