lunes, 14 de noviembre de 2016

Sobre Discípula de Jung, de Wafi Salih



Llegó con tres heridas:
La del amor, / la de la muerte, / la de la vida.
Con tres heridas viene:
La de la vida, / la del amor, / la de la muerte.
Con tres heridas yo:
La de vida, / la de la muerte, / la del amor.
Miguel Hernández (Cancionero y romancero de ausencias)

Con ocasión de la presentación de la obra Discípula de Jung, de Wafi Salih, el día 9-11-2016, en la Librería del Sur, Teresa Carreño, en el marco de la Filven – Caracas, preparé el texto que hoy introduzco como ensayo.

Reconocida por su trayectoria como amante de la cultura, profesora universitaria, y poeta venezolana, Wafi incursiona en la narrativa con su este libro: Discípula de Jung.
El título da unas claves que no desaprovechamos en esta presentación. En primer lugar, evoca el discipulado de una mujer que sólo recientemente fue sacada de su invisibilización. Sobre su temprana relación con Jung se han realizado un documental y dos películas (Te doy mi alma, del italiano Roberto Faenza, de 2002, es tal vez la más valorada desde claves psicológicas). Me refiero a Sabina Spielrein, rusa y judía, psicoanalista y educadora infantil, con una vida dramática, reprimida por el stalinismo y asesinada a manos de las SS nazis. A esta discípula, a Sabina, remite el título. Con lo que introduce dos pistas, el ser mujer y la psicología, como ejes semánticos presentes en gran parte de los relatos que nos ofrece Wafi.
Voy con el ser mujer. La propia Wafi presta su nombre –y más que el nombre- a la protagonista de un par de cuentos que, con el recurso de la inclusión, abren y cierran la obra. En Alter ego,  Wafi es presidenta de la “Sociedad de mujeres por la equidad de género”; en Dicotomía del discurso se ha vuelto Wafi unos párpados llenos de ojos crucificados… Otras mujeres atraviesan el texto: la escritora Minerva Santos (en El lenguaje de los pájaros), la doctora que dicta una conferencia: “La mujer ante el poder” (en Fe menor), la poeta entrevistada para la prensa, la que dice ser la Reina de Saba, Beatriz Cañizales, condenada por el tribunal de la inquisición (en Hereje), la juez Mijares (en La cabeza de la mapanare), la compañera del guerrillero Argimiro… No son apariciones ingenuas. Su ser mujeres contraviene en muchos casos el discurso patriarcal y moralizante, abriendo horizontes de una discursividad compleja en conflicto con los clichés extendidos. Feministas pueden decirse, con certeza, muchos de estos relatos. De un feminismo –por otra parte- sin ingenuidades, vivido en la tensión interior de discurso y vida concreta, entre ejercicio público y praxis amorosa… Y así, la presidenta de la Sociedad de mujeres se distrae pensando en su vestido azul cobalto para la fiesta de fin de año en el decanato, o en su lavaplatos dañado… Y en Fe menor: la conferencista de “La mujer ante el poder” anticipa cómo “en esos cuarenta minutos, esconde(rá) debajo del escritorio, los gritos, golpes, indiferencia y nostalgia, (que) No entrarán (así) en el ciclo de preguntas, y respuestas normadas, sesudas disquisiciones sobre el papel”.
La vida interior de los personajes, su psicología, es el otro eje a que me he referido. La técnica narrativa (con frecuencia relatos en primera persona) permite abundar en ello. Se pone de manifiesto especialmente en los monólogos, casi siempre interiores, de los que sólo cito algunos ejemplos sobresalientes: La novia corrupta de León Yépez (en Reescritura), el sujeto de Luna, luna, oscuro personaje en un grupo de teatro, el travesti sobrino de ex -guerrillero y ayudante de utilería de Entretelones, el narrador perseguido de Carta a mi madre, el pintor abandonado por la pareja y rechazado por la madre en Apostolado, la tesista maría-lioncera de Post-Graduado, la paciente psiquiátrica de Arquetipo (nueva referencia a Sabina y Jung)….
