domingo, 14 de junio de 2020

PLACER Y PASIÓN, BACH Y ELEONORA


Revisando algunos textos de Byung-Chul Han, me encontré con un ensayo sugerente que me conectó con mi amiga Eleonora. “Dulce Cruz” se llama el escrito breve, y hace parte de un texto mayor: Buen entretenimiento

En ese ensayo, debate el autor sobre el sentido de la música sacra o litúrgica y, en especial, sobre la simbiosis de placer y sufrimiento que en ella se pone de manifiesto. No sé si simbiosis sea la palabra adecuada. En todo caso, a la presencia de ambos, placer y sufrimiento. Comienza observando la polisemia de la palabra pasión, a veces padecimiento y otras apasionamiento. B. Han dedica una buena parte de su escrito a Bach, su "Pasión según San Mateo", y su "Oratorio de Navidad". Copio a continuación los párrafos conclusivos: 

Bach hará que esta aria de la voluptuosidad satánica reaparezca precisamente en el Oratorio de Navidad como nana para Jesús. Pero su procedimiento paródico emplea un texto distinto como base para la composición. La «Canción del descanso» que surgió así ya no representa aquella voluptuosidad satánica que Jesús tendría que rechazar a favor de la virtud o de la redención de la humanidad, sino que más bien se evoca un dulce placer al que el niño debe entregarse sin ofrecer ninguna resistencia: 
¡Id, pastores, id / a contemplar el milagro, / y hallaréis al Hijo del Altísimo / acostado en un duro pesebre, / cantadle junto a su cuna / en un tono dulce / y con todo el coro / esta canción del descanso! / ¡Duerme, mi niño, disfruta el descanso / y vela por él antes que por toda prosperidad! / ¡Reconforta el pecho, / siente el placer / cuando regocijamos nuestro corazón! 
Al menos a nivel musical el procedimiento paródico de Bach hace que Dios se fusione del todo con la voluptuosidad. Resulta inusual el requerimiento que se hace a Jesús: «Reconforta el pecho, / siente el placer». Aquí sigue resonando el aria original de la voluptuosidad sin límites: «¡Saborea el placer / del lascivo pecho / y no admitas límites!». Con su procedimiento paródico, aunque de manera no intencionada, Bach incorpora la voluptuosidad a la historia de la salvación y de la Pasión. Tampoco la Pasión según San Mateo termina con un sufrimiento horrible, sino con una dulce canción. Tras haber sufrido toda su Pasión, Jesús se adormece «sumamente alegre». El estribillo «¡Jesús mío, buenas noches!» hace que la parte final de la obra suene como una nana, como una canción de despedida que parece dar la bienvenida a un tiempo distinto, a otra forma de estar aquí que ya no necesita ninguna redención: 
¡Jesús mío, buenas noches! / […] ¡Reposa dulcemente, dulcemente reposa! / ¡Reposad, miembros exangües! / Que vuestra tumba y vuestra lápida / sirvan de cómoda almohada / a la conciencia amedrentada / y sean lugar de descanso para las almas. / Sumamente solazados se cierran ahí los ojos. 
Recordé algunos diálogos que sostuve con mi amiga cantante en torno a su preparación para la aria "Erbarmedich" (Ten piedad de ti mismo). Fue una época intensa. La Pasión es una belleza, una de las obras más importantes en la historia de la música –me decía. Eleonora cantaba las arias para contralto. El "Erbarmedich" es de lo más hermoso que hay para ese tipo de voz. Aparece después de que Pedro niega a Jesús y el gallo canta tres veces, entonces él se pone a llorar y ahí se escucha esa aria. Todo esto me lo contaba con gran entusiasmo. 

Busqué la “Erbarmedich” en youtube y la conseguí en varias versiones. Me gustaron –a mí, un pobre mortal en lo que a música se refiere- las voces de J. Hamari, Marilyn Horne, K. Ferrier y M. Kozena. Vi que es una aria muy apreciada porque le dedican muchos artículos y versiones. Estuve así recordando a mi amiga, ¡imaginando –afinando el oído- como sonaría la aria con su voz! También conseguí la traducción del texto de la Pasión de Bach, y en concreto la de esa aria. Es de mucho sentimiento: llanto, angustia y deseo de volver con Jesús. 

A los pocos días, Eleonora me aclaraba que K. Ferrier era una leyenda, una de las primeras contraltos que hizo carrera. Muchos la aprecian por su cálida voz y musicalidad, empezó a estudiar canto recién a los 30. Lamentablemente murió de cáncer, muy joven, entrando en los 40. Sus pocos años de carrera la inmortalizaron hasta hoy. Marilyn Horne, tenía una voz enorme y buena técnica, cantaba cosas de virtuosismo, pero no llegaba al corazón, difícilmente conmueve. Luego, M. Kozena, de una técnica perfecta y muy musical, pero que en realidad es soprano y no mezzosoprano, debería cantar repertorio más agudo. Si se pone atención, el registro grave de ella es muy débil, no se compara a Ferrier. 

Todavía espero poder escuchar la versión de Erbarmedich de mi amiga. Me lo debe. Pasaron unos meses, y mi amiga andaba preparando el "Oratorio de Navidad": Tres arias muy bonitas que irradian mucha ternura porque la contralto aquí representa a María. Una de las arias se llama "Schlafemeinliebster" (Duerme, mi querido) y es como una canción de cuna al Nino Jesús. La otra se llama "BereitedichZion" (Prepárate, Sión) y la canta María estando embarazada, anunciando al pueblo la llegada del Redentor. Y la última aria se llama "SchliessemeinHerz" (Guarda mi corazón) y es un canto de fe: dice “guarda mi corazón este santo milagro”. 

Recordando aquellos momentos, los relacioné con este interesante ensayo. Placer y Pasión, todo en uno. Me gustó el ensayo, pero me dije: ¿quién pude conocer mejor el alcance de estas reflexiones que mi gran amiga, aunque la tenga un poco olvidada, Eleonora? Aunque no habíamos hablado específicamente de este asunto –placer y pasión-, ella habría cantado el dolor y la dulzura en esa misma época. Y habría sentido, sin duda, el entrecruzamiento de emociones: la Dulce Cruz de la vida. 

Cuéntame, Eleonora, ¿no es verdad?



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