domingo, 10 de diciembre de 2017

QUIÉN TEME A OLGA LUZARDO



No deja de sorprenderme cómo a una poeta del fuego de Olga Luzardo se la ha dejado tan al margen de la crítica literaria ocurrida en Venezuela. Y sin embargo, podría esperarse que mi sorpresa no fuera tal, dado el cariz abiertamente sociopolítico de gran parte de sus textos literarios, sin mencionar el compromiso vital que tras ellos habita. Conozco su obra, editada por la Universidad del Zulia, en una versión digital, y llama poderosamente mi atención esta Oración de la campesina de Camunare Rojo. Camunare Rojo es un poblado campesino de Yaracuy, del municipio Urachiche. Al nombre original del caserío, de probable etimología caquetía (camure henare = tierra amarilla con la que hacen vasijas), le fue agregado Rojo cuando en las elecciones Municipales de 1945, todos los votos del pueblo fueron para el PCV
(ver http://camunarecolinas.blogspot.com/https://es.wikipedia.org/wiki/Camunare_Rojo).

El poema que aquí se estudia pertenece a la obra Huellas frescas, y aparece fechado el  24-06-1951.
                                                                                                 
El Dios del poema

Sus dos temas de fondo, entrecruzados, son la propiedad de la tierra y Dios. Estos dos temas, Dios y tierra, se entretejen y fecundan a lo largo del poema.
Si el poema es oración a Dios, es porque se sitúa en el contexto de la religión popular cristiana; sin embargo, su rezo no será de un conformismo simple, sino que resultará en una poderosa denuncia contra la injustica de las élites económicas, políticas y religiosas, y la manipulación que ejercen sobre la imagen de Dios que la religión instituida ofrece. Este modo de tratar con la religión y con Dios en el discurso poético, se me hace muy cercano al que empleará más tarde el reconocido –aunque no tan analizado en sus textos- cantor y poeta Alí Primera, especialmente en su prototípico texto y canto: Flora y Ceferino.
Si el poema trata de la propiedad de la tierra es porque el contexto del que surge es el de un campesinado (de alpargata, zaraza y estero) despojado de su fuerza de trabajo y de su principal medio de producción.
Siete veces es nombrado Dios por este apelativo propio. Los calificativos que introduce el poema al referirse a él lo sitúan en un marco de familiaridad, cercanía y amor: Dios del cielo, Dios de mis viejos, Dios de los pobres, Dios querido, Dios al que quiero. Las metáforas empleadas, corazón de pan, beso del sol, desarrollan el sentido material-concreto, y no por ello menos espiritual, de la benevolencia divina.

¡Oh! Dios del cielo, corazón de pan,
beso de sol que apaciguando el frío
del hambre, de la sed, la calentura
llegas al barro de tu creatura.

Dos referencias a Dios con el término señor, lo vinculan directamente con la fuerza liberadora

yo te pido señor que nos des fuerzas 
para tomar las tierras que son nuestras,

Danos fuerzas señor para triunfar 
de los latifundistas inclementes

Tema este, el de la fuerza divina, que aparecerá de nuevo con sentido libertario: Danos… de tus gigantes fuerzas.

Al menos nueve recurrencias más a la divinidad se asoman tras los pronombres o adjetivos te, tú, ti, tu, tus, expresando con preferencia el tono de una confiada plegaria.

A esta visión de Dios se le opone otra: la del “soberano del tiempo y el espacio” que humilla al campesino, la del que no concede favores, “poder sin fuerzas, que sólo al rico le tendió las manos”. La religión oficial, en sintonía con esta segunda visión de Dios, se presenta como aquella que construye iglesias y organiza fiestas patronales a costa de los pobres, “bueyes cristianos”, pacientes Job resignados. El poema se torna una clara denuncia de la manipulación ejercida por los líderes religiosos para convertir la fe en opio, y así mantener al pueblo sometido.