El humor -al que se refiere De Nóbrega en su prólogo-, casi siempre finamente irónico, está presente desde el mismo título. La discípula de Jung, Sabina, se hizo amante y luego maestra. Se sabe que tanto Jung como Freud se enriquecieron, sin reconocerlo explícitamente, de los trabajos de Sabina. Ambos le deben una parte de sus conclusiones, el uno sobre el ánima, y el otro sobre la pulsión de muerte. El discipulado no es, por tanto, en minoridad. Ese tal discipulado desbarata los esquemas reproductivos de unas relaciones verticales. Ahí está el humor con trazos de ironía en el mismo título. La ignota discípula se ha revelado maestra.
Pero el título es sólo un referente. Relato a relato, surgen nuevas brechas –resquicios- para la lectura placentera y atenta de la obra de Wafi. Y aquí viene bien traer el poema de Hernández, con el que abrí esta presentación. Las tres heridas que los rondan: vida, amor y muerte.
Amor y muerte que recogen, vuelvo a lo anterior, los planteamientos de la pulsión de muerte de Sabina-Freud. En la película Te doy mi alma, ante un cuadro sensual de Yudit con la cabeza de Holofernes, inspirado en un texto de las escrituras judeo-cristianas, Sabina pregunta a Jung: ¿por qué lo mata? Para cumplir la voluntad de Dios, dice Jung. Sabina lo niega, y agrega: lo mata porque lo ama.
Amor y muerte se confunden en una misma pasión en varios de los textos que hoy presentamos. Dice la poeta, personaje principal del relato La entrevista: “Quiero a mi muerte viva, cruda, llena de gozos y epítetos, llena de verbos, toda sustantiva y voluptuosa, toda mía, tan íntima que ni siquiera a usted, a usted tan inocente, se le pueda desnudar”. Y  añade: “En el amor sucede como en la muerte”. El curioso personaje, escritor de obituarios, en Todo para ti, entrega para su adorada Sonia  “el escrito perfecto, la gran palabra, la frase absoluta, original, ella que vivió en cada uno de sus latidos, ahora era la dueña de su muerte”. Y el sujeto de Apostolado termina pintando los lienzos, memorial de su amada, con su propia sangre.
Amor y muerte aquí apuntados, en verso de Miguel Hernández –poeta de la guerra civil española- (y también en la tragedia personal de Sabina), se abren a un horizonte que explosiona la interioridad reducida de cierto psicologismo de élite. Horizonte social, horizonte de conflicto, evidenciado en varios textos de Wafi, en los que se trae a cuento los años de la lucha guerrillera venezolana, señalando nombres e historias: Argimiro (por Gabaldón), Fabricio Trujillo (por Ojeda), y otros guerrilleros anónimos presos por sus acciones revolucionarias.
Referencia a este horizonte y a los años sucesivos de “pacificación”, referencia –digo- no exenta de denuncia –siempre actual-, desenmascaramiento de una sociedad  forjada en complicidades. Ex –guerrilleros, que –como se leerá en La cabeza de la mapanare- “cada cual se incorporó a la sociedad, hoy son jueces, profesores de gran reputación, escritores que trillan y trillan el tema de la guerrilla, en sus publicaciones, por marketing”. Y el mismo tema se hallará en Entretelones: “Nicolás, guerrillero, comandante y preso político, se graduó de abogado y ahora es juez…. El juez dijo que estaba bien el despido, se impone la ley sobre la justicia, y asunto resuelto”.
Un nuevo vínculo de lo sociopolítico con la interioridad se descubrirá en el relato, lleno de referencias intratextuales  y homónimo del título de la  obra, sobre un exguerrillero, paciente psiquiátrico enamorado de su doctora.
