El
petróleo ha sido para Venezuela su dicha y su karma. En un grupo de cuatro obras de teatro de César Rengifo,
incluidas en la edición de Monte Ávila que lleva por título Tetralogía del petróleo, se hacen
presentes algunos rasgos críticos sobre esta realidad de la Venezuela
petrolera, que aquí se quieren poner de relieve.
Encuadre histórico
Como en
buena parte de su amplia producción, Rengifo se da a la
la
tarea de plasmar la verdadera realidad vivida por los indígenas, los esclavos, los
campesinos, los obreros, en el transcurso del proceso histórico de Venezuela a
lo largo de cinco siglos. Allí están Curayú
o El vencedor, Oscéneba, Apacuana y Curiacurián,
de la Conquista; Soga de niebla,
Manuelote, ¿Quién nos robó esa
batalla?, sobre la Colonia y los años de Independencia. El mural de la Guerra Federal con Los hombres de los cantos amargos, Un tal Ezequiel Zamora y Lo
que dejó la tempestad, sobre el conflicto que enfrentó a los sectores avanzados
de la oligarquía.
Y
su trilogía sobre el petróleo integrada por El
vendaval amarillo, El raudal de los
muertos cansados y Las torres y el
viento, a las que habría que agregar Las
mariposas de la oscuridad, obra que habla del abandono de los campos al
irrumpir la industria petrolera, y la juventud campesina sin posibilidades de
trabajo, desplazándose hacia las zonas extractivas de los hidrocarburos.
Las
obras mencionadas, junto a otras, entregan una nueva visión del pasado
nacional. Una verdadera reconstrucción del proceso histórico, en una visión
dinámica donde la historia aparece ahora constituida por las manos anónimas de
los sectores populares, verdaderos artífices de la edificación histórica. (Rodríguez,
en Teatro y Sociedad, XVI-XVII)
La acción de Las mariposas de
la oscuridad se desarrolla en “una vieja hacienda improductiva, situada en
un campo de la región central de Venezuela. (Época: 1927-1935)”, a finales de la dictadura gomecista. (Tetralogía del petróleo, 3)
La acción de El vendaval
amarillo “transcurre en un lugar del estado Zulia, durante los años 1938-1939”,
poco después de concluirse dicha dictadura. (Tetralogía, 67) La obra parte de un incendio producido en
Lagunillas, a causa de las aguas contaminadas por petróleo, y que dejó más de
300 muertos. (Rodríguez, en Tetralogía del petróleo, XV-XVI)
El
raudal de los muertos cansados se
localiza en Venezuela, en un “campo petrolero del Oriente del país”, y en “Época Contemporánea.” (Tetralogía del petróleo, 120)
Mientras que en Las
torres y el viento la “acción
transcurre en una región selvática cercana a Mene Grande, estado Zulia,
Venezuela, entre 1914 y 1980”. En este caso la obra juega con el ir y venir de
épocas, mediante el recurso a los aparecidos y sueños. Incorpora la historia de
desalojos de los pueblos indígenas en las tempranas décadas del siglo, así como
evoca las luchas armadas de las guerrillas venezolanas durante las décadas del
sesenta al ochenta. (Tetralogía del
petróleo, 168)
El
conjunto, por tanto, abarca desde “el borbollón del primer pozo petrolero
brotado en Zumaque 1914” (Tetralogía del
petróleo, 163) hasta el presente de la escritura de las obras y su puesta
en escena, extensible hasta finales del siglo XX.
El campo
venezolano y los campos petroleros son conocidos por Rengifo directamente, pues
recorrió buena parte de Venezuela y sufrió la represión de los dictadores. De
modo que, con conocimiento de causa, el personaje Yuro puede referirse al campo
petrolero de Monagas, y la acción de Las
torres y el viento puede ser situada en Mene Grande. Los personajes de sus
obras están tomados de los tipos venezolanos campesinos y obreros comunes de la
época en cuestión. Hechos y personajes históricos son la base que utiliza Renfigo
para construir su visión.