Dios en la estructura del poema

En las primeras estrofas la campesina sujeto de esta oración pide fuerzas a Dios para luchar por la tierra, contra los poderosos. Dios se muestra como el Dios de los pobres, el Dios fuerte, el Dios querido. Es el Dios del cielo, corazón de pan, creador compasivo: beso del sol que llega a la creatura.

Sin embargo, entre las estrofas 4 y 6 se arroja la duda sobre él, y se describe la manipulación de Dios y la actitud absurda de sumisión. ¿Y si Dios no acude en ayuda del pobre? ¿Vas a ponerte tú del lado de los ricos? ¿Qué Dios es ese?

Posteriormente, en la estrofa 9, se le da a Dios un ultimátum, fundamentado en la experiencia ancestral de abandono:

si este favor humilde no concedes, 
(que tantas veces he pedido en vano)…
nada más pediremos a tu poder sin fuerzas 
que sólo al rico le tendió las manos,

De modo que se apuesta por la autonomía humana libertaria

Y haremos sin pensar en tu existencia, 
un mundo de bondad y de alegrías
para los desoídos, para los despreciados 
para los que imploro en las plegarias mías

Nuestras manos sabrán sembrar el pan, 
multiplicar las carnes y los peces,
las frutas endulzar con mil cuidados 
y hacer más rico el suelo que ya nos pertenece.

En la penúltima estrofa vuelve la tensión, en la que se mantiene el poema:

Bien contigo o sin ti, Dios al que quiero,
del que una vez espero y otra ya nada espero,/ tomaremos la tierra…

Doble posibilidad, que se desdobla. Sin ti:

Aunque tú nos las niegues,
las fuerzas sacaremos de donde no tenemos
y yo me iré con ellos a conquistar la tierra.

La plegaria final, refleja la segunda posibilidad, contigo, para cerrar como comenzó el poema:

Dios de mis viejos, corazón de pan 
yo te imploro y te increpo:
Si quieres que te amemos haznos fuertes 
para tomar las tierras,
que bien lo merecemos.

El tema de la tierra

Por seis veces se hace referencia explícita a tomar, rescatar o conquistar la tierra; y en dos ocasiones más se detalla el despojo sufrido de las tierras propias.
                   
Se apela a la conciencia de la propiedad de la tierra. La tierra es de quien la trabaja. Tierra y hombres libres, en la huella zamorana. La afirmación de que la tierra es propia se repite con insistencia, y el argumento principal es el vínculo de trabajo con ella, el de las mujeres, los hombres y sus hijos, y el tesón de los antepasados.

porque nuestro sudor regolas día a día,
las removió con fe no siempre compensada
y las hartó en semilla nuestra mano,
y las rozó el machete que afilamos nosotros,
e hicimos la cosecha doblando nuestra espalda

…tomaremos la tierra que abonaron los cuerpos
magros, piadosos, tristes, de los idos abuelos.
El que trabajan manos de mi hombre, 
el que fecundan nuestros compañeros,
que siembran nuestros hijos y labramos nosotras,
mujeres de alpargata y de zaraza,
con tantos hijos y con tantos sueños, 
como bajos y aguas habitan el estero.

La identidad material con la tierra se expresa en estos versos en los que se iguala barro a carne y cal a huesos: …a conquistar la tierra, / barro de nuestra carne y cal de nuestros huesos.

Para el tratamiento del tema de la tierra se utiliza una terminología propia del análisis social que expresa el conflicto de clases. Se describen dos grupos. Por una parte la situación del campesinado es referida con las palabras: hambre, sed, calentura, harapientos… Frente a ellos están los señores, latifundistas inclementes, de yuntas de oro y orificados dientes, recaudadores, policías, poderosos, de presillas, soberbios, ricos…
                   
Se analizan las causas de tal situación: los señores “hicieron mansiones e iglesias para ti a nuestra costa”; los pobres han sido despojados; han hecho sacrificio en las guerras y se han mantenido en sumisión, con paciencia jobiana, han aportado sudor, son “bueyes cristianos”.