En fin; la vida, amor y muerte se cruzan con otro tópico repetido en estos relatos: es el de lo religioso; y lo hacen polemizando, con un fuerte ingrediente de crítica a las instituciones y a los discursos de muerte.
En Hereje se relata la utilización del poder por parte del Cardenal Briceño, para pasar por la hoguera a la mujer que lo inquieta. En La Entrevista se desmonta por hipócrita el discurso religioso del occidente guerrerista que afirma: “Esta bomba va dirigida contra los fanáticos, rebeldes, extremistas, etc. Esta bomba es por la vida, la paz, en nombre de Dios”.
Una religión de rutina, determinismo y muerte, es la que se muestra en Puntos suspensivos, relato en el que se recorren los rituales devaluados de misa y enterramiento, bajo un sol inclemente de cuatro de la tarde; o en Rey de Bastos, en un ritual privado, de viudez, recordatorio de un dolor interminable, que prevé en el quinto aniversario el moldeado de un colibrí con un Cristo pintado en su cuello.
Religión, por contrapartida, trastocada en amor. Así, el amado guerrillero Argimiro es elevado al altar de los santos: “en la pared ahumada, al costado derecho de San Antonio, debajo del ánima sola, tu fotografía iluminando mi cuarto”. O la tesista de Post graduado se deshace de velas, tabacos, y estampitas de San Marcos de León y María Francia, prendada por el recuerdo de su mentor. Y se dirá del obituarista de Todo para ti: Su pecho convertido de por vida en un altar para ella, su único santo.
Termino. Wafi es, en estos relatos y en su pasión por la escritura, una narradora que no deja el poema, ni sus raíces de médano. La intra-textualidad es un recurso para ello. Claramente identificable respecto al poema Beduino (de Los cantos de la noche):
Pájaro / que ha perdido / El canto
En los desiertos / helados / del alma.
Poema al que se remite expresamente en el relato La entrevista, y sobre cuyo sentido se pregunta a la poeta: “La presencia del amor se percibe con sabor a desdicha, a abandono, ¿Es eso el amor, un sujeto quebradizo?”.
Intratextual  es la mención a los pájaros en al menos nueve relatos, en obvia referencia a su poemario Pájaro de Raíces, del que extraigo estos versos:
Amo, al  pájaro de raíces descifrado en la cruz.  Silencio lleno en la senda de piedras en el aire infame.
Pongo las palabras en mi noche, luz  vencida de inmóviles alas.  Un mundo se inclina sobre el viento en ásperos contornos. Punzante pájaro de piedra en la página indescifrable del vuelo.
Pájaro raíz, pájaro cruz-sufrimiento y pájaro-lágrima o muerte. Así lo recogen los distintos relatos:
“La esencia del pájaro se adquiere en el vientre, igual la esencia del poeta, porque un poeta es como un pájaro” –dirá el personaje principal de Metáfora del vuelo.
“Salí casi corriendo al baño, y un pájaro de agua que anidaba en algún lugar del corazón, subió a los ojos” –se lee en  Sor Juana.
“Figuras de piedra talladas, colocadas en orden cronológico sobre el estante, pájaros recordándolo, uno por cada año que lleva ausente” –pájaros de la muerte, en Rey de bastos.
Pero también Pájaro-salvación, extraña salvación, es verdad, en El lenguaje de los pájaros:
“¡Busque en el arte!, que es un lugar salvaje, pero el único lugar posible de salvación de la especie, el único origen. El lenguaje de los pájaros son los jeroglíficos que dibujan con sus alas en el aire”.
Otra propuesta es buscar El pájaro azul de la leyenda oriental -la Wafi de Alter ego- que sólo a los nobles corazones se muestra.
¡Que disfruten el libro, tanto como yo!

