miércoles, 21 de diciembre de 2016

Sobre Taller de cedro, de Antonio Trujillo



Conocí a Antonio Trujillo en la triste y lluviosa Filven macondiana realizada en Los Teques este año que muere 2016. Poco antes había tenido acceso a su Antología poética. Parte del aire. Monte Ávila 2008. Unas palabras bastaron para que siguiera adentrándome, como aprendiz, en su Taller de cedro.

Lo que las herramientas pregonan
La mesa de trabajo, el clavo, el compás, la gubia, la garlopa, la plomada, la piedra de amolar, la lija, el gramil…. son las primeras en hablar en este taller. Y hablan de todo un poco. Hablan de la vida, dicen de lo humano. En Taller de cedro principalmente se hospeda una antropología, una manera de su comprensión.
La rudeza, lo arisco de la mesa, refleja al hacedor –el carpintero-, que se inclina sobre ella para el trabajo, que se desgasta año tras año, que se dobla por el cansancio. Hacedor que nunca doblega su espíritu creador:
se inclina el hombre / pero nunca el alma
El clavo es punzante, hiere al amor. El compás, de brazos abiertos, parece un amante malpuesto,
jura lo perfecto /…/ siempre miente
La gubia debe rozar el alma, hacer brotar la vida. La garlopa silba la tragedia humana. La piedra de amolar es “día santo” que permite el descanso, aliviando el trabajo al permitir que la hoja afilada “vuelva a su destino”.
La lija limpia el daño
Lijar… // es / arreglar una muerte
Finalmente se puede concluir, que a toda herramienta, como a la plomada
el enigma / es la verdad antigua que la sostiene // sin ella el hombre / fuera otro

Historia de la humanidad
Herramientas y carpintería no es cosa recién inventada; hablan de la historia, de la raíz de la humanidad.
La garlopa / es una herramienta // de madera/ y de antes // otra raíz / del hombre
Toda herramienta / cruzó siglos en hacerse
El poema La plomada es un discurrir continuo por antiguos siglos hasta llegar a Egipto y su río Nilo
un imperio esperó / el descenso de su gran río // y nos dio ese cordel
Tan antiguo es el oficio de carpintero que se remonta hasta el mito judeo-cristiano de una segunda creación salvadora:
Los carpinteros / vienen de salvar al hombre // construyeron el arca

Dios y los signos religiosos
Los versos de Antonio están transidos de trascendencia. Los árboles apuntan la trascendencia, la madera iluminada apunta la trascendencia; y Dios se pasea por el taller.
Los clavos evocan los del Calvario, en la cruz del galileo Jesús de Nazaret: el “amor” punzado, traspasado, por el poder imperial romano.
tres veces // punzante / sobre el amor
Dios dirige las trazas del artesano:
Si Dios marca / nada falla
al contrario que el compás, que jura perfección mentirosamente. Entonces:
el taller / presiente orden //
hay fiesta / en lo elegido //
y gracia en las manos
Hasta el cedro-madera levanta su plegaria recordando su vida de árbol:
en su oración / reza otro tiempo
El curioso plural, que apertura la fe cristiana tradicional y ortodoxa, aloja en la madera lo divino:
Los dioses del taller / viven alongados
¿Qué Dios es éste, el del taller del carpintero?
De cedro / es Dios
Dios, como el cedro
…impide / y ofrece //la palabra /de su reino
En una serie de aproximaciones básicas en la web encuentro algunas características de la madera de cedro.  Entresaco de aquí y de allá: Es muy buena madera, su aceite la hace resistente a la putrefacción, los hongos y los insectos. Es duradera, ligera, muy estable y se trabaja muy bien porque tiene un nervio derecho y una fina estructura de vetas.
¿Tendrá algo de esto que ver con el Dios de este taller? Su reino: la luz del mueble finamente terminado. Palabra dada, ofrecida, eso sí, en el trabajo paciente y delicado.
No todo trabajo finaliza como se diseñó. Con frecuencia se encuentran dificultades, nudos, se dirá en otra parte. Por eso:
Dios // es un árbol / agrio en la savia
El oficio de escribir, de crear poesía, tiene también algo del taller de artesano; el papel es madera, que se ofrece o se resiste. Y Dios-cedro es inspiración o vacío para el poeta
Cuando / tu hoja en blanco // no tienen oficio// y te obliga / descalzo //
a mirar /tanta niebla
Como en la matemática, aquí se aplica la propiedad reflexiva. Si de cedro es Dios, también
La madera / es misterio
Así, una vez terminada la labor, el carpintero
Se persigna / ante el mueble
ante lo sagrado de la madera, de lo creado. En la paradoja de su gesto sorprendido, el carpintero se ha divinizado, se ha vuelto a su vez creador.

