viernes, 15 de diciembre de 2017

LOS LEBRUNOS DEL ALBA


Foto: http://enricksview.blogspot.com/

No importa que la memoria sea débil,
con tal que el juicio no falte
cuando la ocasión se presente
Goethe

Los lebrunos del alba es una de las obras  poéticas de Ingrid Chicote, incorporada  a su libro antológico Caída libre, publicado por Monte Ávila en el año 2014, y de la que transcribo el epígrafe anterior. La palabra lebruno no es muy común que se diga, y menos fuera del llano venezolano, así que es necesaria una breve consideración sobre ella. El uso del término lebruno aparece recogido en el Diccionario de venezolanismos, que en su tercera acepción señala: 3.m Llano. Nube del amanecer. Y evoca el uso del término en Doña Bárbara, 1929 Gallegos, R., 115: — ¡Alivántense, muchachos! Que ya viene la aurora con los lebrunos del día. Es la voz de Pajarote, que siempre amanece de buen humor, y son los lebrunos del día —metáfora ingenua de ganadero-poeta— las redondas nubéculas que el alba va coloreando en el horizonte, tras la ceja obscura de una mata. Así nos vamos acercando al sentido del poemario. Los lebrunos son las nubecillas que anuncian la madrugada. Se trata de eso: del anuncio de la luz más plena tras la noche que cede y se disuelve. La dimensión más activa de este ciclo natural noche-día la tenemos en Alí Primera, quien canta: Dale, que empujando el sol se acerca la madrugada (Sombrero azul).
Hay un cuento medieval francés sobre el gallo que preludia el diario amanecer. En 1991 se versiona en la película británica Rock-A-Doodle, dirigida por Don Bluth, Gary Goldman y Dan Kuenster. Chanticleer es el gallo de la granja, el que canta todas las mañanas para que salga el sol. Una mañana en que el gallo no canta, el resto de animales se decepcionan al descubrir que, cante o no, el sol sale igual. Chanticleer se sitúa en la tensión entre naturaleza cíclica y novedad creadora. Como ese gallo, los lebrunos señalan una luz que llega sin ellos, pero con ellos…. ¡es otra cosa!

La digresión por el título me ha parecido importante por cuanto en él se sitúa el nudo existencial del conjunto de poemas aquí considerados[1]. 

Los 22 poemas, o el único poema como lo refiere Eduardo Gasca en el prólogo a Caída Libre, mantienen un cariz hondamente personal y situado: se trata de una etapa vital poetizada. Refleja bien lo que algunas corrientes de personalización llaman “crisis de realismo”, dentro del recorrido de la “dramática existencial”. Es posible considerar tal dramática existencial en varios tiempos. El primero, un pasado innegable: nadie puede evitarse / lo pasado (II, ver VI). Este pasado incluye la condición más biológica de su ser humana y mujer: proceder de una familia, nacer, ser virgen, tener la regla, preñarse, parir… Pero también: ver la luna a los quince…. (VI); dejar de creer, dejar la inocencia y apartarse del asombro (XIII).


fui inocente / y mis ojos se asombraron / de ver crecer fantasmas
en las ramas de la noche / me puse disfraces / que arrancaron
vientos alisios / y quedé desnuda en el vendaval
deje de creer / mis ojos / se apartaron del asombro (XIII)

Y además, la experiencia de liberación consistente en desatar las raíces de la casa-árbol para sentirse plena en los aromas del cuerpo y las palabras de libertad (XXI).

cuando fui hermosa / desaté las raíces
de mis pies de señora / atados a una casa perfecta
era parte de un árbol / -sembrado con esperanza-
de una cocina / que ardía de arroz y harinas
de un baño incómodo / que helaba el agua
para combatir controlar / iras saladas
cuando fui hermosa / mi cuerpo se volvió agraciado
y su flor / despedía aromas
que ansiaban libar / colibríes y cuervos
cuando fui hermosa / la sonrisa era espontánea
y brotaban de las manos / elocuentes palabras
de libertad / cósmica (XXI)

El segundo tiempo: el hoy, con su dosis de pregunta y de aceptación de lo real. Han pasado los años y la voz poética se pregunta por la propia identidad. ¿Qué soy y qué no soy? En la respuesta hay un reconocimiento del nuevo tiempo. Se ha perdido el brillo de la vida. Ni la ternura ni los colores vitales asoman.

no soy capaz / de enternecerme / por mi propia cuenta
mis venas están más llenas de anestesia
y no puedo usar los colores / para pintar la vida
todo se ha vuelto / blanco y negro / sin grises o intermedios
ando por las calles / y la calma pasmosa / me envuelve de luna
que jamás volverá a ser / completamente / brillante (V)

Biológicamente, el cuerpo no es el mismo. Los deseos libertarios quedan amarrados al hacer cotidiano: cocinar, lavar, irrumpir con palabras…

ya no soy tan hermosa
he puesto candados y sellos / a mis pies
me ato a enseres / lavadoras / acelgas
cambié estrellas / por acidez verbal
y dejo que la vida / continúe su cauce
aunque ya no soy hermosa
y mis células / se han inflado de frío y espesura
sigo rodando como un río sin inicio
que se pierde bajo la sombra / ante ojos / desnudos de disfraces (XXI)

Un inventario inédito, inservible, pero que permite reconocerse en lo pasado y en el presente:

rincones oscuros / canciones antiguas
un baúl de bisabuela / y un teléfono
una mujer que engorda / con pensamientos de nubes…
dos pies que duelen de frío / una mano que escribe
un meñique pequeño / un abdomen que guarda un útero
y una lista de arrugas…. (XII)