martes, 1 de noviembre de 2016

Sobre Pedro Ruiz, Campesinos




Nadie puede atravesar el mismo río dos veces.
(Paradoja de Heráclito)
Nuestras vida son los ríos / que van a dar a la mar
que es el morir (Jorge Manrique)
Si has de quedarte / hazlo como el río
pasando (Némer Ibn El Barud)
Di a la callada tierra: Yo paso.
Al agua que aprisa pasa: Yo soy (Rilke)
Soy el río de Heráclito // La que nunca habrá de ser
la que pasa y fue / todas las versiones de sí misma  (Yurimia Boscán)


PEDRO RUIZ – CAMPESINOS

Campesinos es un texto que bien se puede entender, en el marco de un hacer poético venezolano, como diverso al de aquellos otros poetas de lo urbano (W. Osuna, Omer Machado: Ciudad en que muero y otros amores), o suburbano (José Javier Sánchez, por ejemplo, que aunque tributa a Pedro Ruiz homenaje con alguno de sus poemas: Con el río a cuestas, Hay ríos que son como los hombres; no puede situarse en el ámbito de lo rural). Pedro Ruiz se sitúa en la estela de los poetas del interior, o más aún entre los poetas de ida (a la ciudad) y retorno a la raíz (raíz campesina), tal como lo fue Ramón Palomares.
Campesinos es la obra publicada por Monte Ávila Editores Latinomericana 2009, que incorpora los textos anteriores de Pedro Ruiz (Con el río a la espalda -Voces, Con el río a la espalda, Cambural y Eco-,1985; Estación posible, 2005; y Fervor y páramo, 2009).
Pensé primeramente una estructura temporal para mi ensayo: pasado (voces, ecos…), presente (estación posible), futuro (fervor y esperanza). La deseché por excesivamente rígida, pero no porque no tuviera algo de valedera para acercarse al poemario de Pedro. Preferí en todo caso unas entradas más flexibles.

Aldabas que convocan
El poemario de Pedro Ruiz, con su título breve, existencial, vecino, es una potente voz del pueblo andino, en su andadura de páramo, de siembra y río.
Desde el mismo inicio hay aldabas que convocan las voces del pasado.
Ponemos aldabas / por donde entran / el miedo y la nostalgia (Voces)
Y va dejando el poema un resquicio, hendiduras por las que asoman, las memorias de la infancia. Por las que la voz poética se mantiene viva.
Es cuestión de ver una hendidura / por donde marcharnos / cuando se arruga la palabra (Cambural y eco)
Entre estos recuerdos, aparecen algunas jóvenes que despiertan el corazón del adolescente, jóvenes desnudas entregadas a la liturgia lustral del río:
Jóvenes venidas de las lomas / caminan desnudas… / De tanto mirarlas / nos juntamos…
…la esperaré en el río / para verla desnuda con la tarde
Cuando volví… / …decidí soñarlas vegueras y litúrgicas  (Voces)        
Cantando las mujeres / el río las desnudaba (Estación posible)
Las jóvenes se concretan en nombres propios:
…voy donde las Araujo /el corazón emprende el viaje…
Ana, Clara, Josefa /…bebiéndome el color lejano de sus ojos (Voces)
Aparecen los rasgos de bucolismo del páramo, casi mítico: como ninfas en su paraíso, las jóvenes mujeres se vuelven  flor (Hortensia, Orquídea, Azucena, en Estación posible). La desnudez de los cuerpos acentúa el carácter fusional con la naturaleza.
El plural da paso al singular, en la memoria del enamoramiento. Hasta experimentar que eso no basta….
En la huida / siempre buscabas el follaje….
(Yo siempre tuve un patio / para mirar el tuyo)
Culpa mía fue hablarte… (Cambural y Eco)
Espiar tu desnudez / no bastaba… (Con el río a la espalda)
La familia adquiere una presencia densa: el padre, la madre, los tíos…
Mi padre hacía sonar las alpargatas / con el canto de los gallos   (Voces)
Por esto tío Jesús / estuvo toda la tarde acuñando la pala (Con el río…)
Tío Romualdo / huele a piña y  a quinchoncho
…la tierra se desnuda / cuando mi padre desentierra yuca (Cambural y eco)
El ojo de la montaña… / borró las señas de mi tío Rumualdo (Fervor y páramo)
A los padres muertos dedica sus breves cantos:
Padre / Ayer no más fuimos casi pájaros…
Ayer se fue lloviendo goterones tristes / la mano que atizaba el fogón del traspatio. (Estación posible)
Padre, ahora estoy en la vida…. / Madre, ahora que te espero aquí…. (Fervor y páramo)
En el poemario más reciente (Fervor y páramo) el nieto Sebastián es la mirada fresca de los niños sobre la vida:
Voy a mirar con los ojos de Sebastián…. (Fervor y páramo)
Otros personajes rurales se hacen vivos: Don Chayo, el loco Antonio, la maestra Gladys (Voces). O los cantores Vicente y Rafael Sánchez López (Fervor y páramo). Son voces que acuden al llamado de la aldaba.
Don Chayo / adornado de mangos y culebras…
…el loco Antonio se lanzó del puente
La maestra Gladys nos pidió un paisaje…
La maestra Gladys… / Siete años camisa blanca / y mi cuaderno de miedos
Los campesinos y campesinas discurren en la obra discretamente, en sus actividades más propias: siembra y recogida de frutos, cargas de arena, tallas de madera (y de tierra –en metáfora-), lavado de ropa en el río…
Los areneros mañanearon… (Con el río a la espalda)
…esconde frutas en las cuevas / y cuando las vende saben a tiempo
…mi padre desentierra yuca… / …anotó una fecha / y dijo que el lunes iniciaremos el deshierbe (Cambural y eco)
oliendo a madrugada y a bloquera / coticeando en el patio
la piedra azul / y la tibia arena blanca donde lavaba
Crecimos entre imagineros / que tallaron la tierra con sus huesos (Estación posible)
Asoman lugares con nombre propio: La vega de Natividad, Quebrada de Cuevas… (Con el río a la espalda), Aguanegra (Cambural y Eco), la laguna de los Cedros (Fervor y páramo) que enraízan los textos en una geografía de montaña y río, de sendero y plantío.