La política y las culturas
En este “taller de cedro” se habla de política. La mesa de trabajo es la primera en hacerlo:
y suele hablar /mal del gobierno // del rey /y los suyos
Se habla contra el imperio, contra el de Roma, que acabó con Jesús de Nazaret, y contra todo imperio.
le duele / al imperio // dueño de todos / los caminos // la palabra / de un hombre
La palabra de Jesús le dolió al imperio romano, la palabra de un hombre, predicador, carpintero o poeta, le sigue doliendo a los imperios. Al hombre-madera, al hombre-amor, al hombre-con-palabra, el clavo lo punza.
Hacia el final del poemario se recordará la república española como ideal político truncado, pero volveré sobre esto.
Lo cultural también es tema de conversación en el taller. Las herramientas, que vienen de lejos, recuerdan que
hay tribus y naciones / lenguas y maneras / de enfrentar la muerte
recuerdan el origen de las ciudades-estado, con sus murallas y leyes
y una ley / cuando se levantan / los muros
El cordel, revelando su ego, hace memoria de estas ciudades; él es
lugar / que funda la piedra

El árbol y la madera
La magia del taller está en el árbol que ha dejado de serlo:
Este cedro /queriendo salvarse //ya no es árbol /ni pertenece a la tierra
Las distintas maderas recuerdan su origen, su jerarquía, su calidad. Se echan de menos el nogal español,  el ébano africano, el azahar asiático
el nogal / que nunca viene / / árboles de Oriente // jerarquía  del ébano
mañana siembro / azahar de la India
Nobleza y gentileza se atribuye los árboles que dan lo mejor de sí:
Un árbol / da madera noble
los eucaliptos / son gentiles
Colorantes naturales dan brillo a la madera más sencilla, pero no es lo mismo
azafranes / y carmencitas // iluminan / mienten
Según se dijo,
Después de aserrada… // la madera /no es árbol
Una vez cortada
La madera / es misterio // la hay de sombra y de intemperie
La espiga de la madera //... crece hacia / lo oculto
Y los nudos son
lunar del bosque
Enfrentar la madera, oficio del artesano, es tarea dolorosa. La conciencia ecológica está presente en Taller de cedro.
otra cosa es… tallar ese remordimiento
Se aconseja no cortar lo innecesario.
No cortes / el árbol // demasiado rojo / en las hojas
Se sufre con el árbol, se ha visto la injustica, el drama del bosque desolado, la desigualdad de la lucha del hacha con el hombre.
jamás estaremos a mano / en los vacíos del bosque //
ese dolor del cielo / te persigue hasta el fondo  //
quien labra / vislumbra el universo

El aprendiz
El oficio de artesano no se aprende en la escuela. Es al modo antiguo:
un aprendiz mira // y el oficio / viene solo
El aprendiz y el carpintero son socios en el crear, en el seducir;  juntos admirar el mueble:
hace unos días / era sueño // y lo fuimos / seduciendo //  marcamos sus partes //…
hoy está / frente  a nosotros // esa luz encarnada / viene de adentro
El aprendiz contempla al carpintero con cercanía y, con algo de indiscreción, cuenta:
Amanece // a la puerta / de los aserraderos //busca restos /de árboles
Anda evitando nudos, “cicatrices del bosque”.
Este aprendiz-Antonio-poeta que se deja entrever escuchando y recibiendo
la palabra del tío
Vaya / y compre una luna
el papel escrito por el tío
Clavos de una pulgada / y dos tablas de pino
Palabra y papel del tío Antonio Cruz, voz y sombra del taller, a quien dedica el poemario Antonio Trujillo: el aprendiz, poeta y artesano.