La realidad social
La
realidad que se presenta en estos textos es la de la brusca transición de una
Venezuela agraria a otra petrolera. En Las
mariposas de la oscuridad se describen “las tierras abandonas y sin explotar,
su venta a compañías extranjeras y el consiguiente desalojo del campesinado” (Rodríguez,
en Tetralogía del petróleo, XIII). Se
refleja esta realidad en palabras dirigidas a Flora por su enamorado campesino
y, luego, en palabras del hacendado, padre de Flora. La Madre de Yuro refiere
el apremio del desalojo y sus consecuencias.
YURO.— Bueno, usted sabe, no tengo
trabajo, por aquí nadie cultiva. Su padre tiene abandonada esta gran hacienda...
PAREDES.— Mañana activaré todo lo
relativo a la venta de la hacienda. Iré al pueblo a telegrafiar, cerraré
negociaciones en dos días y me llevaré a Flora de todo esto. Luego viajaremos
al exterior.
MADRE.— Dijo que nos daba quince días
para que desalojáramos la hacienda, pues la tiene negociada; y la compañía
extranjera que la va a comprar no quiere hacer tratos hasta que no se vayan
todos los pisatarios y conuqueros. También en la pulpería me dijeron que todo
será desalojado y que debemos pagar la cuenta que tenemos allá…
Las perspectivas de trabajo que se abren en los campos
petroleros las expresa Yuro en varias ocasiones:
Adolfo, un amigo que tengo en el
pueblo, me está haciendo diligencias a ver si consigo trabajo en un campo
petrolero, por Oriente, o me arriendan unas vegas hacia la costa para que yo
las cultive.
¡Sí! Estuve en el pueblo; Adolfo
consiguió con un camionero amigo que me lleve a Monagas, trabajaré en un nuevo campo
petrolero. ¡Me iré esta noche!
En El vendaval
amarillo se describe el surgimiento del petróleo y la venta de tierras
abandonadas y ejidos, a las compañías; y se denuncian los desalojos, amparados
en acuerdos y corruptelas del poder ejecutivo y judicial para otorgar
concesiones. Los diálogos entre Zoilo, Crisanto, Antonio y Natividad son
elocuentes:
ANTONIO.— Pues, que eran ciertos los
rumores. Los dueños vendieron sus haciendas a las compañías, dicen que por un
dineral…
CRISANTO.— Bueno, allá ellos. (Pausa). Para lo que hacían con estas
tierras. Daba lástima el abandono en que estaban… ¡Y tan buenas tierras!
ANTONIO.— Parece que por debajo son
puro petróleo. Por eso fue el negocio…
CRISANTO.— ¡Ah! Tenía que ser por eso…
Pero ¿será verdad?
ANTONIO.— ¡Claro que lo es! Se dice que
también hay en los terrenos ejidales y que ya algunas compañías están
gestionando para conseguirlos, comprados o en arrendamiento.
ZOILO.— Sí, parece que hay un enorme
pozo bajo este lugar y en el lago… Su capacidad ya está calculada y desean
perforar pronto, pero todo esto estorba. (Señala
la barraca). Necesitan petróleo, mucho petróleo para mover el mundo, llenar
sus bancos, hacer sus guerras…
NATIVIDAD.— Es por eso que quieren
aventarnos a nosotros como basuras, como cáscaras de naranjas a las cuales se
les ha extraído el jugo…
CRISANTO.— No sé. Pero ha sido así de
acuerdo con unos papeles sacados de no sé dónde. Luego las compañías arreglaron
lo demás… ¡Eso que llaman concesiones!
NATIVIDAD.— Aun así, la casa es de
nosotros, mi abuelo la construyó…
CRISANTO.— Ofrecen cuatro centavos por
las tejas… ¡Y quién sabe si los darán!
NATIVIDAD.— No entiendo eso. ¿Cómo
pueden hacer esas cosas con tanta gente? ¿Y el de la Junta Comunal qué dijo?
CRISANTO.— No puede hacer nada. Todo
está resuelto desde muy arriba.
NATIVIDAD.— ¿Y si nos negáramos a
desocupar?
