viernes, 17 de julio de 2020

RILKE Y RAMOS SUCRE: DOS POEMAS



 
Rainer Maria Rilke (1875-1926) y José Antonio Ramos Sucre (1890-1930), poetas contemporáneos entre sí, murieron con 51 y 40 años respectivamente, tras pasar por sanatorios de Suiza, y aquejados por el insomnio (ambos), la depresión (Ramos Sucre) y la angustia vital (Rilke). El pasaje por distintas ciudades, los viajes de ambos, son parte de esta búsqueda en “tiempos menesterosos” (Holderlin), sin hallar sosiego ni descanso. Poetas itinerantes, podría llamárselos. Rilke murió de leucemia y Ramos Sucre por una sobredosis de medicamentos. Depresión y angustia quedaron plasmadas en su escritura. Releyendo sus textos, me llama la atención cierto paralelismo entre estos dos poemas que aquí presento:

Preludio
YO QUISIERA estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte. Ellas es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.
(José Antonio Ramos Sucre, La torre de Timón, 1925)

Amo de mi ser las cosas oscuras, / en las cuales se ahondan mis sentidos;
en ellas, tal como en añejas cartas, / hallé mi vida diaria ya vivida,
superada, hecha lejana leyenda.
De ellas sé que tengo espacio para una / segunda vida, anchurosa y sin tiempo.
Y a veces soy como el árbol que adulto / y rumoroso, encima de una tumba,
cumple el sueño que el muchacho, ya sido, / (por el que se entran sus raíces cálidas)
perdió en melancolías y canciones.
(Rainer Maria Rilke, Libro de la vida monástica, Poema 5, 22 de septiembre de 1899.

Los poemas comienzan con la mención de lo oscuro.

YO QUISIERA estar entre vacías tinieblas
Amo de mi ser las cosas oscuras

Se acercan a ello con deseo: el amor o el querer del yo poético se colocan en el centro. Con una diferencia: mientras que para Ramos Sucre las tinieblas son exteriores a sí mismo y representan el aislamiento social que referirá más adelante como su “fantástico asilo”, para Rilke se trata de las cosas oscuras de su propio ser.

Pronto afloran los sentidos. La voz poética rezuma sensorialidad. Sentidos lastimados por esa oscuridad amenazante o más bien ahondados en la búsqueda introspectiva.

porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige
en las cuales se ahondan mis sentidos
(en las cosas oscuras del propio ser)

Los recuerdos se asoman en Ramos Sucre, y junto a ellos el impulso de borrarlos, pues representan una amenaza. En Rilke, por su parte, la memoria corresponde a un lugar de encuentro añorado, con algo de irrealidad, y con cierto sentido mítico: melancólica canción de juventud y sueño incumplido.


ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.

como en añejas cartas, / hallé mi vida diaria ya vivida, / superada, hecha lejana leyenda.

cumple el sueño que el muchacho… perdió en melancolías y canciones.

Un giro en el texto. Desterrados los recuerdos, en Ramos Sucre, o a expensas de ellos, en Rilke, se lanza una mirada adelante. Con matices diversos en ambos: superación de la memoria de dolor, en Ramos Sucre, o vida renovada en Rilke.

yo lo habré escalado de brazo con la muerte
(¿el movimiento?, ¿el asilo?, ¿los dos?)
sé que tengo espacio para una / segunda vida, anchurosa y sin tiempo.

Los símbolos de esta nueva situación, las imágenes empleadas por los poetas, son potentes referencias que representan algunas perspectivas más generales de sus obras. Verticalidad y mito les son comunes.
En Ramos Sucre, es la muerte "una blanca Beatriz", la misma a quien Dante idealizó en su Comedia como amada que lo guía a través del Paraíso, llevándolo en ascenso hasta escalas superiores. Se hace patente la ambivalencia entre muerte y ascensión, entre atracción y repulsión, oscuridad y blancura…. Su imagen, sin embargo, aparece como una Inmaculada de Murillo, con la luna a sus pies, vencedora del mal (simbolizado en el mar con sus míticos monstruos). La imagen que resurge en Rilke es la de la Naturaleza, también mítica: el árbol sorprendente, que se arraiga en los sueños perdidos de la humanidad y sobre ellos se eleva. Bajo los símbolos o sutiles mitos salvadores de “blanca Beatriz” o árbol, sobre los dolores o la tumba, se alzan nuevas formas de vida.

Ellas es una blanca Beatriz, y, de pie sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores.
el árbol que adulto / y rumoroso, encima de una tumba, cumple el sueño…  / (por el que se entran sus raíces cálidas)

Y, no obstante, contrasta los modos de salvación o solución retórica. Para Ramos Sucre no hay salida de la tumba, tan solo su reposo sin lamentos. En Rilke, la vida resurge como árbol adulto y rumoroso.

En fin, dos grandes poetas acercándose al misterio de la vida, desde su propia realidad humana quebrantada. Patología o no, en tiempos de pandemia, no es infrecuente asomarse a estos abismos del corazón.

No hay comentarios.: