Ama
de Casa
En Los
últimos días de la casa (poemario de Yurimia Boscán escrito posteriormente a éste que nos ocupa) la presencia de la casa se ha hecho obvia. Su antecedente lo tenemos aquí: en una casa hermana. En el poemario Ama de casa hay un desdoblamiento de sentidos. Es un continuo la mirada
poética sobre la casa. Me atrevo a decirlo: en Ama de casa, lo primero es la casa, la casa que somos.
La
casa del amor y el desamor que somos
Primero es la casa. La
primera mención que se hace del término “ama” no se refiere a “dueña”, sino al
amor.
Una
mujer está en casa / ama desde la llama…
Y sigue, en otros poemas:
En
casa/ al sábado temprano lo dormimos / le hacemos el amor calladitos
Entrar
en la casa / hacer el amor
La
lujuria de la casa
Además de las figuras eróticas
dispersas en el poemario:
Topo
rastrero hurgando
Y la
cabalgata / se urge en mi hondura
Caballo
brioso
Luego, el amor perdido, el vacío:
…nuestro
/ diccionario amoroso / se redujo / a una lista de mercado? //
¿Quién…/
se fue primero / de esta casa / vacía / que
somos?
Y en Cama-jardín:
Olvidar
/ Marchitar / Secar
De
la soledad amorosa al vacío existencial
[La casa] se vuelve callejones,
laberintos, rutina, máscara… Y allí están la soledad de las noches, la casa de
vacíos, cuarto sin compañía, humo o pastillas
para obviar la vida.
sé de
mi almohada / y de miles de noches / cansadas // que me ignoran
humo
humo humo // para no ver
Casa
de estufa / de vacíos… // La pastillas en la mesa de noche / (para que nada
duela)/ El cuartito oscuro / por donde
nadie pasa
La vida aparece expresada,
agotada, gastada, en las cosas más cotidianas de la labor del ama de casa:
Soy
un retazo cosido de la abuela.
[El cansancio] es un poema logrado que ahonda
en la vida hecha re-frito, simulacro, en un juego de intercambios entre cena y
vida de la mujer:
El
cansancio (propio de la mujer)/de la cena (se atribuye a la cena ese cansancio)
Cuerpo
flotando (de la mujer) / en la comodidad de lo sobrante (es referido a los
restos de comida hechos cena)
La
cena / eterno dilema / del re-frito
(comida refrita, vida refrita)
Simulacro
(de comida, de vida) / puesto sobre la hornilla
A tal punto se describe el
vacío que la “ama de casa” pierde la identidad personal, la mujer se vuelve
sólo reflejo deambulante:
No
sé quién soy // Habito en los /espejos
La sutil referencia a Vallejo
en “la puerta de un horno” o en los golpes hondos, aquellos “como del odio de
Dios”, en el poema Lugares comunes, agrega en su intertextualidad otra dosis
más de dolor y soledad. De ahí la blancura como ausencia, como nada, blancura del
silencio, del dolor.
Blanco el camino que te
lleva a Dios/ blanco silencio/ blanco dolor…. // Blanco adiós… // Blanco final
¿Será esta nada-blancura la puerta
abierta para el trascendimiento, al modo de ciertas vías místicas (Eckhart, San
Juan de la Cruz, v.g.) en la que se exige vaciarse para acceder a lo divino? ¿O
tal vez ese Dios es también Nada-Blanco final?
El
humor y la ironía como recurso crítico
Ama de casa: Dueña de qué, dueña de nada, dueña del aire… parece resonar la adaptación. El título del poemario, ya de por sí, resulta ser un recurso al humor.
Ser ama de casa se problematiza humorísticamente en una cotidianidad de amores y desamores, de vacíos y añoranzas. La desazón y el vacío desbarata la pretendida felicidad otorgada a la señora de un reino sitiado –es la denuncia del fracaso de tal reinado-. El amor también lo hace –desbaratar-. Entrar en casa / hacer el amor… es un final irónico para un salir de casa descrito para acciones rutinarias y sojuzgadoras. Máxime que el título del poema es Obligaciones. La inversión de situaciones no está exenta de ironía. ¿Es obligación –para un ama de casa- quedarse en casa? ¿Y quién hará el mercado? ¿Habrá que entender que es obligación hacer el amor?
La paradoja establecida entre el título de uno de los poemas Lugares comunes, con estos versos de otro: …el sacrosanto lugar / de la mujer, es un ejemplo más de este fino humor. El lugar común, el locus de lo cotidiano, se ha vuelto “sacrosanto lugar”. O el sacrosanto lugar de la mujer, claustro al que fue reducida por siglos la mujer, se ha hecho lugar común, espacio profano y profanado.
Ama de casa: Dueña de qué, dueña de nada, dueña del aire… parece resonar la adaptación. El título del poemario, ya de por sí, resulta ser un recurso al humor.
Ser ama de casa se problematiza humorísticamente en una cotidianidad de amores y desamores, de vacíos y añoranzas. La desazón y el vacío desbarata la pretendida felicidad otorgada a la señora de un reino sitiado –es la denuncia del fracaso de tal reinado-. El amor también lo hace –desbaratar-. Entrar en casa / hacer el amor… es un final irónico para un salir de casa descrito para acciones rutinarias y sojuzgadoras. Máxime que el título del poema es Obligaciones. La inversión de situaciones no está exenta de ironía. ¿Es obligación –para un ama de casa- quedarse en casa? ¿Y quién hará el mercado? ¿Habrá que entender que es obligación hacer el amor?
La paradoja establecida entre el título de uno de los poemas Lugares comunes, con estos versos de otro: …el sacrosanto lugar / de la mujer, es un ejemplo más de este fino humor. El lugar común, el locus de lo cotidiano, se ha vuelto “sacrosanto lugar”. O el sacrosanto lugar de la mujer, claustro al que fue reducida por siglos la mujer, se ha hecho lugar común, espacio profano y profanado.
La
simplicidad: minimalismo formal, existencia desnuda
En la mayor parte de los
poemas son suprimidos los signos de puntuación. Se recurre a la frase breve, a
la enumeración. Sólo en Palabras
compuestas y [Mi cocina empotrada] las enumeraciones se pueblan de comas.
En varios de los poemas la enumeración
se apoya en la supresión de los verbos, a lo sumo un participio:
Estereotipo: Codo…
// Sopa y jugo….
[La
casa] / mi bocacalle más ancha…
[El
cansancio]/ de la cena // Cuerpo… // La cena… // Simulacro /puesto sobre la hornilla
En otros poemas, al
contrario, la enumeración se apoya en los verbos en infinitivo:
[Incorporar a la dieta] //
Dejar de buscar // Desprenderte…
Ama
de casa: Doblar… / guindar… // Coser
Obligaciones: Salir
de la casa / sacar… / comprar… / pagar // Entrar a la casa / hacer el amor
Enumeración simplificada al
extremo en Cama-jardín, construido con tan sólo seis verbos en infinitivo, en ingenioso
recurso a su duplicidad de sentidos.
Este minimalismo formal se
vincula estrechamente, por un lado, con las cosas comunes (nombres) y con las
acciones cotidianas (verbos), y por otro, con la soledad y la ausencia de
sentido, expresadas con las figuras de vacío, blancura, humo.
Lo
cotidiano: Intrascendencia y Deseo
Lo dice en el prólogo la
misma autora. No existe en el texto el sujeto trascendental, tan solo lo
cotidiano con voz propia, los lugares comunes del exilio, la cocina, la ropa,
el detergente, el agua hervida, el plato, el clóset, el pan, la fruta, la sopa,
el jugo… Exilio al que “se somete voluntariamente” el ama de casa culturalmente acondicionada. Es
la voz de la postmodernidad, con los sueños en bancarrota y los horizontes
desechos.
Sin embargo, ser humano, ser
mujer, pasa por desear, y allí volvemos.
Se escurren entre los versos las palabras deseantes.
quizás
pretenda / desaparecer una historia // o dos
esta
soledad me salva / y me aniquila
y
pretendemos ser felices
Y sobre todo en éste, grito
existencial del Ama de casa, donde se
hace manifiesto el deseo de salvación desde el encuentro personal con un tú que
no se alcanza:
¿A
quién /…/ colocaremos dentro/…/ que nos salve?
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