Naturaleza viva
La naturaleza,  río, follaje y montaña, dotan al poemario de gran fuerza vital. Es una naturaleza –según ya se ha apuntado- que se funde con la vida humana. Lo que la naturaleza es, lo somos los humanos. Nos adentramos en ella y nos hacemos uno. La naturaleza es expresión de la vida misma. Nos enmontañamos y es la vida la que se protege.  Nos volvemos follaje.
…bordeando el cafetal / …barzal adentro        (Voces)
…siempre buscabas el follaje
volviéndonos follaje…
en busca del monte… (Cambural y Eco)
…enmontecida sombra del café… / …por donde irme enmontañando
Y corrió y corrió más tarde sobre el pasto/ ...su rostro campesino / de niña embarbascada (Estación posible)
El río se hace omnipresente. Una de las secciones lleva por título: Con el río a la espalda. El río es memoria de infancia, lugar de encuentros:
Camino del río / mayo retoñaba…
A la santa la echaron al río…
…la esperaré en el río
…semejaban el cauce desabrido del río (Voces)
Cada viaje / al río por agua…  (Con el río a la espalda)
Luego vienen otros ríos, la vida misma se hace río, lleva la carga de río. Lejos de la tierra originaria, y sin embargo:
Instalé un río en el cuarto…
Por la acequia vamos…
…otro río
El río mudó…
El río nos enraizaba (Con el río a la espalda)
Mañana voy al río… (Cambural y eco)
En el patio / que va a morir al río / alguien vela mi viaje (Estación posible)
Río difícil de pasar, mas río benéfico, que vuelve siempre, para bien de los areneros, con su nueva carga de arena:
pero el río no olvida (Con el río a la espalda)

