jueves, 19 de noviembre de 2020

Palabras de sequía


Desde mi casi retiro monástico en otras “calimas” miro y admiro el tránsito poético de un grupo de jóvenes tequenses que van creciendo en su decir, al ritmo del acompañamiento cultural de esta pequeña urbe, primero, y al ritmo de sus propias experiencias en esta compleja contemporaneidad que nos mira y atraviesa entre inocente y perversa. Conocí a algunos de los poetas de Sequía, en estos trances de intercambios culturales y festivales locales. Allí aprendí su voz. Allí compartimos la nuestra, incluso con la participación de algunos jóvenes de mi barrio El Cristo. 

Entro a sus textos sin demasiados prejuicios y me dejo arrastrar por el conjunto, que ya habrá tiempo para percibir las voces individuales; me dejo llevar por su propuesta colectiva; y, así, por el lenguaje del símbolo y el mito hebreo o griego que recorre los versos: Eva, Lilith, Eris, Narciso, Diana, Dionisos, Perséfone o Cerbero; y algún egipcio: que por allí asoma Bastet, la diosa-gata de la fecundidad y el amor. El pulular de una secreta alquimia, indescifrable misterio de lo oculto, incluye en sus ingredientes el Tarot y los Astros, Dioses, Diosas y Bestias, Moira y Destino. 

Y en eso andamos, a paso de lector, entre la liberal desmitologización que proscribe a los dioses y sus secuaces –el ocaso de los ídolos, de la modernidad nietzcheana: “la vieja verdad se acerca a su final”-, y el reconocimiento de nuevas formas de lo sagrado. Ciertos rituales, con predominio de los eróticos o de trance personal, guían al lector a través de mágicas palabras e intrincados callejones: un clamor al dios-padre facebook se hace eco en murmullo asambleario; un ritual orgásmico conecta con los antepasados… 

Me propongo “Tiempo y ser” (Heidegger en reversa) como clave para seguir leyendo. En los usos verbales de Sequía se lee el devenir del tiempo o el instante detenido. Acuden imágenes de una civilización que fue, al modo de un paraíso original, en el que no corrían riesgos las especies: 

Por aquellas épocas éramos verdes / un amor de bossa-nova / coexistíamos con las bestias 

Más tarde “se extinguieron las abejas”. La continuidad de la vida, sin el factor polinizador, está en riesgo: es la Calima presente. Seres fantasmales a lo Juan Rulfo, en Pedro Paramo o Luvina, o criaturas sin origen cierto que llegan acompañadas de gnomos… 

Venían de afuera / sin embargo parecían criaturas nacidas en Calima, bautizados en terribles escombros la capa cenicienta de su piel nos lo advertía: «han llegado para quedarse». 

Con la Calima, la sensación es esta: “el paso del tiempo se ha detenido”. Calima es la cotidianidad de la panadería y el vaso desechable. Un niño con hambre. La basura en las calles. Es el amor, con formas escurridizas; y es la muerte. El futuro utópico o distópico, apenas asoma en los versos, entremezclado con la realidad. No queda más, dice el poeta: “acepto este mundo”. Así queda “consagrado” como “habitante de la Calima”. Pero el mundo no es el mundo, que ha sido transfigurado en un universo de espejos. Alicia se ha ido, pero el viaje de ida y vuelta está asegurado. Así que la Calima toma formas, por momentos, de futuro añorado o de final sinsentido. O de pasado paradisíaco poblado de flores, rosas, árnicas y girasoles; y pájaros, palomas o conejos… 

Los elementos más terrenales de este mundo: fuego, aire (+viento, brisa), agua (+ríos) y arena (+tierra), se desgranan a lo largo de los textos; en cierto contraste con otras visiones más aladas: luna, sol, cielo y estrellas. Lo terrenal ofrece muchas vertientes: fuego de inquisición, fuego escupido, fuego ilusión del espejo, viento que lleva aromas de frutas, viento-aliento amoroso, viento que acaricia, viento que algo trae, arena que cubre, arena de se desmorona, agua profunda, agua que sigue su curso, agua que interroga a las piedras…. Y está la ceniza y el “Zamuro: palabra del hombre”. En contraste con la luna misterio, luna alquimia, 7x4, mentira tal vez; y las estrellas que “soportan la caída del cielo” o ríen. “Cielo: palabra de Dios”. 

Tal vez en consonancia con esta aceptación del mundo-Calima, algunos poemas, preconizan la complacencia con el goce presente y el ser en sí mismo. La palabra de un yo-mujer resuena con fuerza; “soy ama y señora de mí misma”. También el eco de Wiltman: “Soy / y obro / en función de mí mismo… Me celebro”. Pero, tal complacencia en sí, entra en crisis, en versos cosmogónicos-apocalípticos 

Tiemblo sobre mi origen / por ser el hijo de mis terrores 

El sueño de ser Dios / el sueño de ser el universo 

El asunto de ser, dios, otro, uno mismo, espejismo, ajenidad…. queda problematizado –entre opuestos tensados- una y otra vez 

¡Quiero permanecer en los misterios de tu ser! 

Soy el Dios / Soy la Bestia / Soy el otro 

Soy un habitante… / ¡NO! / Un extraño 

hermética / me encuentro fundida con las árnicas 

abeja y colibrí beben de mí / templo los opuestos 

soy / raíz / cielo / cometa / suelo / vasija / palabra / diosa 

íntima con una bóveda que yace ahora desbordada 

Rafael Cadenas, el de los Cuadernos del Destierro, o Ramos Sucre, resuenan en algunos de estos versos del yo y sus hazañas, como en el poema “Errante”, pero solo son reverberos de estos autores, que aquí los versos toman su propio camino. La marca del relato fantástico, de la narrativa de ficción con universos paralelos se hace presente en relatos de vampiros, gnomos, duendes, criaturas sin origen ni final, Alicia desaparecida sin dejar rastro, el Kraken o la fata Morgana. 

¿Qué vida nos es dado esperar? Teresa de Jesús poetizaba: “Tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Fue su camino místico. Más recientemente, y si de alta vida se trata, Claire Denis, en su película High life (2018), por otra parte, no tan recomendable, va con una de alturas siderales. En un comienzo memorable “un astronauta en el espacio exterior repara el fuselaje de una nave cuando oye llorar a un bebé por la radio. Al entrar en la nave, un rectángulo negro en la puerta, simbolizando la inmensidad del universo sirve para lanzar los cadáveres del resto del casting al vacío espacial” (críticas filmaffinity). La incursión a un agujero negro es la misión de los indeseables del planeta. Algo así se me antoja, la imagen del desierto (¡celeste!) tragando a los “Habitantes de la Calima”. 

La duna celeste 

Exhausta / mientras temblaban sus piernas / se aferró a mis manos 

y ahogada en tristeza habló de la arena: 

Un día nos tragará el desierto / con sus ojos enormes / con sus fauces azules. 
El ritual ha sido consumado. El lector ha pasado el trance. Es uno más entre los habitantes de la Calima. 

Tomás Martínez Sancho 

Los Teques, 1-10-2020