lunes, 26 de septiembre de 2016

Sobre Wafi Salih, Vigilia de huesos



CANTAN LOS RUISEÑORES

Cauto azulejo / escondes tu belleza / entre los nísperos (TMS)

El haiku es poema de la vida. Sin pretenderlo como estrategia planificada, enseña.

CONTEMPLACIÓN

El haiku invita a contemplar. Dice de las pequeñas cosas, apunta a la naturaleza como maestra del arte de vivir.

Las pequeñas cosas
El haiku se fija en ellas, nos hace prestarles atención contemplativa:
En Vigilia de Huesos, de Wafi Salih, son los pequeños insectos: cocuyo, luciérnaga, libélula, mariposa, mosca, hormiga; o las aves: pájaro, ruiseñor.
¿Qué se dirán / de rama en rama / los ruiseñores?
Se incluyen en otros haikus de Wafi los animales domésticos tan comunes: perros y gatos. En estas miradas, miradas-otras, taladradoras de lo real, se incluyen animales despreciados, sapos y gusanos, o sus excrementos:
Florecen / sobre una bosta de vaca / dos azucenas

Ciclos cosmológicos y fenómenos naturales
Las cuatro estaciones, el sol y la luna, el día y la noche, los ríos y montañas, el viento y la lluvia, la roca y el oleaje, son elementos presentes en los haikus de Wafi.
Día sin sol: / el croar de los sapos / trae la lluvia
Ya es verano / las moscas / en su ronda hostil
Como en la película del maestro Kim-ki-duk: Primavera, verano, otoño, invierno y… otra vez primavera, los haikus expresan la sabiduría oriental taoísta: “el Ciclo Cosmológico”, vinculado a los fenómenos de la alternancia día-noche, las estaciones, la floración y el fruto… transcurre de acuerdo con la dinámica que produce el equilibrio de los opuestos Yin-Yang que trae armonía, renovación y vitalidad.
Contemplo el mar / enfurecido sobre la roca / no logra quebrarla

Elementos formales
Una estructura repetida, que ayuda a fijar la mirada, consiste en una acción simple y tres sustantivos, dos relacionados por el verbo, y un tercero señalando circunstancia:
Fuera de casa / esparce la noche / su tempestad
Los “verbos metafóricos”, como en este haiku de Buson: El sol en el ocaso / pisa la cola / del faisán cobrizo; o el recurso de la humanización de este otro, del maestro Onitsura: Una vez lleno de agua / el jarrón recibió / a la camelia; son vías formales para la mirada penetrante sobre lo naturaleza; evocadora de lo esencial de la vida.
Wafi escribe:
En el río / los amantes desbordan / la inmensidad
El sol de hoy / juega con las nubes / de este poema.
Ofrendan la noche / los blancos jazmines / bajo la lluvia.
A veces, formalmente, el juego metafórico del haiku está cercano a una definición, un enunciado o una adivinanza:
La angustia: / luciérnagas en ronda / sacuden el corazón.
Noche en vela: / el amor de los gatos / sobre el tejado
La primavera: / en la cesta del mercado / canta el día
Inocencia:/ el niño toca la luna / con una mano

El sujeto contemplativo expreso
En ocasiones se introducen en los haikus los verbos ver, contemplar, mirar… Así se hace explícito el sujeto que contempla, reforzado en el caso que sigue con una pausa en el movimiento:
Me detengo / contemplo las hormigas / sobre mi sombra
Estos elementos formales invitan, insinúan y, con sutileza, permiten acceder a la contemplación por un camino más expedito.

DIALOGUICIDAD: AMOR Y DESAMOR
Si bien el haiku tradicional de los maestros japoneses, por lo que me consta, está referido a la naturaleza, otros poetas contemporáneos se han ejercitado en él, desde otras claves. Benedetti es un exponente latinoamericano, con su Rincón de haikus, de un tipo de haiku más socio-político.
Desde estas pistas contemporáneas que se abren, Wafi aporta un grupo de haikus, centrados que el encuentro de dos, yo-tú:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Cuando te veo /una flor invisible / perfuma el aire
O en su desencuentro:
Vacía para mí / colmada de palabra / ésta: tu carta
Borra tu huella  / la niebla, el dolor / y estas lágrimas
Hablas de amor / indiferente la brisa / enfría tu aliento
En la mayor parte de estos casos, puede apreciarse que Wafi no deja de lado la mirada contemplativa sobre la naturaleza.
Este diálogo, hay veces en las que deja de incorporar a un tú humano directo, para establecerse con un tú animal o flor:
Gato travieso / al borde de mi cama / ronroneas
Flor de verano / un gusano silencioso / roe tu tallo
Aunque detrás de ellos se esconda el sujeto humano, como en éstos:
Detente, detente  / corazón de libélula / el sol te quema
Pájaro gris / tienen prisa los años / en tu plumaje.

VUELVO A MÍ
Contemplación de la naturaleza, con preferencia formal por la tercera persona; dialoguicidad, presente en los haikus en segunda persona; y también haikus en primera persona, en los que el hablante es un yo. De éstos trato en lo que sigue.
El femenino del sujeto, permite lanzar un anzuelo sobre la autora, metamorfoseada sin pudor de purista literario, en el yo del haiku. La introspección no es aquí un ejercicio psicologista, de introversión recluyente, sino el reconocimiento de su historia pasada:
¿A dónde zarparon / los barquitos de papel / de cuando era niña?
Y presente:
En esta casa/ como una luciérnaga / estoy sola
Para, finalmente, asumir desde la mayor libertad y abandono, el propio ser:
A la intemperie / en vigilia de huesos / llevo mi alma
Me desnudo / borro lentamente / cada palabra
El final del poemario, apunta a la vida que se abre entonces:
Vuelvo a mí: / unos ruiseñores / cantan ahora
Ejercicio del vivir.                                                                                                                    

sábado, 24 de septiembre de 2016

Sobre Yurimia Boscán, Ama de casa



Ama de Casa
En Los últimos días de la casa (poemario de Yurimia Boscán escrito posteriormente a éste que nos ocupa) la presencia de la casa se ha hecho obvia. Su antecedente lo tenemos aquí: en una casa hermana.  En el poemario Ama de casa hay un desdoblamiento de sentidos. Es un continuo la mirada poética sobre la casa. Me atrevo a decirlo: en Ama de casa, lo primero es la casa, la casa que somos. 

La casa del amor y el desamor que somos
Primero es la casa. La primera mención que se hace del término “ama” no se refiere a “dueña”, sino al amor.
Una mujer está en casa / ama desde la llama…
Y sigue, en otros poemas:
En casa/ al sábado temprano lo dormimos / le hacemos el amor calladitos
Entrar en la casa / hacer el amor
La lujuria de la casa
Además de las figuras eróticas dispersas en el poemario:
Topo rastrero hurgando
Y la cabalgata / se urge en mi hondura
Caballo brioso
Luego, el amor perdido, el vacío:
…nuestro / diccionario amoroso / se redujo / a una lista de mercado? //
¿Quién…/  se fue primero / de esta casa / vacía / que somos?
Y en Cama-jardín:
Olvidar / Marchitar / Secar