Viaje de salida
Sin embargo, junto al enraizamiento que otorga el río, está su constante fluir. Y así como el río, la vida. Deja explícito que la vida es un viaje, como un río en su tránsito:
Allá en el patio / que va a morir al río / alguien vela mi viaje
Un hombre… / aún con la ciudad por cárcel / viaja, viaja, viaja
Hay que pasar un río…
Vamos pasando a tientas…
El trascurrir del río nos sostiene…
Y así se refiere una y otra vez la vida como viaje. El tema del viaje, tan presente en la literatura y al que ya hice referencia en el ensayo sobre el poemario Con el índice de una lágrima, de Wafi Salih, (http://cultura-barrio.blogspot.com/2015/09/sobre-wafi-salih-con-el-indice-de-una_23.html) lo traigo aquí reelaborado: en relación ahora con estos textos de Pedro Ruiz.
Respecto a los viajes en la literatura, ¿hace falta recordarlo? ¿es necesario señalar las estelas que llegan hasta nosotros? Es tópico antiguo del ejercicio de escribir. Anoto, por menos conocida, palabras de la antiquísima historia de Sinué el egipcio, en el contexto de la dinastía XII: "La fuga... no fue intencionada; no estaba en mi corazón y no la premedité… Ocurrió que se estremeció mi cuerpo, se impacientaron mis pies, me guió mi corazón y el dios que me predestinó a la fuga me arrastró". Más se conocen los relatos bíblicos de éxodos y retornos (José en Egipto, el pueblo por el desierto, las deportaciones asirias y babilónicas…). Como un hito en la narrativa se rememora la Odisea clásica de los griegos. Las salidas en  El Quijote se consideran inaugurales de la novela moderna. Contemporánea de Cervantes, Teresa de Ávila escribe su obra mística y poética mientras simultáneamente hace el relato de sus Fundaciones, en viaje de liberación sin retorno.
Entre los textos de narrativa venezolana, Viaje al amanecer, y Memorias de Mamá Blanca, se me antojan textos fundantes para nuestras evocaciones de infancia.
Tratándose de poesía, Hölderlin es un exponente  destacado del desplazamiento hacia el oriente mítico. El río Rhin lo guía con mano divina. Lo cito, pues ese elemento mítico y casi panteísta, por el que el ser humano se funde con la naturaleza y ésta con lo paradisíaco y lo divino, no anda lejos de varios de los poemas de Pedro.
Menciono, finalmente, a Palomares, de regreso a su tierra trujillana -principalmente en Paisano. Palomares, maestro de Pedro, deja una honda huella en él. Pero no se confunda, no se trata de mímesis el ejercicio de Pedro Ruiz, sino de una nueva creación, original desde su propia experiencia vital. Eso sí, con un mismo fondo andino, marcado por la naturaleza del río, la montaña y el páramo, y marcado por la esencia campesina. Y algo más que los hermana a ambos: el tránsito por la ciudad y el retorno a la raíz.
Así es que Pedro evoca el viaje de la vida de algunos de sus coterráneos.
..hizo su viaje a pie / y duró cien años (Don Chayo – Voces)
Estos rostros hicieron el viaje /en otros cuerpos / Hay mares de por medio
…todos los pueblos / se mudan los domingos / al viejo corazón de la ciudad
Y trae a cuento su propio viaje, buscando nuevos ríos, cruzándolos, a veces ríos crecidos, a veces aguas tranquilas….
…había prendido en mí / otro río
Miré las flores / y las aguas crecidas / ya no me hallaba en ellas
No hay lindero… / yo siempre supe / cuando debía cruzarla
Mi segundo viaje / me llevó hasta el paso de los hombres a caballo

