Rainer Maria Rilke (1875-1926) y José Antonio Ramos
Sucre (1890-1930), poetas contemporáneos entre sí, murieron con 51 y 40 años
respectivamente, tras pasar por sanatorios de Suiza, y aquejados por el
insomnio (ambos), la depresión (Ramos Sucre) y la angustia vital (Rilke). El
pasaje por distintas ciudades, los viajes de ambos, son parte de esta búsqueda
en “tiempos menesterosos” (Holderlin), sin hallar sosiego ni descanso. Poetas
itinerantes, podría llamárselos. Rilke murió de leucemia y Ramos Sucre por una
sobredosis de medicamentos. Depresión y angustia quedaron plasmadas en su
escritura. Releyendo sus textos, me llama la atención cierto paralelismo entre
estos dos poemas que aquí presento:
Preludio
YO QUISIERA estar entre vacías tinieblas, porque el
mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada
que me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora
huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la
noche que cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad,
respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte.
Ellas es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará
la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más
la ofendida belleza ni el imposible amor.
(José Antonio Ramos Sucre, La torre de Timón, 1925)
Amo de mi ser las cosas oscuras, / en las cuales se
ahondan mis sentidos;
en ellas, tal como en añejas cartas, / hallé mi
vida diaria ya vivida,
superada, hecha lejana leyenda.
De ellas sé que tengo espacio para una / segunda
vida, anchurosa y sin tiempo.
Y a veces soy como el árbol que adulto / y
rumoroso, encima de una tumba,
cumple el sueño que el muchacho, ya sido, / (por el
que se entran sus raíces cálidas)
perdió en melancolías y canciones.
(Rainer Maria Rilke, Libro de la vida monástica,
Poema 5, 22 de septiembre de 1899.
Los poemas comienzan con la mención de lo oscuro.
YO
QUISIERA estar entre vacías tinieblas
|
Amo
de mi ser las cosas oscuras
|
Se acercan a ello con deseo: el amor o el querer
del yo poético se colocan en el centro. Con una diferencia: mientras que para
Ramos Sucre las tinieblas son exteriores a sí mismo y representan el
aislamiento social que referirá más adelante como su “fantástico asilo”, para
Rilke se trata de las cosas oscuras de su propio ser.
Pronto afloran los sentidos. La voz poética rezuma
sensorialidad. Sentidos lastimados por esa oscuridad amenazante o más bien
ahondados en la búsqueda introspectiva.
porque
el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige
|
en
las cuales se ahondan mis sentidos
(en
las cosas oscuras del propio ser)
|
Los recuerdos se asoman en Ramos Sucre, y junto a
ellos el impulso de borrarlos, pues representan una amenaza. En Rilke, por su
parte, la memoria corresponde a un lugar de encuentro añorado, con algo de
irrealidad, y con cierto sentido mítico: melancólica canción de juventud y
sueño incumplido.
ahora
huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la
noche que cubre el desierto de nieve.
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como
en añejas cartas, / hallé mi vida diaria ya vivida, / superada, hecha lejana
leyenda.
cumple
el sueño que el muchacho… perdió en melancolías y canciones.
|
Un giro en el texto. Desterrados los recuerdos, en
Ramos Sucre, o a expensas de ellos, en Rilke, se lanza una mirada adelante. Con
matices diversos en ambos: superación de la memoria de dolor, en Ramos Sucre, o
vida renovada en Rilke.
yo lo
habré escalado de brazo con la muerte
(¿el
movimiento?, ¿el asilo?, ¿los dos?)
|
sé
que tengo espacio para una / segunda vida, anchurosa y sin tiempo.
|
Los símbolos de esta nueva situación, las imágenes
empleadas por los poetas, son potentes referencias que representan algunas
perspectivas más generales de sus obras. Verticalidad y mito les son comunes.
En Ramos Sucre, es la muerte "una blanca
Beatriz", la misma a quien Dante idealizó en su Comedia como amada que lo
guía a través del Paraíso, llevándolo en ascenso hasta escalas superiores. Se
hace patente la ambivalencia entre muerte y ascensión, entre atracción y
repulsión, oscuridad y blancura…. Su imagen, sin embargo, aparece como una
Inmaculada de Murillo, con la luna a sus pies, vencedora del mal (simbolizado
en el mar con sus míticos monstruos). La imagen que resurge en Rilke es la de
la Naturaleza, también mítica: el árbol sorprendente, que se arraiga en los
sueños perdidos de la humanidad y sobre ellos se eleva. Bajo los símbolos o
sutiles mitos salvadores de “blanca Beatriz” o árbol, sobre los dolores o la tumba, se alzan nuevas formas de
vida.
Ellas
es una blanca Beatriz, y, de pie sobre el creciente de la luna, visitará la
mar de mis dolores.
|
el
árbol que adulto / y rumoroso, encima de una tumba, cumple el sueño… / (por el que se entran sus raíces cálidas)
|
Y, no obstante, contrasta los modos de salvación o
solución retórica. Para Ramos Sucre no hay salida de la tumba, tan solo su
reposo sin lamentos. En Rilke, la vida resurge como árbol adulto y rumoroso.
En fin, dos grandes poetas acercándose al misterio de la
vida, desde su propia realidad humana quebrantada. Patología o no, en tiempos
de pandemia, no es infrecuente asomarse a estos abismos del corazón.
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