De la soledad amorosa al vacío existencial
[La casa] se vuelve callejones, laberintos, rutina, máscara… Y allí están la soledad de las noches, la casa de vacíos, cuarto sin compañía,  humo o pastillas para obviar la vida.
sé de mi almohada / y de miles de noches / cansadas // que me ignoran
humo humo humo // para no ver
Casa de estufa / de vacíos… // La pastillas en la mesa de noche / (para que nada duela)/  El cuartito oscuro / por donde nadie pasa
La vida aparece expresada, agotada, gastada, en las cosas más cotidianas de la labor del ama de casa:
Soy un retazo cosido de la abuela.
 [El cansancio] es un poema logrado que ahonda en la vida hecha re-frito, simulacro, en un juego de intercambios entre cena y vida de la mujer:
El cansancio (propio de la mujer)/de la cena (se atribuye a la cena ese cansancio)
Cuerpo flotando (de la mujer) / en la comodidad de lo sobrante (es referido a los restos de comida hechos cena)
La cena / eterno  dilema / del re-frito (comida refrita, vida refrita)
Simulacro (de comida, de vida) / puesto sobre la hornilla
A tal punto se describe el vacío que la “ama de casa” pierde la identidad personal, la mujer se vuelve sólo reflejo deambulante:
No sé quién soy // Habito en los /espejos
La sutil referencia a Vallejo en “la puerta de un horno” o en los golpes hondos, aquellos “como del odio de Dios”, en el poema Lugares comunes, agrega en su intertextualidad otra dosis más de dolor y soledad. De ahí la blancura como ausencia, como nada, blancura del silencio, del dolor.
Blanco el camino que te lleva a Dios/ blanco silencio/ blanco dolor…. // Blanco adiós… // Blanco final
¿Será esta nada-blancura la puerta abierta para el trascendimiento, al modo de ciertas vías místicas (Eckhart, San Juan de la Cruz, v.g.) en la que se exige vaciarse para acceder a lo divino? ¿O tal vez ese Dios es también Nada-Blanco final?

El humor y la ironía como recurso crítico
Ama de casa: Dueña de qué, dueña de nada, dueña del aire… parece resonar la adaptación. El título del poemario, ya de por sí, resulta ser un recurso al humor.
Ser ama de casa se problematiza humorísticamente en una cotidianidad de amores y desamores, de vacíos y añoranzas. La desazón y el vacío desbarata la pretendida felicidad otorgada a la señora de un reino sitiado –es la denuncia del fracaso de tal reinado-. El amor también lo hace –desbaratar-. Entrar en casa / hacer el amor… es un final irónico para un salir de casa descrito para acciones rutinarias y sojuzgadoras. Máxime que el título del poema es Obligaciones. La inversión de situaciones no está exenta de ironía. ¿Es obligación –para un ama de casa- quedarse en casa? ¿Y quién hará el mercado? ¿Habrá que entender que es obligación hacer el amor?
La paradoja establecida entre el título de uno de los poemas Lugares comunes, con estos versos de otro: …el sacrosanto lugar / de la mujer, es un ejemplo más de este fino humor. El lugar común, el locus de lo cotidiano, se ha vuelto “sacrosanto lugar”. O el sacrosanto lugar de la mujer, claustro al que fue reducida por siglos la mujer, se ha hecho lugar común, espacio profano y profanado.
La simplicidad: minimalismo formal, existencia desnuda
En la mayor parte de los poemas son suprimidos los signos de puntuación. Se recurre a la frase breve, a la enumeración. Sólo en Palabras compuestas y [Mi cocina empotrada] las enumeraciones se pueblan de comas.
En varios de los poemas la enumeración se apoya en la supresión de los verbos, a lo sumo un participio:
Estereotipo: Codo…  // Sopa y jugo….
[La casa] / mi bocacalle más ancha…
[El cansancio]/ de la cena // Cuerpo… // La cena… // Simulacro /puesto sobre la hornilla
En otros poemas, al contrario, la enumeración se apoya en los verbos en infinitivo:
[Incorporar a la dieta] // Dejar de buscar // Desprenderte…
Ama de casa: Doblar… / guindar… // Coser  
Obligaciones: Salir de la casa / sacar… / comprar… / pagar // Entrar a la casa / hacer el amor
Enumeración simplificada al extremo en  Cama-jardín, construido con tan sólo seis verbos en infinitivo, en ingenioso recurso a su duplicidad de sentidos.
Este minimalismo formal se vincula estrechamente, por un lado, con las cosas comunes (nombres) y con las acciones cotidianas (verbos), y por otro, con la soledad y la ausencia de sentido, expresadas con las figuras de vacío, blancura, humo.