El nosotros: asociación aprendiz-carpintero y  compromiso con el lector
El uso de la primera persona del plural sin ser abusiva, es recurrente en el poemario. El nosotros mostrado en la creación del mueble como alianza aprendiz-carpintero aparece en diversas ocasiones más, abriendo el texto a una mirada cómplice, como diciendo: también tú, lector, eres aprendiz.
Hay una invitación a dejarnos rozar el alma, a dejar tocar nuestros espíritus por la gubia, por la palabra poética, sin lo cual
estamos perdidos
Hablamos con el árbol, escuchamos la última exigencia a punto de su muerte; exigencia por la vida, por la palabra dialogante:
Lo hacemos / y algo nos convence
No cortes / el árbol //…//
lo quiere Dios / sobre nosotros

Hacia el final
Los poemas finales representan una mirada aguda, detenida, del aprendiz que descubre al emigrante-carpintero:
Era él / hablando en otra lengua / escondido en otro idioma / con ropas de extranjero
De noche… fuma / y sufre
Su taller es
…una altura // aquél reino
Evocación de Palomares, y su poemario El reino –naturaleza en la que se refugia el andino, y que a su vez se inspira en el imaginario de los textos cristianos que recogen la predicación de Jesús de Nazaret. Un reino como ideal de humanidad. Reino que se ha transformado aquí en Taller de cedro.
La memoria de la muerte, evocación de la guerra civil española, es un nudo difícil de trabajar, en una estilla:
son años con esta estilla / dentro de una república //
una guerra / nunca muere
El aprendiz observa al carpintero -al tío hacia el final de sus días. Está pacificado:
Habla solo / y lo siento victorioso
Religión y república confluyen sin trauma:
un día de estos / entro a misa / con mi corazón rojo
(Finalmente no entrará:
lo detiene / el oficio
La madera es más paz).

Epitafio: nudo y luz
Nudo, calidad de madera y brillo atraviesan el poemario: resistencia, dificultad adicional del nudo, madera de buen cedro, luz de la obra creada. El poema conclusivo es último deseo, a modo de epitafio de aprendiz que maduró su oficio:
Dios quiera // llegue a tus manos /veta más hermosa
y sueñes y digas // no importan / ya los nudos
toda madera  / ilumina
Amén.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Cielos descalzos, juego sagrado




La poesía, en su función original como factor de la cultura primitiva,
nace en el juego y como juego
Johan Huizinga

El holandés Johan Huizinga (1872-1945) escribió su Homo Ludens en 1938. En este texto afirma que la poesía es “un juego sagrado, pero, en su carácter sacro, este juego se mantiene constantemente en la frontera de la alegría desatada, de la broma y de la diversión”. El deseo de belleza “se siente como prodigio, como embriaguez de la fiesta, como arrobo”. [1]
La asociación del juego con la cultura, desde J. Huizinga, o de la infancia y el juego con la historia (con lo sagrado, el rito y la danza) como propone Agamben en Infancia e historia, nos sitúa bien para afrontar la lectura del poemario de Wafi  Salih: Cielos descalzos.
Cortázar define el juego no como algo infantil, sino como “una actividad profundamente seria, el juego como algo que tiene su importancia en sí, un sistema de valores, que pueda dar una gran plenitud a quien lo está practicando” [2].
El vínculo del juego con la poesía es más específico. Beatriz Osés García[3] identifica tres rasgos que hermanan poesía y juego: libertad, gratuidad y creación. Se puede decir que la asociación del juego con el arte, la literatura (Cortázar) o la poesía (de nuevo Huizinga) estriba en su carácter libre (aunque paradógicamente reglado: “se desarrolla dentro de ciertos límites de tiempo, espacio y sentido, en un orden visible, según reglas libremente aceptadas” –dice Huizinga), gratuito (“fuera de la esfera de la utilidad o de la necesidad materiales” –de nuevo Huizinga) y creador.