CRISANTO.— Es inútil. Nos sacarían a la
fuerza. Así me lo dejó entender un tipo de las oficinas con quien hablé, citándome
no sé qué ley.
En El raudal de los
muertos cansados, lejos de constituirse en futuro para el pueblo, se
caracteriza el campo petrolero como sitio malsano y lugar de muerte. La mujer
del gerente muestra su visión clasista y etnocéntrica.
BETTY.— Cuatro años llevamos ya
hundidos en este campo petrolero. Entre ciénagas, mosquitos, lidiando con
gentuza de todos los pelos y colores.
BETTY.— Es lo que está de boca en boca…
En ningún otro campo petrolero ha ocurrido en los últimos meses algo semejante…
Tanto muerto…
Comentando El vendaval
amarillo, escribe Rodríguez (Tetralogía
del petróleo, XVI):
…el petróleo, además del desarraigo de
los campesinos y de la destrucción del campo, trajo otras calamidades:
crecimiento de bares y prostitución en los pueblos nuevos, corrupción, falsas
ilusiones en la vida cotidiana, destrucción de parejas, desintegración
familiar, imposición de costumbres foráneas…
Los cabarets, con sus implicaciones para las jóvenes que
allí trabajan, y las peleas que se producen en ellos, se presentan en voz de
Camila:
CAMILA.— …le debo mucho a la dueña del dancing. Una para trabajar allí necesita
ropa buena, medias finas, zapatos, pintura. Ella presta adelantado, antes de
pagar ya necesitamos otra vez cosas y la cuenta nunca acaba…
CAMILA.— Él me persigue. Ha intentado
matarme… Se metió al cabaret y me golpeó. Llevaba un cuchillo…
Los accidentes de trabajo también se muestran en esa misma
obra. En este caso se trata de las consecuencias de una explosión con dinamita:
OBRERO I.— Ahí los traen… (A Antonio).
Raúl está muerto, pero su hijo Trino solo tiene quemaduras graves, quizás se
salve…
La explicación del título El raudal de los muertos cansados se pone en boca de dos operarios:
OPERARIO I.— Cuando la Conquista, los
alemanes buscaban El Dorado por aquí… Remontaban el río y al llegar al Raudal,
como no podían cruzarlo, obligaban a los indios a cargar por las orillas las
embarcaciones. Iban atados por los cuellos, cuando alguno se cansaba, para
ganar tiempo, le cortaban la cabeza de un tajo y ahí quedaba…
OPERARIO II.— Por eso el nombre del
Raudal de los Muertos Cansados…
Raudal de muerte que se actualiza en la explotación de los
campos petroleros que acaban con la vida de los obreros.
Las matanzas de indios se traen de nuevo a colación en Las torres y el viento. Marta informa al
Viajero:
MARTA.— ¿No lo sabe? Es el sitio de las
Cruces. Se habló mucho de este pueblo hace años, cuando las matazones de
indios. ¿Ha oído hablar de eso?
MARTA.— Aquí se iniciaron las
explotaciones. ¿No vio por la pendiente las torres y los balancines abandonados
y mechurrios aún encendidos? De noche parecen los candeleros del infierno.
¿Quiere saber algo? Bajo las patas de hierro de las torres hay balas hundidas
en calaveras.
MARTA.— Detrás de la tumba quedan las
tierras que fueron de los indios. Se empaparon de sangre y petróleo.
Conflicto
social e ideológico
El conflicto social se expresa de varias otras formas,
además de las ya apuntadas. En Las
mariposas de la oscuridad, Yuro y Flora son personajes que simbolizan el
contraste campo- ciudad:
YURO.— No me acostumbro. Usted es
distinta a mí. Es una señorita de la ciudad; distinguida, educada. Yo soy un
campesino…
YURO.— Usted es la hija de don Jaime
Paredes, yo no soy nada…
El conflicto hacendado-campesino se ve reflejado en los
desalojos ya referidos en Las mariposas
de la oscuridad y El vendaval
amarillo.
El conflicto obrero petrolero-funcionario extranjero se
resalta especialmente en Las torres y el
viento. El funcionario extranjero se presenta simbólicamente como Muñeco
III, aliado a los poderes civiles (Muñeco I) y políticos (Muñeco II).