Lo cotidiano: Intrascendencia y Deseo
Lo dice en el prólogo la misma autora. No existe en el texto el sujeto trascendental, tan solo lo cotidiano con voz propia, los lugares comunes del exilio, la cocina, la ropa, el detergente, el agua hervida, el plato, el clóset, el pan, la fruta, la sopa, el jugo…  Exilio al que “se somete voluntariamente”  el ama de casa culturalmente acondicionada. Es la voz de la postmodernidad, con los sueños en bancarrota y los horizontes desechos.
Sin embargo, ser humano, ser mujer,  pasa por desear, y allí volvemos. Se escurren entre los versos las palabras deseantes.
quizás pretenda / desaparecer una historia // o dos
esta soledad me salva / y me aniquila
y pretendemos ser felices
Y sobre todo en éste, grito existencial del Ama de casa, donde se hace manifiesto el deseo de salvación desde el encuentro personal con un tú que no se alcanza:
¿A quién /…/ colocaremos dentro/…/ que nos salve?

martes, 20 de septiembre de 2016

Sobre María Calcaño, Canciones que oyeron mis últimas muñecas


Se trata de un conjunto de poemas numerados, del 1 a 40. María utiliza como punto de partida inspirador el texto bíblico del Cantar de los Cantares, en la tradición de San Juan de la Cruz, que creó su Cantico espiritual en un maduro ejercicio hermenéutico.
Muñecas olvidadas
El título del poemario de María Calcaño, junto al primer poema, dan un tono experiencial propio, el de una mujer que tempranamente fue entregada en matrimonio, dejando en un olvido forzado sus muñecas. Sólo que estas muñecas no se van… se quedan oyendo sus versos de amor.
La estructura del primer poema queda marcada por una inclusión. Así abre y cierra:
Había olvidado las muñecas / por venirme con él. // De puntillas… me alejé de mis niñas de trapo / por no despertarlas…
Había olvidado las muñecas / / Ahora él se ha ido: / lo mismo. / Despacito, por no despertarme…
El hombre hace lo que ella con las muñecas. La deja. Así se comunica al texto la ambigüedad de la relación. Entre cuidado y olvido. Entre delicadeza y amor objetual. Y así se abre la duda de si la mujer es amada como tal o es tan sólo muñeca para el hombre. Y surge otro interrogante más, a la  vista del título. Las muñecas no están dormidas, sino que escuchan sus canciones. ¿Será su “señor” capaz de componer nuevas canciones, después de irse? ¿Estará ella dispuesta  a oírlas?
Un cambio vital se refiere. De la niña que juega con sus muñecas a la adolescente colgada del brazo del hombre, alegre y cantarina, una con la naturaleza florida. Pero no se detiene ahí la vida.
¿Señor, poeta o amado?
Desde el segundo poema se arroja una duda sobre la relación con este hombre.  Yo no pensaba / que era mi señor, / pero era mi poeta / y su verso fue una cadena / sobre mi corazón. En Cantar de los Cantares se utiliza la figura del amor como un “sello sobre mi corazón” (8,6) con isotopía de significados.
Algo de fina ironía se refleja en este poema, al referir en primera persona las lágrimas en los ojos de la mujer al irse el hombre, y considerarlo aun así su señor. Es un señor que encadena a la mujer con su falso verso, y luego se va. La joven se admira de que el hombre, sin conocerla, le bese las manos. Como el jardinero de R. Tagore, que logra convencer a la princesa de retenerlo en su servicio con su sólo besar de manos. Redunda el poema 11 llamando al hombre señor, hilando sus sábanas (a lo Penélope), regando las flores a su paso, soltando sus sandalias (en referencia al ejercicio del siervo que transmite el texto del evangelio en la relación de Juan Bautista con Jesús). Y el poema 12: de rodillas, mulliré mi cansancio, por seguir esperándote! En el 19 se le reprocha al hombre que pasó a su lado sin darle la cara, sin decir una palabra… Sin embargo ella, aún sigue pegada: Con tu cara voy, señor!