Pero es la hora de la conciencia y la organización: la referencia a la cooperativa y el término camaradas apunta a ello.

Aspectos formales

Las rimas, tanto asonantes como consonantes, se hacen presentes en las trece estrofas, especialmente en la 6 y 12, anclando al poema en un estilo clásico y popular. He aquí la lista de rimas por estrofa:

1. Calentura-creatura.
2. Verano-cristiano.
3. Liquilique-dientes.
4. Bendita-necesitan-sacrifican.
5. Dieron-precedieron-hicieron.
6. Ofrecimos-dimos, absurda-fuerzas-nuestras, humana-compensada-espalda, mano-llanos.
7. Inclementes-contribuyentes-verdes, campesino-asesino.
8. Espacio-caso, sufriente-dolientes.
9. Vano-hermanos-manos-despreciados, alegrías-mías.
10. Despojaron-incendiarios.
11. Peces-pertenece.
12. Quiero-espero-cuerpo-abuelos-compañeros-sueños-estero.
13. Tenemos-huesos-increpo-merecemos.


El poema se abre con una estrofa de 4 versos endecasílabos, y continúa con el predominio de este tipo de verso, aunque sin regularidad, agregando otras diferentes métricas.

El lenguaje llano es importante propiedad de sus versos y muy adecuada al discurso de denuncia social que conlleva. La poeta no rebusca las palabras. Dice las cosas de manera directa, con atrevimiento y acaso desmesura.

La mujer en el poema

En orden de ocurrencia, en los primeros versos del poema van apareciendo Dios, el hombre y la mujer madre, según el modelo de una sociedad cristiano-patriarcal altamente jerarquizada. Y sin embargo, lo primero-primero es la voz pública de la mujer libertaria, la que pide fuerza para el hombre y desmonta la imagen de Dios, trastocando el discurso previsible.

Desde  la estrofa 5, el uso del plural hermana la mujer al hombre en sus luchas, plural que se mantendrán hasta el final del poema: yo te pido señor que nos des fuerzas / para tomar las tierras que son nuestras.

La mujer seguirá asociada a los hijos, sosteniendo la perspectiva tradicional campesina: 

mujeres de alpargata y de zaraza, / con tantos hijos y con tantos sueños,
como bajos y aguas habitan el estero.

No obstante, se abrirá una novedosa perspectiva comunitaria liberadora en la lucha por la tierra: Y templarás el corazón sufriente / de las madres, las hijas y las novias dolientes / y darás brío y vida a nuestros críos / para el rescate de las tierras nuestras; en una relación con el hombre como compañero, conscientemente querido: El que trabajan manos de mi hombre, / el que fecundan nuestros compañeros,/ que siembran nuestros hijos y labramos nosotras, // lo juro por la Vida de mis hijos, /  por el hombre que quiero, por mí, por mis hermanos; y en una mirada creadora sobre el futuro: Nuestras manos sabrán sembrar el pan, / multiplicar las carnes y los peces,/ las frutas endulzar con mil cuidados )  y hacer más rico el suelo que ya nos pertenece.

La lectura atenta de este poema-oración invita a seguir leyendo a Olga. Algunas de las claves aquí descubiertas, tan pertinentes ayer como hoy: religión opresora, estructura social de clases, luchas de los pobres, liberación, mirada desde la mujer…., no dejarán de acompañarnos en ese acercamiento a su obra.


 Oración de la campesina de Camunare Rojo

Olga Luzardo

¡Oh! Dios del cielo, corazón de pan,
beso de sol que apaciguando el frío
del hambre, de la sed, la calentura
llegas al barro de tu creatura.

Dale un poco de fuerzas a tu siervo,
al hombre que me has dado y que me diera
cuatro harapientos sutes,
y va a hacerme tal vez este verano,
-por voluntad de Dios-, otro nuevo cristiano.