La tensión ciudad-campo, tradición-modernidad, se presenta una
y otra vez. La modernidad va unida a las ideas de progreso, riqueza y libertad.
Bajo esa ideología se expropia al campesino de sus tierras, acusándolo de
atrasado y rémora para la civilización.
A Flora la muestra su padre, en Las mariposas de la oscuridad, como la joven civilizada y moderna, a
la que no entienden los campesinos ni los estúpidos:
PAREDES.— ¿Cómo puedes entender tú lo
que es Flora? ¿Sabes acaso de la vida civilizada? Flora es algo… Distinto de
todo esto…
RAFAELA.— ¡Dondequiera que esté es mi
hija, rica, civilizada, con todas sus cosas malas o buenas siempre será mi
hija!
PAREDES.— Son estúpidos, solo piensan
cosas malas de la gente que es moderna. ¡Todo cuanto se les ocurre! Se
escandalizan porque Flora fuma y bebe, porque monta a caballo sola de noche,
porque anda con los peones y se baña en el río…
Paredes aconseja a su hija un matrimonio convencional, para
gozar de una vida más libre y moderna:
PAREDES.— Una mujer casada no es ya una
señorita y puede actuar con mayor libertad… Ir de aquí para allá… Y más con tu
carácter… Un marido para que te acompañe y…Vive… Goza…
Zoilo, personaje de El
vendaval amarillo, inicialmente es un campesino convencido de las bondades del
progreso.
ZOILO.— Así es. Conversé con uno que
llegó con las máquinas. Me dijo mirando el paisaje que todo esto cambiará, y
que pronto habrá riqueza, civilización, progreso…
ZOILO.— Hoy tienen razón, compadre. Es
el progreso que ha llegado, una nueva vida para todos…
ZOILO.— A los muchachos hay que
dejarlos andar solos alguna vez, compadre, ¡y más ahora que es tiempo de
progreso!
ZOILO.— No sea tonto, compadre. No se
van a meter con el río, pero si lo hacen tenga la seguridad de que será para el
bien de todos, para el progreso de este pueblo…
Luego, se va tornando crítico, y hay un dejo de ironía en
sus palabras:
ZOILO.— Solo interesan las cifras de
ganancias. Oye esto: (Saca un recorte de
periódico y lee). “Las empresas aceiteras que operan en Venezuela han
obtenido durante los últimos tres meses ganancias que montan a la cantidad de…
-No sé cuántos millones ponen aquí-Este rico y maravilloso país vive sus días
de mayor prosperidad, civilización y progreso…”.
Camila, en esta misma obra, representa a la juventud con
ansias de libertad, que termina devorada por tal progreso.
CAMILA.— ¿Qué otra cosa? Ya no me
acostumbraría. Me gusta estar así… ¡Libre!
CAMILA.— Usted se ha vuelto como todos;
no piensa sino en criticar…En decir sermones… (Cambia la voz). “¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué hiciste aquello…?
Eres una cualquiera… Eres…”. ¿Qué sabe sobre lo que aspira una muchacha
moderna? Además, me hastié de aquel pueblucho, de ver siempre lo mismo. ¡Quise
gozar!
Crisanto, el más crítico de los pobladores rurales, es quien
finalmente para en loco:
CRISANTO.— Es inútil. Nos sacarían a la
fuerza. Así me lo dejó entender un tipo de las oficinas con quien hablé,
citándome no sé qué ley. ¡Qué tipo tan repugnante! Trata de parecerse lo más posible
a un gringo de los que gritan y mandan. Fuma pipa y usas trajes raros, a cada
momento me decía palabras en inglés y hasta tuvo la desvergüenza de
manifestarme que nosotros como nativos de color deberíamos estar contentos
porque los musiús nos traigan trabajo y civilización…
CRISANTO.— (Con una inquietud violenta y repentina al oír los gritos y mirar a lo
lejos los resplandores rojos). ¡Alumbren, que hoy estamos de fiesta! ¡Ya
llegaron los camiones…! El río se volverá de oro… Es el progreso que nos
inunda…
El funcionario petrolero de El raudal de los muertos cansados apuesta a ese progreso:
MORRIS.— Nada impedirá que la empresa
mantenga su volumen productivo, contribuyendo así al progreso de esta pujante nación.