Tratándose de literatura infantil, mal llamada con frecuencia literatura para niños –me advierte con toda verdad mi amigo Armando Hernández Quintero, escritor y profesor de literatura-[4], la simbiosis juego y poesía aún es mayor. La infancia es la etapa de la vida en la que aún el mundo mercantilista del trabajo no se ha apropiado de los corazones humanos -como lo hará en muchos casos hasta reducir el juego al entretenimiento del no-vivir-, el juego es aún arte sagrado de creación, ejercicio progresivo de humanización. Desde estas claves acerco el texto de Wafi Salih, Cielos descalzos, a sus posibles lectores.

El haiku como juego
El haiku, un tipo de poesía que en autores como Basho o Issa adquiere características místicas o espirituales, sin perder esta dimensión -o quizás precisamente para mantenerla-, es en Wafi tratado con un tono lúdico que en el presente ensayo pretendo rescatar.
La poesía como juego se muestra en primer lugar en el juego de palabras, presentes tanto en la antigua poesía popular, los trabalenguas y dichos rimados, como en los juegos fónicos, anomatopeyas y cambios de acento de las palabras, la prefijación, la sufijación, la división del discurso, o la construcción artificiosa de la frase. Rafael Alberti o Gloria Fuertes son exponentes destacados en la lengua castellana contemporánea de estos juegos lexicales.
Huizinga se detiene en el haiku japonés:
…en su forma actual es un pequeño poema de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente, casi siempre expresión de una tierna impresión de la vida de las plantas o de los animales, de la naturaleza o de los hombres, a veces cargada de cierta melancolía y otras con rasgos de humor ligero. […] Primitivamente el haikai fue un juego de rimas encadenadas, que uno iniciaba y otro proseguía.
refiriéndose en particular al juego poético que realizaban Batsho y sus discípulos.[5]
Beatriz Osés García –en el enlace ya citado- se suma a esta descripción del haihu como juego, a partir de su forma breve, concisa:
…un juego con un puzzle de muy pocas piezas, con la esencia de las palabras, con un estilo desnudo y, al mismo tiempo, sugerente y lleno de matices, con la posibilidad de crear pozos y abrir diferentes niveles de lectura, de provocar diversas interpretaciones y de despertar alguna reacción en el lector.
Las repeticiones sum, sum; salta, salta, así como el abundante uso de diminutivos (cangurito, fantasmitas, monito, ratoncito, pececitos, sirenitas, caballitos, farolitos, pijamitas, piedritas, gordito…) en los haikus de Wafi Salih que refiero aquí, expresan esta dimensión lúdica en el uso de las palabras.

Lo lúdico como proceso de hacernos personas
Pero, retomando a Huizinga, en segundo lugar se muestra el juego en las temáticas asociadas al poema.
No solamente en la forma exterior del discurso existe una conexión entre poesía y juego. De manera igualmente esencial se nos presenta en las formas imaginativas y en los motivos, y en el modo en que éstos operan y se expresan. […] …el substrato es una situación de la vida humana o un caso de sensibilidad humana apropiados para comunicar la tensión a otros.
Sobre estas situaciones de la vida me detengo. Los haikus de Cielos Descalzos van describiendo distintos tipos de juego, que corresponden a los que los psicólogos en la línea de Piaget, han identificado como procesos del desarrollo evolutivo humano. Las dos primeras fases resultan relevantes para el acercamiento a los haikus de Wafi Salih: el juego funcional o de ejercicio y el juego simbólico.