Con la incertidumbre del futuro (VIII) y sin poder alcanzar los proyectos anhelados. No se trata, por tanto, -parecer señalar el poema-  de una nueva batalla para torcer el cuello a la realidad, sino de aceptarla, con su dosis de limitación impuesta, con su frontera para los propios de deseos, en las distintas dimensiones de la vida: salud, relaciones humanas, protagonismo social... Queda claro que el mundo no termina de amoldarse a nuestros planes… Y, no obstante la experiencia de reducción, el poema canta a la vida. Se trata de la aceptación plena del ser así: mujer.

no soy sombra de árbol / que se apaga de sol / cada hora
no soy luz de vela / que se pierde / al menor viento
soy vida que se mueve / según las circunstancias
no nací ayer / ni estoy muriendo hoy
o sí / no lo sé
no soy lo que otros quieren
soy / simplemente / una mujer (I)

Se trata de la conciencia de estar viva (VI), conciencia de estar en el centro del tiempo, con ese nuevo sentido de “centro”, no como culmen ni éxtasis, sino en la mitad de la vida,  en la meseta, con una sensación de no ascender –ni tampoco descender-, a media vida, medio viva.

estoy en la mitad / de ninguna parte
acompañada a medias / y medio viva
sobrevivo / a media luz
camino a tientas / y medio veo / lo que hago
un corazón a media máquina / reconoce / el futuro incierto
del pasado incierto y del medio presente
que medio alegra / la hora / en que existe
una media luna / donde la noche y el día
se mantienen / siempre / siempre / a media luz (VIII)

Vida con la conciencia de que se escapa, como fuego fatuo (V), irrepetible, vida cansada (XVI), vida imperfecta…

muy lejos de ser perfecta / estoy flotando en el tercer cielo
que no existe (XV)

Vida con dolor, por lo vivido, por la historia acumulada, por lo real enfrentado:

veo mis manos / averiadas golpes / sostenidos y ofrendados
las articulaciones duelen / los vidrios rotos en el piso (IV)

a veces / me duele la noche (VII)

la realidad es ésta:
dureza / desamparo / palabras que duelen / de nacer (XI)

Casi concluyendo, asomo algunos referentes que recoge esta obra, además del título, ya comentado en la introducción. Es evidente la referencia a Mafalda, con su toque de inconformismo y denuncia:

el mundo gira / y no lo puedo detener
voy en él / como vamos todos / en el mismo viaje (IV)



Explicita es el verso: viajo como en el río de Heráclito. La única cita de Heráclito acerca del río es de Cleantes: Sobre aquellos que se meten en el mismo río pasan aguas siempre distintas y las almas se alzan exhaladas de lo húmedo. Aunque parece ser que su sentido no siempre ha sido comprendido cabalmente, la referencia a una vida mudable en Ingrid –las aguas que pasan-, deja asomar que en ese fluir hay vida: el flujo de las “almas exhaladas”. Todo en coherencia con la imagen de los lebrunos, y con la perspectiva de la “dramática existencial” en la etapa de la “vida media” y la “crisis de realismo”.

La referencia a Penélope y Ulises, evocadora de la propia experiencia existencial, se hacen presente aquí:

no hay lugar / para mí
ni en mi propia casa / ni espacio
para la larga vida / que no remiendo
recojo el hilván a la mañana / tejo con luces las tareas
revuelvo el café / pensando en barcos (VII)  

Los referentes cristianos, negación por tres veces y corona de  espinas, son evocados para indicar el sufrimiento, la soledad y la tragedia humana.

Negar tres veces / me niego más de tres veces / antes el canto del gallo
..         
tres golpes a la razón / dos cervezas para la huida / un túnel que no lleva al paraíso
..
todavía no suelo ganar / porque cuando creo que gano
tres pierden la cabeza
el sueño / el rumbo / o soy yo
quien pierde tres veces / creyendo ganar una batalla
en las montañas / donde tengo mi morada (XVI)
--
y esperar en calma / la balanza
para quitar / la corona de espinas
..
la muerte de los espasmos / es larga y sutil
más profunda / que un vientre vacío
donde no entra ni compite el hombre
sólo dios / habita en las noches / la cama individual (X)

Poesía y humanización se expresan en estos poemas. Frente a una poesía abstracta, ajena a la vida, está la poética de la vida. Como en La ruta de los ancestros, en la Ingrid recurre a sus raíces para hacer poesía, aquí toma la vida en sus manos, y nos ofrece algunas claves para leerla en esta etapa de medio camino. Y lo hace bellamente, acercando vida y palabras.

[1] Como curiosidad en este mudo de redes sociales casi infinitas, he encontrado otro texto citado con el mismo nombre del de Ingrid: Los lebrunos del alba; poemas, de Palma, José. [Caracas, 1958] 118 p. 16 cm. Pero no he tenido acceso a su contenido.

3 comentarios:

Espacio Abierto Editores dijo...

¡Hola Tomás! nuevamente gracias por tomarte el tiempo de leerme y escribir tan certero acercamiento. Agradecida a ti y a Linda Lopez que me lo hizo llegar

Espacio Abierto Editores dijo...

Cómo nota marginal: no conozco el trabajo de José Palma... Un abrazo

Tomás Martínez Sancho dijo...

Hola Ingrid! He colocado publicado en face este texto que es de diciembre del 17, y ahí lo vio Linda. No lo conocías? Te he recordado, acercándonos al Día 8, de la mujer... Me gustó esa imagen llanera del título, aplicada a ciertos momentos de la vida... Un abrazo