Del mismo modo lo hacen los poderes-Muñecos de Las torres y el viento, quienes son
conscientes de que su progreso se hará a costa de los indios y conuqueros:
MUÑECO II.— (Ríe irónicamente). ¡Je, je, je! (Al Viajero). ¡Civilización! ¡Progreso! ¡Civilización! ¡Progreso!
¿Sabe lo que es eso? ¿Sabe?
MUÑECO II.— En su cabeza debe entrarle
la idea de que esto hay que explotarlo… Sembrar torres, meter taladros, talar
bosques, destruir sementeras… La riqueza que vendrá luego no les cabrá en las
manos y los baúles. ¡Téngalo por seguro!
MUÑECO I.— ¡Y al carajo usted, mozo; al
carajo los indios, los conuqueros, al carajo todos! (Amenaza con sacar el revólver. El Muñeco II lo contiene). ¡Que
avancen las torres y la plata y usted, musiú! ¡Que avancen! ¡Yo las defiendo,
carajo, porque yo amo el progreso!
MUÑECO III.— ¡Je, je, je, je! Siempre
es emocionante vencer obstáculos, señor Jefe Civil. (Al Forastero). ¡Usted y sus indios son uno de ellos (Al Diputado). ¡Pero pequeñitos, señor
Diputado, pequeñitos! ¡Je, je! (Al
Forastero). Pero, mozo, vea bien nuestras torres, son como caballos
salvajes, saben saltar obstáculos… Y cómo saltan… (Simula dar un salto). ¡Saltarán sobre usted y sus indios
fácilmente! ¡Je, je, je!
Por otra parte, dos visiones contrapuestas se enfrentan en
varios diálogos de Las torres y el
viento, entre el Forastero y los Muñecos que representan los poderes (Jefe
civil, diputado, y funcionario petrolero extranjero): el debate por la
propiedad de la tierra, el debate sobre la dignidad humana de indios y
campesinos, el debate sobre el rol de los Gobiernos y la Ley, el debate sobre
el poder del dinero y la ética… Y la mentira que se va imponiendo en los
medios: son los indios los violentos.
MUÑECO II.— Parece ignorarlo. Una y
otro quieren avanzar en esta tierra salvaje. (Solemne). ¡Es estúpido que, por contemplaciones con unos cuantos
indios y conuqueros mestizos, ese avance se entorpezca!
FORASTERO.— Lo seguro para los indios
son sus tierras.
MUÑECO I.— (Ríe estrepitosamente). ¡Ja, ja, ja! ¿Sus tierras? Permítame que me
burle, joven… Ni un gramo de esta tierra es de ellos. ¿Quién se la dio?
MUÑECO II.— ¡Correcto! Ocupan esas
tierras porque los hacendados han sido débiles y el Gobierno lo mismo…
MUÑECO I.— ¡Pendejos, diría yo! (Jactancioso). ¡Pero ha llegado la hora
de poner carácter y de actuar. Es el consejo que nos da el amigo!
MUÑECO III.— ¡Je, je, je! ¡Mire, mozo,
que ya se ha movido mucha plata, y contra la plata nadie puede! ¡Los indios y
conuqueros tendrán que irse… Al… Al… (Muñeco
I). ¿Cómo dicen ustedes los venezolanos?
MUÑECO I.— ¡Al carajo, musiú!
MUÑECO III.— ¡Je, je, je! ¡A eso
tendrán que irse! (Al Forastero). ¿Se
da cuenta?
MUÑECO I.— ¡Coger la selva, allí es
donde deben vivir los salvajes!
FORASTERO.— Ninguno por aquí permitirá
ese atropello.
MUÑECO II.— Alguien ha escrito en
periodicuchos de la capital que por aquí se pretende despojar a los indios.
¿También ha sido usted?
