domingo, 7 de febrero de 2016

Sobre Giorgio Agamben, Profanaciones



El libro Profanaciones es una recopilación de ensayos, algunos muy breves. Con un estilo por momentos poético, deja puertas abiertas a la creatividad pensante, resultando sumamente evocador. Presento tres de estos sugerentes ensayos, con algunas preguntas para nuestros contextos.

Ángel (Genius, Daena, Ariel)
El hombre no es solamente yo y conciencia individual. Convive con un elemento impersonal y preindividual: su Ángel. ¿Qué ética es posible, si nuestra vida no nos pertenece? ¿Separarnos del Ángel? Así lo hace Próspero, en el mito: renuncia a su Ángel. La fuerza que le queda es la suya. Comienza a vivir una vida humana.
La ráfaga de viento es presencia de Dios para Elías, el profeta de Israel, mientras que, para Agamben, es paso del Ángel, en abandono. El Ángel es el Misterio en nuestra vida. El Misterio que nos sorprende con su presencia o con su abandono radical. Importante reflexión que podemos hacer desde nuestra fe cristiana, o desde las prácticas religiosas de nuestros ancestros.
¿Cómo nuestra fe religiosa, nuestra fe en el Misterio Mayor, favorece la construcción de una vida humana plena de sentido? ¿Cómo descubrir  horizontes de autonomía personal y de independencia económica y política, desde una relación creativa y no mutiladora con nuestro Ángel?

Magia y felicidad
La felicidad no nace de nuestros esfuerzos, nos es dada gratuitamente. En los escritos judeocristianos están los Profetas, que respondieron con dignidad a lo que sentían. Tal vez no fueron tan felices. La pareja que presenta el Cantar de los Cantares parece vivir con mayor felicidad, a pesar de sus huidas y carreras. Kant sacrificó la felicidad a la dignidad, dice Agamben. ¿Qué felicidad es ésta que no se permite sino lo digno? ¿Qué es lo digno, en todo caso? ¿No está hecho de convencionalismos, de super-yoes, de patriarcalismo?
Invitación a la felicidad que nos hace Agamben y que nuestros pueblos originarios aprendieron mejor que el occidente de pensamiento kantiano. Y no se malentienda a Agamben: felicidad no quiere decir para él irresponsabilidad, sino aprendizaje del disfrute cotidiano, relacional; aprendizaje de los sencillos placeres que nos ofrecen los sentidos, en el respeto y la solidaridad.

Elogio de las profanaciones
Profanar lo sagrado es devolverlo al uso. En América Latina se ha hablado, después de los 60, de cómo “la Biblia se ha devuelto al pueblo”. La Biblia fue y sigue siendo con frecuencia instrumento sagrado de dominación, de poder. Ahora se ha profanado. Se ha sacado del templo y está en las casas del pueblo. Se lee, se reflexiona, se cuestiona también, se recrea en relatos imaginativos, se juega con ella...
Profanar, dice Agamben, es arrancar del ámbito del poder. Por eso es una acción política. Secularizar es trasladar el poder de lo sagrado celeste a lo terrestre, en la nueva religión del capital. Profanar es un acto que derriba muros y fronteras. El arte se hace sagrado en los museos. Profanar el arte es devolverlo al uso, jugar con él, acercarlo a la gente.
Jesús de Nazaret fue un gran profanador. Sacó las leyes de la usurpación  sacerdotal y farisea para entregarlas a la vida y al pueblo. Proclamó un Templo sin exclusas, sin divisiones, donde el dios fuera para todos. Los primeros cristianos fueron considerados ateos. Fueron expertos en profanaciones. Sin templo, sin dirigentes ni días sagrados. Pusieron el tiempo sagrado, los lugares sagrados, las cosas sagradas, la dirigencia sagrada... al uso de todos: los hicieron cotidianos. Las casas y los encuentros se convirtieron en realidades hondamente profanatorias. La fe en la encarnación atenta contra toda sacralidad. Supone una radical profanación. Lo más sagrado, el dios, se pone a descubierto, al uso de todos. Nace en un lugar profano, muere fuera de la ciudad santa, en el lugar de los malditos. En la alianza con el Imperio los cristianos re-sacralizaron la nueva religión.

La “religión institucional” necesita ser profanada. Nacida en Occidente es hora de ponerla al uso del pueblo venezolano. Sin los sacerdotes del viejo culto que nos acechan. Y no vayan a pensar que me refiero en exclusiva a los “líderes religiosos católicos” de nuestra región; los “sacerdotes del viejo culto” están en toda religión, y también los llevamos dentro.