Mas, de la fina ironía, la mujer  pasa al cuestionamiento frontal de esa relación señor-sierva, en el plano del amor. En el poema 18 la joven mujer ve la comitiva triunfal: corona, manto, galas… en la que va el señor. Y juzga que le salga así a su paso, “bajo un peso de oros mezquinos”.  Esa escena recuerda el texto de Cantar en el que se describe, también para cuestionar, la comitiva militarista y opulenta de Salomón (Cantar 3, 6-11: para este enfoque ver Pablo R. Andiñach, “Crítica de Salomón en el Cantar de los Cantares”, REVISTA BÍBLICA Argentina, Año 53 – 1991, Págs. 129-156, [129]). La relación se describe desde el poder y el control del otro como objeto. El sujeto queda desvanecido bajo los oropeles. Es lo que el poema desvela. La mujer, en un abierto ejercicio de autoexamen, apunta un cambio (poema 21):
Había querido alcanzarte / cerca de tu propio palacio...//
Y de la tierra inclemente / y desconocida, / oh! Señor, (dice ahora con tremenda ironía, fruto de la sabiduría que da lo vivido)/ no he traído más que este polvo…
Hay una esperanza para la relación. Que el señor deje de serlo. A esto apunta el poema 15.
Dejó su reino / para estar confundido entre todos./ Sentado a mi lado / es un campesino más. Y aún en el 22 se le acepta como esposo y señor, pero sólo tras haberla seguido presuroso, “por la estela rosada de (su) huella”. Una nueva relación parece describirse en el poema 38: Sin doctores, /ni iglesias, / ni papeles, / nosotros nos casamos / por amor.// Como un par de campesinos. /Como somos. / Vamos!
Crítica socio-antropología a la manifestación sexual del varón
En varias ocasiones se lanza una mirada crítica sobre el modo convencional de relacionalidad del varón respecto a la mujer. En el poema 35 se cuestiona la mirada posesiva, cosificadora, despersonalizada: “Fue cuando su mirada / pasó sobre mi pecho. // Y él me miró / sin verme”. El contraste objeto-sujeto resalta aún más en la canción 18, ahora como crítica de la mujer a las galas, coronas y manto del varón,  que no permiten verlo en su verdadera dimensión. De un encuentro evocado en el poema 9, sólo queda como recuerdo: “mi vestido celeste (in-significancia del encuentro personal) / junto a su hondo respirar (pulsión del deseo del varón)”. 
Del palacio al campo
Los espacios simbólicos del amor están bien presentes en el poemario. El palacio (21) o la comitiva triunfal (18) no son ámbitos propios para la genuina relación de amor. Tú eres el verdadero reino… (31), llega a decir en una crítica radical a la relacionalidad fundada en las propiedades y el poder.
La naturaleza desborda en muchos de los poemas de Calcaño. Ya desde el primero:
…iban mis manos colmadas / de bejucos floridos de campo,/ de alegría, de amor, de fragancias. // Todo el cielo volcado en nosotros!
Imagen recurrente en los poetas del amor, desde Cantar (Nuestra casa es de frondas / y las vigas de casa son de cedro, y el techo de cipreses: C 1,16), al mismo Benedetti (el cielo raso se convierte en cielo…)
El campo! / Mi campo es sólo esto: / alegría, alegría, / alegría callada y desparramada! (15). Han vuelto ya lo tréboles/ para enjugarte la sábana tibia (19).
Me quedaré contigo,/ florecita mía! / Estrechada contra mi corazón… tú eres él y soy yo…. (23). Vamos! /como en el campo! /cogidos de las manos / retozando… (38).