FORASTERO.— Puede ser…
MUÑECO I.— ¡Fue usted, lo sé sin ser
adivino! ¡Y alguna relación hay entre usted y las armas que ahora tienen los
indios!
FORASTERO.— ¡No tienen armas!
MUÑECO II.— Me han dicho que en sus
tierras se oyen disparos.
FORASTERO.— Tiran contra ellos desde
las haciendas vecinas. Pero no los asustarán; y están dispuestos a quedarse
allí.
FORASTERO.— No hace falta. ¡Ellos
piensan!
MUÑECO I.— ¡A la mierda! ¡Quién ha
visto indios pensando!
MUÑECO III.— ¡Je, je, je! ¡El Jefe me
hace reír! ¡Je, je, je!
MUÑECO II.— (Alzando el portafolios). Oiga, joven, a pesar de todo, las torres,
los taladros y ellos (Señala al Muñeco
III). Deben avanzar amparados por la ley… ¿Y quién puede oponerse a la ley?
El Forastero es amenazado por los poderes-Muñecos y se
presenta como un aliado estratégico de indios y conuqueros.
La religión también entra el juego del conflicto ideológico.
Las rezadoras de Las torres y el viento,
ante el Forastero muerto, prefieren dejar las causas de su muerte violenta en
el pasado (“lo que fue, lo fue”), y acaban bailando al son que tocan los
poderosos “Muñecos”, aliadas con ellos. Mientras Luciana se queda junto al
cadáver, velando a su muerto.
REZADORA II.— (A la Rezadora I). ¿Por qué lo matarían?
REZADORA I.— ¡Muchos hombres extraños
llegan aquí con cuentas ocultas y hay quien se las cobra!
REZADORA II.— Parecía un hombre bueno.
REZADORA I.— Continuemos rezando. Lo
que fue, lo fue.
El conflicto surge por el tipo de oraciones y por el
movimiento escénico ante el cuerpo del Forastero. Luciana hace sus oraciones
privadas, siendo a asociada a rituales indios, frente a los rezos católicos
tradicionales de las rezadoras. Luciana permanece estática, mientras las
rezadoras, apartándose, danzan con frenesí.
LUCIANA.— Yo se las diré. Les agradezco
que se vayan.
REZADORA II.— Habrá que enterrarlo.
LUCIANA.— Lo haré en este mismo lugar.
REZADORA II.— ¿Tú sola?
LUCIANA.— Sí.
REZADORA I.— Así entierran las indias a
sus muertos. (Luciana calla; a la
Rezadora II). Si ella lo quiere así, mejor nos vamos. (Deja su vela junto al cuerpo yacente y, seguida por la otra, comienza a
marcharse…).
Entre
tanto, las Rezadoras se acercan al Muñeco III y comienzan a reír con él,
primero tímidamente y luego con mayor soltura, hasta que lo hacen con verdadero
frenesí. El Muñeco III inicia un baile, las Rezadoras ríen y comienzan a danzar
con él. Las proyecciones siguen. Luciana permanece, estática, con la vela encendida,
junto al cadáver.
Ensayo,
pintura y teatro
Las obras de Rengifo no están asiladas en el campo del arte.
Sucede que, en los textos literarios latinoamericanos abundan las referencias
interartísticas. Enuncia Tedesco (201):
Sirve al replanteamiento crítico de la
literatura latinoamericana, la creación de campos semánticos de modalidades
genéricas diferentes.
Y así, muestra las consonancias entre el ensayista Manuel
González Prada y la narradora Corinda Matto; o entre el ensayista Mariátegui y
el narrador Arguedas, todos ellos peruanos.
Vale la pena estudiar, siguiendo esta pista reflexiva, las
consonancias del teatro de Rengifo, y en particular de las cuatro obras aquí
tratadas, con la obra ensayística de su contemporáneo Orlando Araujo. Cito,
solo como muestra, un par de textos de su obra Venezuela violenta, que abonan cuanto se viene diciendo, sobre el
paso de una Venezuela agraria a otra petrolera, con todas sus consecuencias:
La clave para comprender el proceso
económico posterior así como sus complejidades sociales y políticas está en ver
con claridad y no olvidar que aquellos problemas no se resolvieron mediante la
sustitución de una estructura económica atrasada por otra avanzada, es decir
que el modo de producción latifundista (entiéndase feudal) no fue sustituido
por el capitalista, que le seguía en el orden histórico de la evolución social.