Retorno: estación posible
Sin embargo, la estancia en “el viejo corazón de la ciudad” no es sosiego para el poeta, que lleva “el río a la espalda”, ni siquiera instalando un río en su cuarto, como dirá:
Vengo de las aguas tranquilas… / …instalé un río en el cuarto donde duermo
El recuerdo del ejercicio de adolescente es imagen del viaje de retorno adulto:
El río nos enraizaba / y en él / para el regreso / dejábamos mensajes escondidos
Y viene el retorno al río original, al sueño, después de haber surcado todos los mares:
Cuando volví al pueblo quince años después / ya había surcado todos los mares
Quiero al regreso… / volver al sueño (Amor, Entra / Sí, Entra / con el sueño…. había escrito Palomares en su obra El vientecito suave…)
Emprendamos el viaje temprano / en busca del monte
…voy buscando esa voz / entre regresos… / Quien oye la canción no parte (Cambural)
Abrid paso / a esta niebla que regresa / para que nazca el pueblo
Cuando regresamos / juntamos las ausencias

Además de la imagen del río al que se regresa, está la imagen de la estación buscada, lugar en que detenerse al retorno, estación posible que conecte con el pasado, estación que aún no se haya:
Cuando vuelves… plantas un bosque… / …te marchas / y dejas trinitarias
En los ojos del que regresa / viaja el mundo… / la noche oculta  la estación posible
…perdimos el camino / buscándonos
Se arrugó el regreso… (Estación Posible)

Conciencia social
El sentido social de los poemas de Pedro Ruiz, se hace palpable desde sus primeros textos. La memoria evoca las experiencias de trabajo, escasez de pan y el pan tierno de la cosecha.
…emprendía su viaje en procura de pan y claridad (Voces)
…el invierno largo y el pan corto… (Con el río a la espalda)
Hace siete meses / que fecundó el barbecho / y hoy en casa comemos pan tierno (Cambural y eco)
Surgen los rostros de los niños aguadores y llevadores de viandas:
Cada viaje al río por agua / era un centavo… medio día / era un pan:
Mañana llevaré una vianda grande (Con el río a la espalda)
Y el trabajo de los areneros:
…toda la tarde acuñando la pala
…iban a comprar hierros nuevos (Con el río a la espalda)
Por cuya actividad sentencia con juicio la madre:
La que ganan los areneros / se les vuelve agua (Con el río a la espalda)
Se agudiza el sentido social en Estación posible. Se descubre, al retorno, que la palabra ha perdido su vigencia, suplantada por leyes y cercas; que el pobre  ha sido despojado de sus tierras, desheredado… Busca y no encuentra, no haya vegas donde sembrar, todo ha sido expropiado por los terrófagos. Sólo queda ponerse -como jornalero- a las órdenes del patrón….
…busco heredades…
…hay muchas sombras peleándose la finca…
…creímos que la palabra era sagrada / esta tierra es un tesoro.
Después vinieron ellos / leyes y alambre  /por eso somos jornaleros
-dijeron los baquianos- / tierra no queda …
todo cuerpo ya fue poseído / y toda tumba es una flor
somos puras heridas… / …hay siembras…. / …donde haya un patrón que nos arriende
…envuelto en su neblina / subió el desheredado… / …voces heridas resuenan
Pervive la memoria. Siglos y siglos de la misma historia. Los antepasados  narran el despojo.
…buscando vegas / desde hace siglos traemos esta sed.
Ayer nomás por donde usted camine o mire / Ya sembrábamos.
…en la tarde nos contaba heredades. (Estación posible)
El viaje de retorno se hace así reencuentro con la injusticia. Es difícil ese retorno. El pasado es imposible. En el reencuentro se abre la distancia. La Estación posible, es un nuevo espacio de justicia aún por hacer.