El juego funcional tal como lanzar, esconderse, caminar, golpear…, que permite el dominio del espacio, se expresa en este haiku de Cielos Descalzos:
Salta salta / en su saco de dormir / el cangurito
El juego simbólico se muestra en sus más variadas vertientes.
Como interacción con la naturaleza, niña-manzana:
Esa niña come  / esa manzana redondita / un mundo rojo
Como interacción social, niña en el juego del alimón:
Detrás del árbol / una niña en esa foto / juega al alimón
Como sustitución de objetos, cometa por odalisca:
En el cielo / una odalisca de papel / mi cometa
Como sustitución de la naturaleza, mangos por luces de árbol navideño:
Titilan para mí / como árbol de navidad / los mangos
O, en otros haikus: piedritas por soldados, sol por señor gordito, dibujos en la arena por muñecas, calas blancas por fantasmitas.
Como sustitución de animales:
Pueden leerse los haikus de Wafi Salih, desde lo que Beatris Osés García confiesa:
En la mayoría de mis poemas recurro a los animales para crear imágenes poéticas. La animalización es un medio para distanciarme y, al mismo tiempo, hablar con libertad de los animales que llevamos dentro. Estos personajes conectan con el tiempo de la infancia y con la tradición. Me permiten el juego de la inversión, la vanguardia y la ruptura con lo previsible.
Para el lector –amplío su receptor, que ella concreta al aula-:
…resulta divertido, incluso liberador, aceptar esta propuesta para voltear la realidad y buscar otra más original, más equilibrada o más justa.

Los animales que somos
La presencia de haikus relativos a animales en el texto de Wafi operan del mismo modo: transformados en otra cosa, permiten imaginar un mundo más justo…. Permiten, además, descubrir los animales que cargamos en actitudes y conductas.
Como hicieran las antiguas fábulas, algunos de estos haikus lanzan un reflejo sobre nuestra sociedad, con sus  cautividades, trabajos forzados, guerras, mercado de pobre, poderes monárquicos. Y al hacerlo con humor, desbaratan su pretensión de poder dominador: luciérnagas cautivas, tanque de guerra, bolsa de mercado o rey viquingo están allí para burlarlo.
Otros haikus desprestigian la apariencia asentada en el mundo urbano, tanto como el discurso vacío de ciertos círculos sociales: los ponen en entredicho. Así el monito de circo, el cisne o esta gallina:
Señora con fustán / la gallina clueca / no deja de parlotear

El disfraz de los héroes
Las acciones humanas y los oficios aparecen en los haikus de Wafi al modo de otra sustitución simbólica, la del disfraz. En esta ocasión, con una valoración más positiva. Dice Huizinga, refiriéndose a la personalidad del héroe, que mantiene la tensión en los textos literarios:
…el héroe lleva una máscara, se presenta disfrazado, encierra en sí un misterio. De nuevo estamos muy cerca del ámbito del viejo juego sagrado, del ser escondido que se revela a los iniciados.
En Cielos Descalzos, ratoncito y gato, panadero y caballero, pasan por héroes:
Un caballero / mi gato con bufanda / en el invierno
Tiene aires  /  este ratoncito blanco / de panadero

Otro mundo posible
Pájaros y peces surcan la poesía, son voces que la habitan –dice Beatriz Osés García. Así son los haikus de Wafi Salih: gaviota-pañuelo sobre la playa, pececitos sin prisa, pájaros volando.
Van sin prisa / pececitos de colores / pájaros de agua
Anuncian otro mundo posible, el de la poesía y la fiesta, con justicia y sueños cumplidos: alas de cristal (transparencia del mundo), versos de agua que la naturaleza plasma (el pulpo), la celebración de la vida y de la noche que alumbran los cocuyos.
Es mundo en el que el pobre es visibilizado:                                                    
Son farolitos / en el rostro del pobre / los cocuyos                                 
Las ovejas –signos del insomnio desestabilizador- también duermen empijamadas:
Visten las ovejas  / del niño de su cama / pijamitas blancas

El estado de ánimo
Termino con Huizinga:
El estado de ánimo que corresponde al juego es el arrebato y entusiasmo, ya sea de tipo sagrado o puramente festivo, según el juego, a su vez, sea una consagración o un regocijo. La acción se acompaña de sentimiento de elevación y de tensión y conduce a la alegría y al abandono.
Esto se muestra en los haikus de Wafi, en los que la presencia del yo se hace determinante. Mares y cielos, estado de ánimo de elevación y abandono:
Una sirenita  /  galopa en mis sueños / caballitos de mar
Cuando la miro  / la jirafa parece / tocar el cielo
El entusiasmo admirativo se hace evidente en estos versos:
Ah mariposa / tus alas entre las flores / confundidas