Dale un poco, te pido, de tus gigantes fuerzas,
para que junto a Roso y al compadre Joaquín,
junto a los camaradas de la cooperativa,
pueda tomar un poco de esta tierra
que es nuestra, Dios querido,
porque la trabajamos como bueyes cristianos.
Y que la tiene toda y la disfruta,
un gran terrateniente de blanco liquilique,
yuntas de oro y orificados dientes.

Por lo que tú más quieras, por la Virgen bendita,
por los fieles que más te necesitan.
¿Vas a ponerte tú, Dios de los pobres,
de parte de soberbios y de ricos,
cuando los despojados, tanto te sacrifican?

Por el mérito aciago de obediencia y de fe
de humillación perenne y de dolor
de paciencia jobiana que te dieron
todos los viejos que nos precedieron
a ti y a los señores que con nuestro trabajo
mansiones para ellos e iglesias para ti,
junto con los jolgorios de fiestas patronales
a nuestra costa hicieron.

Por lo que en nuestra era de sumisión absurda
por mano de los amos te ofrecimos,
y por los sacrificios de vida y sangre humana
que en nuestras guerras dimos;
yo te pido señor que nos des fuerzas
para tomar las tierras que son nuestras,
porque nuestro sudor regolas día a día,
las removió con fe no siempre compensada
y las hartó en semilla nuestra mano,
y las rozó el machete que afilamos nosotros,
e hicimos la cosecha doblando nuestra espalda
y cansado por los pies en los riscos y llanos.

Danos fuerzas señor para triunfar
de los latifundistas inclementes;
de los recaudadores de las rentas del rico
que se hicieron con sangre de los contribuyentes,
del plan salvaje de los policías
y el sordo plomo de los monos verdes,
que nos abaleó un pobre soldado campesino
porque uno de presillas lo hizo ser asesino.

¡Oh, cómo nos humillas! soberano del tiempo y del espacio
¿Es que tú como tantos, sólo a los poderosos haces caso?
Quiero creer que estoy equivocada.
Que darás fuerzas a nuestros hombres bravos
Y templarás el corazón sufriente
de las madres, las hijas y las novias dolientes
y darás brío y vida a nuestros críos
para el rescate de las tierras nuestras.

iOh Dios del cielo, corazón de pan,
si este favor humilde no concedes,
(que tantas veces he pedido en vano)
lo juro por la Vida de mis hijos ,
por el hombre que quiero, por mí, por mis hermanos,
nada más pediremos a tu poder sin fuerzas
que sólo al rico le tendió las manos.
Y haremos sin pensar en tu existencia,
un mundo de bondad y de alegrías,
para los desoídos, para los despreciados
para los que imploro en las plegarias mías.

Y entonces, que excomulgue el señor cura
y nos digan ladrones los que nos despojaron
y los plumarios de la prensa diaria
nos llamen incendiarios.

Nuestras manos sabrán sembrar el pan,
multiplicar las carnes y los peces,
las frutas endulzar con mil cuidados
y hacer más rico el suelo que ya nos pertenece.

Bien contigo o sin ti, Dios al que quiero,
del que una vez espero y otra ya nada espero,
tomaremos la tierra que abonaron los cuerpos
magros, piadosos, tristes, de los idos abuelos.
El que trabajan manos de mi hombre,
el que fecundan nuestros compañeros,
que siembran nuestros hijos y labramos nosotras,
mujeres de alpargata y de zaraza,
con tantos hijos y con tantos sueños,
como bajos y aguas habitan el estero.

Aunque tú nos las niegues,
las fuerzas sacaremos de donde no tenemos
y yo me iré con ellos a conquistar la tierra,
barro de nuestra carne y cal de nuestros huesos.

Pero antes de marcharme a la ventura,
Dios de mis viejos, corazón de pan
yo te imploro y te increpo:
Si quieres que te amemos haznos fuertes
para tomar las tierras,
que bien lo merecemos


24-06-1951

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