No hubo, pues, un cambio de la estructura sino una adherencia capitalista que
se superponía sobre las aristas de una economía latifundista, artesanal y
pequeño-mercantil, y convivía con ella. Esa adherencia venía de afuera,
procedía de un mundo más avanzado y poderoso, los ingenieros petroleros traían
consigo la fascinación de los buscadores de oro y muy pronto darían al país una
fisonomía y hasta una psicología de campamento minero. Para Gómez, el petróleo
era un fruto de la tierra y su mentalidad de hacendado lo llevó a concebir la
administración de esta riqueza con un criterio latifundista: otorgaba a sus
amigos, familiares y partidarios, vastísimas concesiones de tierra y estos las
traspasaban luego a las compañías extranjeras que explotaban las zonas
petroleras. (38)
El petróleo, como Dios, está en todas
partes al mismo tiempo, aun cuando, a veces, no se le pueda ver o adquiera como
Proteo, mil formas diferentes para desconcertar y aniquilar a quienes osen
atravesarse en su camino. Venezuela vive bajo la tiranía de ese dios cuyos
sacerdotes mascan chicle, fuman pipa y distribuyen premios y castigos entre los
nativos que se sometan a su culto o que se atrevan a desafiarlo. Venezuela es
el paraíso de la inversión extranjera, la tierra de nuestro señor petróleo.
Venezuela es una colonia yanqui. (100)
Siendo contemporáneos, es muy probable que las reflexiones
de Araujo se alimentaran de las obras tempranas de Rengifo, como especialmente Las torres y el viento, de 1969, se pudo
alimentar de Venezuela violenta,
escrita en 1968.
Respecto a las obras incluidas en
la Tetralogía de la que me ocupo, llama la consideración de los
escenarios desde una perspectiva de realismo social, muy a tono con las pinturas
del autor. Véase el primer escenario, descrito con minuciosos detalles de
realismo social, para la obra primera de la Tetralogía:
El
escenario para el primer acto constará de dos ambientes. En la parte derecha,
el interior de un rancho de bahareque y palmas. Es cocina y corredor al mismo
tiempo, también acostumbra dormir allí el Padre. Hay una pared al fondo y otra
a la derecha, en esta una puerta comunica con otro cuartucho dormitorio, la
puerta está cubierta con una cortina sucia y raída. En la izquierda del rancho
unos horcones hacen de columnas que sostienen el techo; en este mismo lado hay
un patiecillo sin cercar que da al camino. En el patiecillo están una batea,
tiestos con matas y unas latas, junto a la pared un fogón con útiles de cocina,
en su mayoría de barro cocido. Sobre un anafre algo se cuece en una olla. Hay
una tinaja, leña, una silla destartalada y un cajón grande que sirve de
asiento; también una mesa sobre la cual está una lámpara de kerosén. En las
paredes un trozo de espejo, algunos cromos desteñidos, una repisa con un santo
y una cruz de palmas. Cerca de la puerta que da al cuartucho hay un catre
pequeño. El ambiente en la parte izquierda estará compuesto por un camino, un árbol
frondoso a cuyo pie hay un pequeño estanque con bordes de ladrillos. Al fondo
una piedra grande, arbustos y cielo. Los cambios en la acción de un ambiente a
otro se harán mediante efectos luminosos de acuerdo con el plan directivo escénico.
La acción se inicia en el escenario de la derecha. Al correrse el telón en escena
están: el Padre, quien se encuentra tendido en un camastro; la Madre, quien se
ocupa de hacer algo en el fogón, y Marcos; este, cerca del primer horcón,
sentado en el suelo, trata de componer con alambre una vieja jaula. Hay luz de
atardecer.