Cielos descalzos, juego sagrado
Descálzate, la tierra que pisas es sagrada (Ex 3,5) -dirá YHVH[6] a Moisés en el texto de la Torá. Es tradición que aún conserva el Islam entre su ritual religioso. Nos descalzarnos para acercarnos a la tierra nueva, al mundo de los sueños, para entrar en él respetuosos, con tiento; para acceder al mundo de la infancia como ante el bebé dormido, para no despertarlo… Y sorprendentemente observamos que son los cielos los que se han descalzado…. han entrado a nuestro mundo de puntillas o, con los versos de Wafi, sutilmente rondándonos, como si de un juego se tratara:
Rondan las flores  / el sum sum de las abejas / cielos descalzos
¿Aceptamos entrar en el juego?




[1] Johan Huizinga. Hommo ludens. Alianza / Emecé. Madrid 1972, capítulo 7, poesía y juego; 
el texto en la red: patriciadamiano.blogspot.com/2016/02/johan-huizinga-homo-ludens-7-juego-y.html
[2] Revelaciones de un cronopio
[3] Ver el excelente texto  breve http://www.centrocp.com/el-juego-de-la-poesia
[4] Evocamos Los viajes de Gulliver o Alicia en el país de las maravillas, como referentes paradigmáticos para no confundir la literatura infantil con literatura para niños.
[5] Haïkaï de Basthô et des ses disciples, trad. de K. MATSUO y STEINILBER-OBERLIN, París, 1936; citado por Huizinga.
[6] Transliteración invertida del nombre hebreo del texto sagrado, sin vocales, para evitar –en lo posible- discusiones de escuela.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Sobre Neón, de Yurimia Boscán



El poemario Neón fue publicado en el 2001, aunque evoca experiencias de la autora a lo largo de varios años anteriores.
Si me adentro en él, después de las lecturas recientes de Ramón Palomares y Pedro Ruiz,  es porque la mirada sobre la ciudad –como en estos poetas andinos- tampoco es cálida. Parece ser Yurimia otra de estas poetas con pasaje de ida y vuelta.
El poeta Omer Machado, por ejemplificar en contraste, es un amante de la ciudad.  Estructura su poemario en torno al amor y la muerte en la ciudad. Amor que se expresa en metáforas marinas: “piratas de ahora” (23), “navegaré tu cuerpo” (29), “una hamaca es un barco / Y una cama el océano” (35), “tripular tus naves y tus costas” (39); pero sobretodo amor “vagando en sepulturas”, amor “ de un autobús”, “amor de las esquinas (15), amor “de las tascas de la ciudad incesante” (21): “Vengan amores, los invito / Beban conmigo los días de mi ciudad” (15); amor “de dos” (33), amor -finalmente- a la misma ciudad: “dile a mi ciudad que hoy la espero para embriagarnos” (25). (Ciudad en que muero y otros amores. Omer Machado. La campana Sumergida. 2005. 68 pp.). No sucede así con Neón.