Se asiste como en el Cantar a la transfiguración de los amados en naturaleza-flor, en cuyo texto él y ella: ambos son lirios (C 2,1-2).
Así sigue María Calcaño, la senda trazada por Cantar, donde  la amada es jardín cercado, vergel de granadas, con árboles frutales, aromáticos (C 4,14); su vientre es trigo rodeado de lirios (C 7,3); sus ojos, agua de alberca (C 7,5); su cabeza, como el monte Carmelo (C 7,6); su cabellera, rebaño de cabras sobre los montes (C 6,5; 4,1); su talle como palmera; sus pechos, racimos de uvas (C 7,8), cervatillos que pacen entre lirios (C 4,5); su aliento, perfume de manzanas (C 7,8), sus mejillas, mitades de granadas (C 4,3; 6,7). Es ciudad bella (C 6,4), nardo fragante (C 1,12-14), viña, lugar aromado (C 1,6; 8,12),
El amado es viña de Engadí (C 1,14), huerto de azucenas (C 6,2); sus mejillas, eras de balsameras; sus labios, lirios; sus rizos, racimos de palmeras; sus ojos, palomas junto a arroyos de  agua (C 5, 11-13); es manzano entre árboles silvestres (C 2,3), su fruto es dulce (C 2,3), es esbelto cedro (C 5,15), su boca destila leche y miel (C 4,11).
El goce de los sentidos
En el libro de Cantar la belleza está para ser mirada, o para retirar de ella la mirada. El amor: juego de miradas. Una mirada de amor cautiva, subyuga, y los ojos se pierden en el placer. Reciprocidad de miradas. Mirar y ser mirados. Vedlo ya que se detiene (C 2,9). Me robaste el corazón con una mirada tuya (C 4, 9). Retira de mí tus ojos que me subyugan (C 6,5).
La hermosura de los amados no se reconoce sólo por la mirada. Todos los sentidos la perciben, el tacto la encuentra suave y delicada. Las acciones de introducir, agarrar, recoger, tomar, abrazar, besar, están presentes en Cantar. Las manos y los labios aproximan los cuerpos. Mi amado metió la mano por la hendidura y por él se estremecieron mis entrañas (C 5, 4). Cuando encontré al amor de mi alma lo agarré y no lo soltaré (C 3, 4). Su izquierda está bajo mi cabeza, mi derecha me abraza (C 2, 6). Tu talle es una palmera; tus pechos, los racimos. Subiré a la palmera, recogeré sus dátiles (C 7, 8).
Como en el libro de Cantar, el amor que poetiza Calcaño está pleno de goce sensorial, en especial desborda de sensualidad visual y táctil. Sólo una muestra de ello en los cinco primeros poemas: Colgada de su brazo, ceñida con él, mis manos colmadas (1). Me miró con cariño, me besó en las manos, me temblaron los labios, con lágrimas mis ojos (2). Me miro en tus ojos, tus ojos como ese chaquito (3). Mis ojos van y vienen, lucecitas vacilantes, acariciándote los negros cabellos, te estaré besando (4).  Y brillaron sus ojos, y aletearon sus manos (5). Ya hacia el final del poemario, boca, manos, tacto, ojos, labios, destacan la sensualidad del encuentro (37).
En la ruta de María Calcaño
Me parece descubrir dos referencias a María Calcaño en Lydda Franco Farías y Ramón Palomares. Me hago eco de ellas.
El vientecito suave del amanecer con sus primeros aromas (1969) es el título de un poemario de Ramón Palomares que, a semejanza de este de Calcaño, se inspira en el Cantar de los Cantares, y sigue un orden numérico para dar paso a cada una de las canciones. Esta similitudes y la cercanía del título con el verso “fue como un vientecillo suave” (canción 5 de María Calcaño) permiten situar a Palomares en la estela de María.
La expresión “te estaré besando”, en un contexto de dificultad, es común a dos mujeres y grandes poetas del occidente de Venezuela: María Calcaño y Lydda Franco Farías.
te estaré besando / en plena noche de angustia (canción 4 de María Calcaño, 1956)