Música ancestral
Al regreso, se hace necesario reinventar el prado, florecer.
Aún es tiempo de florecer… / reinventar un prado para vernos (Cambural y Eco) (“Amor Amor Mira Ha llegado el tiempo de florecer”, comienza Palomares El vientecito…)
La música es buena guía para ello. Especialmente se recogen sus acordes en Fervor y páramo:
…voy a tocarte y a cantar contigo… / cantaré como un gallo de páramo… / Abuelo oiga cantar el día…
…nace ahora la música… / …escuché el silbido en el ojo del agua / y aprendí a caminar de la mano de un pájaro.
Como si yo fuere cantando con Rafael Sánchez López… / …y escucho la canción de RSL
Sin embargo, la música del regreso es una música con tonos tristes, que ha sido palpada por la muerte. La canción altiva del gallo, o la música primera del río se han apagado.
El gallo altivo que canta  a mediodía…
Se quiebra la hoja / y el río ya no es mi canción…
Es la hora de la canción en la sombra. Los seres queridos ya difuntos lo acompañan. Ahora que comienzas a cantar…. –dirá al hermano muerto.
...comienzo a escuchar esta tonada / de antiguos labrantíos…
Tocar el violín sobre un campo de trigo / hizo la música de esta laguna de Los Cedros / por donde voy con este tono de velorio / que sembraran los cantos de Vicente. // Alguien… / …toca ese antiguo violín…
…fui haciéndome noche / por esa canción extraviada…

Reencuentro con los muertos-vivos
El regreso es, directamente, encuentro con el dolor. Pero reencuentro con la sombra de los idos, con su silencio:
Un dolor ancestral talló la raza de donde provenimos
El trascurrir del río nos sostiene / fúnebres  a medianoche (Estación Posible)
Ayer nomás enterramos a Teófilo / uno de los últimos sembradores
En mi pueblo el luto es un silencio largo
Especialmente, es encuentro con su padre y su madre, y con su hermano: manos que guían, sonido y silencio, mirada, olores, milagro de la vida… Están vivos, presentes.
..entraré en el río de donde vengo / de la sagrada mano de mi padre muerto
Mi padre entonces se levanta / y la oración mil veces repetida / comienza  a recrear el sonido del alba
Así se fue llenando esta casa de presencias mudas…
…y somos este paisaje adentro del alba / que es esta mirada del que ya no está…
Guardo de ti el olor de las hojas padre mío. /…Estoy en ti todos los días…
Madre, … / donde ocurra un milagro has de ser tú…
…hermano… / ese adiós insistente donde nos encontramos… (Fervor y Páramo)

Fervor del páramo
Este reencuentro con sus seres queridos difuntos dota a los poemas de  una tonalidad de fe profunda en la vida, que no se agota con la muerte de cada individuo… La naturaleza sigue su curso, montañas, ríos y páramos. Los campesinos sembramos flores:
Tengo un paisaje por transitar / y voy allí a sembrar un flor
Y nos sembramos. Finalmente, atravesamos los ríos de la vida, nos sembramos al voleo, somos hoja que se pudre, semilla que se entierra… Es el sueño de hacerse tierra con la tierra, campesino nacido de la tierra y a la que vuelve:
Ido de antiguas sementeras / sueño sembrarme….
No es simple ceniza, polvo muerto, sino tierra fecunda de vida:
  No seré sólo levedad de ceniza
¿Qué queda de la palabra poética? Si bien, cuando …el paisaje desfallece. / Nos queda la palabra (Estación posible), en coherencia con el verbo breve, y el verso sencillo, escribe Pedro:
Toda la escritura del corazón cabe en una hoja… (Estación posible)
Y aún más radicalmente, la palabra cede en la noche de la vida:
Naces a la noche desnudo de palabras (Cambural y Eco)
La palabra finalmente se vuelve viaje perenne
Viaje por toda palabra…. (Fervor y páramo)

La única mención de Dios en el poemario apunta a la dimensión de esperanza y renovación de la vida. En los niños la vida se abre a la novedad. Dios es novedad:
Debe haber en los ojos de Dios / un pequeño muchacho que como yo vaya cantando (Fervor y páramo)

Así es que Fervor y páramo culmina el poemario apostando a una espiritualidad de la vida que se nutre de la naturaleza (el fervor del páramo, el silbido del ojo del agua), la memoria de los ancestros (el padre que se levanta y recrea con su oración los sonidos del alba) y un Dios acompañante de nuestros cantos.