Ventana, voz y tránsito
Una primera clave estructural para abordarlo la dan su primero y último poemas. La ventana  se abre al inicio del poemario, y a lo largo de él permanece abierta, es ventana en la ciudad, ventana desde la que salta la voz y se miran los rostros:
Desde mi ventana vital / salta mi voz (página 6)
Casi muerta miro todos los rostros / desde la extraña ventana / compañera (21)
La letanía se alterna / con alas de paloma / en la ventana (30)
Al final del poemario, parece ser ventana que se ha cerrado, y a la que nadie llama:
Ya la diosa ciudad no toca mi ventana  (46)
La voz de la ciudad, presente de principio  a fin, es aullido y grito, transpiración, monóxido:
La voz se vuelve / monóxido salivado //
En las noches / aúlla la ciudad (7)
Perpetuando en las voces / mi transpirar (9)
…los gritos no me pertenecen (22)
Gritos y más gritos / alguien debe haber muerto  (25)
Lo más sigiloso e íntimo de la voz, susurro y murmullo, en la ciudad se trastoca en ruido ensordecedor  e incomunicación:
…el susurro / es una moto… (7)
…el murmullo apareado / de sílabas perdidas (18)
Incluso la entrañable música, sólo se ha convertido en telón y distanciamiento:
La música sirve de telón  (20)
Efímera / guitarra distanciada / de esta voz / que canta / su propio funeral  (34)
La evocación de El muro de Pink Floyd, agrega al poemario una mayor carga de distanciamiento respecto de esta ciudad Neón.
¿Qué diría Floyd / si me viera / contra su pared? (46)
Al final del poemario, ya el trayecto ha sido recorrido. La temprana advertencia: Pasajera soy ciudad (6), ha sido confirmada. El poemario se cierra desde la mirada objetual. Se ha roto el vínculo con la ciudad. No ha sido madre protectora: La ciudad es madre / que aleja y no alberga (28); y puede ser recordada tan sólo de pasada: Repaso el trayecto y me pregunto (46).

Ritual de tránsito
El paso por la ciudad se vive al modo de un ritual. Un ritual que permite el paso a otra etapa. Exige sacrifico de sí, sangre incluso. Ritual que, por otra parte, entraña reconciliación y superación de los pecados:
Desnuda voy / en shamánico ritual / cubierta de sangre y pena… (6)
A esta ciudad me inmolo (23)
pretendí reconciliarme (17)
Mis pecados y presagios… guardo en mi closet (43)
Es el pago para acceder a la Arcadia soñada, a la ciudad de la utopía:
…sin habitarte / para volver –en harapos- / a mi Arcadia  (6)
Utopía que se caracteriza de otros modos,
en el afán deseante, aéreo: … quisiera volar / como el Hombre Park (22)
o tal vez: En silencio // en El Silencio (21)
o en la identificación paradisíaca con la naturaleza: Me convertí / en hormiga / en jardín / en sombra en chaguaramo (17).
Pero se arroja la duda impertinente sobre ese final feliz:
Había una vez / un rincón con flores y lluvia / ¿o lágrimas? (24)
Y así surge la pregunta indirecta sobre si tales rituales y rezos alcanzarán a un Dios desconocido que, desde sus alturas, probablemente no reconocerá lo que proviene del fondo de lo humano:
Rezando a no sé qué Dios / en las alturas / desde el fondo (24)

Ciudad ajena, violenta y dividida
La ciudad interpelada es una ciudad que se siente como ajena. La relación personal  ha desaparecido. El trabajo es un sinsentido, la contaminación lo penetra todo:
…no hay rostros (8)
…la gente corre de prisa 1(6)
…con el absurdo trabajo cotidiano (24)
Me confundo /…/ cubriéndome de hollín (9)
La violencia se hace cotidiana:
…y la luna galopa sobre una cuchillada (7)
El poema más leído / en mi ciudad / es la página roja (8)
El drama social se revela sin máscaras, en los cerros que rodean la ciudad:
La ciudad se eleva… // Allí está la otra parte… // Simulan vivir…
…mientras más alta / más hondo nos socava (15)

