viernes, 10 de marzo de 2017

Palabras subterráneas

Imagen tomada de: http://idunneditorial.com/tomalo-leelo-y-devuelvelo-un-programa-que-promueve-la-lectura/

Palabras subterráneas, bienvenidas en el Metro Caracas-Los Teques, a partir de un poema de Ecólogo de día feriado (Juan Calzadilla).

¿Por qué tengo yo que ir más aprisa?
A través de la ventanilla del automóvil
observo los muros, las casas, las calles,
La imagen del vehículo desde el que se observa pasar el mundo, apunta a la consideración de la vida humana como un viaje y, en el plano filosófico, a la pregunta por su sentido.
Puede servir de marco para el ejercicio de lectura del poema de Calzadilla, el conocido cuento de Juan José Arreola, El guardagujas, inteligente texto que interroga el adónde vamos y  la prisa que tenemos –al modo del título del poema en consideración-, pero que también cuestiona el estacionamiento insensato.

los árboles, los pastos, los cultivos, los baldíos,
que ante mí también pasan raudos
a la misma velocidad a que yo paso
pero en dirección contraria,
como si entre la naturaleza y yo se estableciera
una pugna para decidir
quién se despide y quién se queda.
En el verso tercero se quiebra el poema en un giro hacia la tensión naturaleza- yo (humanidad), que  a partir  de ahora será uno de sus ejes semánticos. La tensión se expresa en las direcciones contrarias que llevan (naturaleza y yo) y en su pugna de despedida.

 ¡Oh, de ningún modo pretendo ni quiero
permanecer fijo!
Mi movilidad es lo que hace que viva.
Es, así pues, mi carta de triunfo.
El vitalismo móvil se asume como rasgo fundamental de la humanidad frente a la naturaleza inmóvil, dando una primera respuesta –provisional- a la pregunta anterior sobre quién se despide y quién se queda. Ser humano parece equivaler a despedirse, moverse. La naturaleza queda asimilada a la inmovilidad. Ella es la que se queda.

Pero ¿por qué tengo yo que ir más aprisa
y dar cuenta de los frutos de mi rápida incursión
en esta vida, de las ganancias y pérdidas
que en el trayecto hice?
Y sin embargo, la tensión vuelve con la pregunta del título. Ir aprisa  deriva hacia la tensión tecnología – vida natural (vida simple, pacificada, pausada). Ahora la naturaleza (innombrada, tan sólo referente), se asocia no al inmovilismo, sino a otra movilidad aquietada, que no da cuenta de su trayecto.

En realidad yo a donde quiero ir
es hasta donde mi viaje termine
No hasta donde ustedes quieren
que yo rápidamente vaya
haciéndome creer que con esto me ahorran
más dolores y penas
y que la partida y el final son igualmente fatales.
El poema se hace diálogo, apareciendo una nueva tensión yo-ustedes, en la que el yo se ha deslizado hacia la naturaleza (en una síntesis dialéctica de la primera tensión, podría decirse), y en la que el ustedes se asocia a la velocidad del mundo (ese del que Mafalda dice querer bajarse), y a la imposición determinista (imperial: “ustedes quieren que yo vaya”; y mediático-ideológica: “haciéndome creer”).
La ideología que se pretende imponer es la del camino fácil, sin penas; la de la ruta sin origen ni meta discernibles –¡mejor es ignorarlos!-; la de la experiencia intensa (y lo no dicho: efímera).

En realidad, como les digo, yo lo que quiero
es que me dejen llegar a donde mi meta se acabe,
Nueva tensión, ahora ideológica, entre el ustedes y el yo, entre la vida sin meta, o con meta fatal (y por eso apurable a cada instante, en velocidad de vértigo), y vida asumida con su muerte, sin más, como parte del vivir. (No puedo eludir los versos de César Vallejo: Me gusta la vida enormemente / pero, desde luego, / con mi muerte querida y mi café). El yo del poema increpa a los tales ustedes imperiales, para que le dejen llegar a su propia meta –no es fatalmente para todos la misma-. La llegada es parte de tránsito.

tranquilo, sin que sienta pena por no haberme ocupado
de hacer el balance de ganancias y pérdidas,
Y otra tensión más: parece ahora con un nuevo tú, el de la conciencia antigua de culpas y balances. Así logra situar la tranquilad vital entre el abismo de las tradicionales religiones teleológicas y la tabla rasa del presentismo alucinado.

subido a mí mismo, sí,
y apenas tan rápido
como me lo permiten mis cuatro extremidades.
Las cuatro extremidades hablan de la condición de animal de los humanos, reforzando la visión  “naturalista” (no de naturaleza inmóvil, sino en alianza con el yo)  frente a la visión “tecnologista”, neocapitalista e imperial.
Extrema finura final de la conciencia de sí, del asumir las riendas de la vida, manteniendo la imagen del  viaje, y la mirada sobre el mundo; mas ahora, en un nuevo vehículo: el propio yo. Finura final para deslindarse tanto del inmovilismo como de la rapidez impuesta por la carrera de innovación y consumo.
Dejo anotado que en el último verso el poema parece abrirse a otra lectura: la crítica de los tecnólogos a los naturalistas, como primitivos, animales…. Y así –al dar voz a estos “ustedes”- se estaría dando pie a un nuevo diálogo poético, al que el lector queda invitado.

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