Y yo que te estaré besando /  en la fuga precipitada (Poemas circunstanciales, de Lydda Franco Farías, 1965)
Algunos poemas
Poema 3
Es particularmente bello y de un esmerado trabajo estructural este poema. Abre y cierra “camino de la feria”.
La primera parte refiere cómo se ve reflejada en los pocitos dulces, los manantiales del camino; y esos manantiales son como los ojos del amado. Cantan las ranas y ella también.
La segunda parte comienza con la situación de la muerte. ¿Serán tus ojos cómo ese charquito seco? –se pregunta. Y ya no canta. Sentada en una piedra / lloro.
Los contrastes pocitos dulces-charquito seco, cantan (Yo también)-ni canto, me retratan-ni me retrato, feria-no feria, refuerza el paralelismo por oposición de las dos partes.
El desplazamiento del afuera-adentro, exterioridad-interioridad, es otra clave para leerlo.
A través de los charcos, en el afuera de la feria, hay un desplazamiento a los ojos del amado, y de ahí al adentro de las emociones propias (canto o lloro, alegría o tristeza).
Poema 5
El poema 5 se estructura según un esquema sensorial: oído-tacto-ojos, pero dando prioridad al ver, verbo con el que se hace una inclusión.
En la primera estrofa el amado le dice al oído a la amada su hermosura.
En la segunda se refiere el paso del amado, como un vientecillo suave, por sus ropas.
En la tercera y cuarta son los ojos brillantes del amado ante la desnudez de la amada, y el aleteo de sus manos.
Progresivamente se va mostrando la desnudez de la amada, con los cabellos cubriéndola, las ajorcas, lazos y prendas desprendidas. Y hasta el amanecer, su guirnalda vencida.
Poema 10
El poema comienza con el contraste social entre un pordiosero y la casa cerrada, con su jardín de rosas y los niños bullangueros. En el contexto de los poemas de amor que lo rodean, puede ser leído desde la tensión que anteriormente señalaba palacio-campo. La casa con su jardín, está cerrada al amor, el pordiosero se queda fuera. La mano de la aldaba está cerrada. Es un puño que golpea. No tiene palma para acoger, o dar la bienvenida. El pordiosero “sigue allí, / frente a la mano / muda, / sin palma!”.
Mujer empoderada, en el amor de iguales
Detrás de los poemas se narra la experiencia de la mujer empoderada. Habiendo sufrido la cosificación objetual, el desprecio por su corta edad o por su vinculación a lo rural y campesino, la mujer toma la vida en sus manos, se vuelve poeta, es ella ahora la que lanza sus versos, opta por un amor en libertad.
Si el verso de un hombre la cautivó engañosamente, ahora busca a su rey, pero con el fin de hacerlo salir de su palacio, lanzando piedrecitas en su balcón, para sacarlo de su soledad, en el ensueño de reunirse con él a jugar (34). Hasta que vengas un día / por el verso de tu esclava! (33). La mujer asume la palabra poética, el verso que hace brotar lo mejor del otro, su aperturidad.
Yo soy para mi amado y mi amado para mí –es la expresión de la reciprocidad del amor en el texto del Cantar de los Cantares. Algo semejante reflejan los poemas 39 y 40, últimos del poemario.   Estoy guardando el sueño de un niño que no es mío…. (39) remite al poema 1, en el que era el varón el despierto, y la mujer, dormida, es abandonada como muñeca. Ahora, cerrando el poemario, es la mujer la despierta, la que no abandona al hombre que ama (“un niño que no es mío”, al que no se aferra posesivamente, por tanto), la que –adulta- lo vela en su regazo. Olvidados sus juegos, amanecía con esposo, con un nuevo esposo que “es la primavera”. Y nadie la tiene “más que él” (ella lo tiene a él, en reciprocidad) (40).