Dolor de los sentidos
Los sentidos no pueden evadir el tránsito por la ciudad. Es parte del ritual verlos sufrientes, heridos.
Los sonidos son perturbantes, ya ha sido referido con anterioridad: grito y aullido. Cuando no se trata del pregón público: El pregonero anuncia (30).
La vista sufre: con luz de subterráneo (8), el bar oscuro (14), el fogonazo luminoso (9), las luces amarillas, el semáforo (25), los reflejos (10), el color naranja de las orillas (15), el claroscuro (36), la noche embombillada (18), las luciérnagas / suicidas (22).
Los ojos perciben la ciudad detenida:
…se detiene lenta / ante mis ojos (14)
…miro todos los rostros (21)
Y duelen  …los ojos de los niños…  (41). Se cansan los ojos de ver tales cosas:
Tengo ojos viejos (38)
…un abril de ojos marrones (42)
Los fluidos corporales denotan la aglomeración y el malestar del cuerpo
monóxido salivado… (7)
En el autobús repleto de secreciones
…cubriéndome de hollín…. // mi transpirar (9)
La esperanza // no distingue / lágrima de sudor (10)
tu sudor (20)
Andante melancolía / sudorosa (23)
La sexualidad sigue el ritmo encendido de la ciudad:
Desnuda voy… (6)
abrazar el sexo abaratado…
atar su sed / a un bar oscuro (14)
…entre respiraciones (16)
…pies al ritmo / cuerpos al son (20)
Estas ciudades / con sus bombillos de pieles / encendieron el entre / de mis piernas (44)
El cuerpo aparece una y otra vez ligado fundamentalmente a las secreciones orgánicas y a la sexualidad: sangre, saliva, secreciones, sudor, transpirar, lágrima, desnudez, ovario, sexo, sed, respiraciones, soplo, pies, cuerpo, boca, entrañas, mano, entre-piernas.

Tristeza: dolor de adentro
Unas pocas veces se agregan –respecto al cuerpo- términos vinculados en el texto al dolor, la tristeza o la soledad: rostros, cabeza agachada, cordal, ojos.
dolor en la cordal… en el ojo… en el ovario… (11)
Les duele / tanto hueco húmedo (38)
Tanto es el dolor que el cuerpo se quiebra, y se suplica el fin de ese dolor:
Tengo grietas… (29)
Que no me duela más / el lado de la cerca que me toca (41)
Tristeza y hueco húmedo (38-40) recuerdan a Vallejo, en los llamados “Poemas humanos”:
Tú sufres de una glándula endocrina…. (El alma que sufrió de ser su cuerpo);
En suma, no poseo para expresar mi vida sino mi muerte.
Los días jueves y los huesos húmeros
Nótese  la unidad cuerpo-alma en su sufrir, la unidad de vida-muerte, y el juego fónico “huesos húmeros” - “hueco húmedo”. Estos poemas preparan el camino para la cita explícita:
Como Vallejo, sé que no sé… (42)

El encuentro con los amantes
El encuentro con los amantes está lejos de evaluarse, finalmente, como plenificante. Se describe como:
Sed calmada en un Bar oscuro… (14)
Mi Bohemia, tu sudor (20)
mi Zona Roja (36)
Y los amantes de Hotel, sin futuro (35), quedan apenas convertidos en sílabas pérdidas o  fantasmas:
Murmullo… sílabas perdidas… nombre olvidado (18)
Número de teléfono… fantasma por el cable (31)
Ausencias (43)
A lo sumo, se han metamorfoseado en memoria sensible de: …un perro / besándonos la mano (32). Si alguna huella de amor han dejado, la conciencia de su sexualidad necrofílica o sádica es un aviso:
Los hombres que amo pastan… me borran… me degüellan… (44)

La casa de mi closet y otras casas
Los versos dedicados al closet, como casa de refugio, más allá de la mitad del poemario, indican que el cuerpo tiene por fin un lugar para su reposo, un habitáculo:
En la casa de mi closet / habita mi cuerpo (28)
Aunque sea pequeño espacio, en él se construyen balcones y cortinas, protección de la orfandad (28).
El ensayo de Kristel Guirado, leído con ocasión de la Filven – Los Teques, (30-11-2016), penetra excelentemente en esta perspectiva del closet y la casa, que vincula este poemario con Ama de Casa.
Y no sólo el closet. La mención de mi casa de Las Colinas permite realizar la aperturidad de éste a otros poemarios de Yurimia: Ama de Casa y Los últimos días de la casa.

La neblina a cuestas (25) de la casa de Las Colinas, casa de infancia, congenia bien “con el río a cuestas” del poeta andino Pedro Ruiz, en su poemario Campesinos, al que se hizo mención al comienzo de este ensayo. Pero esto son tan sólo algunas pistas para nuevos ensayos…. Que no serán sobre Neón.