Sólo unas pistas como invitación a retomar a esa excelente y original poeta, en su tiempo no suficientemente reconocida, y de la que ahora disponemos de una oportuna y de fácil acceso Antología poética, con selección y prólogo de María Eugenia Bravo, en la editorial Monte Ávila. Feliz lectura.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Sobre Armando Hernández Quintero, Mis manos en tus manos


En estos días de inicios del mes de septiembre, en el Semanario de la Alcaldía "Somos Guaicaipuro", la escritora Yurimia Boscán dedicó una página completa a la presentación elogiosa, cálida y cuidadosa, de la obra del poeta y amigo Armando Hernández Quintero. Es ocasión propicia para ahondar en la lectura de la obra poética de Armando. Aquí dedico unas palabras al poemario Tus manos en mis manos.
La lectura de este poemario se hace fácil y agradable tarea -no por simple, sino por humana- . Es un ejercicio de amena intimidad, de sosegada memoria.
En la evocación del padre se despliega la tierra canaria (herreña para más señas), más que tierra isla, isla y mar, isla de la calcosa y la astia, la cabra y el gofio, los hurones, el vino, el queso y el gamame, isla de la música hecha jota…
En el primer poema reverberan el otro Hernández y sus cabras (Glú, glú, glú/ hace la leche al caer/ en el tisú/ del cielo…), Vallejo y sus golpes (Hay golpes en la vida… como del odio de Dios).
Entre las Elegías al padre descuella Jorge Manrique como pionero en habla castellana, o Gerbasi como clásico nuestro (en Mi padre, el inmigrante), con su tema de inmigración y mar por medio, pero es más cercano aún Palomares (“Elegía a la muerte de mi padre”, El reino) con sus imágenes de corporalidad -piel, ojos y manos-: Ábrele los ojos … huélelo y tócalo… con la terrible mano tuya recórrelo… Que tus manos no muevan más esos cabellos…que tus ojos no escudriñen… Como cercano es el zuliano Mena (“He visto a mi padre”, Oficio de existir): Sus ojos, mi piel, sus ojos, mis manos… nuestros cuerpos tendrán el brillo de los elegidos…
Estos elementos corporales de continuidad y cercanía, manos y ojos, mas con la originalidad del propio existir, abren y cierran el poemario de Armando: En nuestras manos, tus manos encallecidas… tus ojos en mis ojos…
La segunda parte del poemario reproduce, en cierto realismo cotidiano, personajes cercanos de nuestra tierra venezolana, con sus perros cacri y las frías tan convenientes.  Pero no por ello los poemas dejan la isla. El mar une las tierras (por esta mar andamos…). Se trata de una mirada más externa, descriptiva las más de las veces, con lenguaje de crónica periodística incluso… El poeta parece flotar sobre lo las imágenes-crónica, navegar más bien, para, en la tercera parte, asomar la universalidad presente en lo acontecido existencial, la universalidad transida de mar: los Llanos de Miquelén, la quena andina, o el terminal de Buenos Aires, confundidos en él. Mar, todo mar. Al fin y al cabo, la conexión con su isla que no deja nunca de estar presente.
Lo que se anuncia en estas dos partes últimas referidas –segunda y tercera- se explicita como nostalgia en la cuarta. Vuelve la jáquima y su burro, el jacho solitario, y la cáscara de naranja, las pímporas y naipas, los nísperos y solladíos… y siempre el mar.
El mar y el amor cierran el poemario. Amor a la hija, amor al mundo, amor corporal, gozoso… Hilos de fuego que se bañan en el mar… Esta vida inmigrante se ha tornado hilo tejido y destejido, una y mil veces, sobre el vino y el mar, sobre el amor y la muerte.