La obra
pictórica de Rengifo ha sido ubicada en el llamado realismo social influido por
los muralistas mexicanos de esta corriente. Ha dicho Juan Calzadilla de la obra
del venezolano:
El tema principal de su pintura es el
campo venezolano, humanizado por la figura de los tipos campesinos criollos; el
paisaje en ruinas, donde se levantan cielos oscuros o presagiosos a los que la
tierra comunica su propio color, está escuetamente delineado como escenario
teatral donde destacan las figuras en primeros planos.
Sus
obras La música, Estudio, La esperanza o El niño enfermo reflejan bien estos
rasgos: tonos cálidos y predominio de figuras populares, reflejo de algún
instante cotidiano.
Recoge Humberto Orsini (Teatro,
XIX) el siguiente dato:
En una entrevista que le hizo el actor
y director Pedro Marthán a César Rengifo, a la pregunta sobre la relación que
había entre su teatro y su pintura, él respondió: “No hay contradicción entre
mi teatro y mi pintura; por el contrario, ambos se complementan”.
Y
agrega, en el mismo texto, que “el dibujo de los personajes en sus pinturas se corresponde
con la construcción de muchos de los personajes de su teatro”.
El símbolo del fuego y el final de tragedia
Un
simbolismo potente, que da tono de tragedia a estas obras de Rengifo es el del
fuego.
En Las mariposas de la oscuridad se
escuchan las voces que anuncian fuego y cubren la tragedia de la joven Flora
asesinada como chivo expiatorio del conflicto desatado, asesinato provocado,
sin ser consciente de ello, por su propia madre, curandera, al mejor estilo de
las tragedias griegas.
VOCES.— ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Se quema la
hacienda!
MADRE.— ¡El fuego cura todos los daños!
VOCES.— (Cerca aumentan las voces). ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Se quema la hacienda!
FLORA.— Sufrí una caída y me mordieron
unos perros, me siento mal, denme un poco de agua.
MADRE.— (Con miedo y asombro). ¡Es ella! ¡Es ella! ¡La persona del daño! ¡La
bruja! ¡La telaraña…! ¡Es ella!
PADRE.— (A la Madre). ¡Ya no habrá brujas en la hacienda…! Hasta candela le
prendimos al monte… ¡Ja, ja, ja!
MADRE.— ¡El fuego cura todos los daños!
RAFAELA.— ¡Fueron ustedes! ¡Yo vi sus
sombras!
PAREDES.— ¡Miserables! ¡Borrachos! (Alza el revólver. La Madre lanza un grito
agudo, Marcos y el Padre huyen).
En El vendaval
amarillo el incendio está referido a un hecho histórico. Se abre la obra desde
la perspectiva del personaje Zoilo, quien relata lo ocurrido.
Por
el lateral derecho e iluminado por una luz difusa de reflectores aparecen Zoilo
y dos obreros. La vestimenta de los tres se ve sucia y con huella de humo y
quemaduras. Zoilo camina con dificultad, sostenido por sus acompañantes, lleva
un brazo en cabestrillo y se muestra agobiado por una gran fatiga. A medida que
ellos avanzan, el fondo se ilumina intermitentemente con golpes de luz rojiza,
mientras a lo lejos se oyen explosiones y un rumor difuso.
ZOILO.— ¿Sigue el incendio?
OBRERO I.— ¡Sigue!
ZOILO.— Fuego, humo, cenizas. Si
creyera en demonios podría decir que ellos han caído aquí, para vaciar sus
pailas llenas de tantas cosas malas… (Vuelven
a verse en el fondo los resplandores rojizos) y sigue también el fuego (Arroja el cigarrillo) y la angustia.
Luego se
describe en detalle el incendio de las casas, la gente huyendo, la muerte trágica
de Zoilo, quemado en el lago, y el asesinato de Camila a manos de su propio
hermano.
MUJER.— (Gritando). ¡Hay fuego en la parte alta del pueblo! ¡Algo se quema!
OBRERO I.— Todas las barracas de arriba
están ardiendo. ¡Le pegaron fuego al pueblo!
NATIVIDAD.— ¡Ay, Dios mío, pero es
horrible eso…! Todo esto es madera y cartón. (A lo lejos se oyen gritos confusos y carreras. En medio de todo, la
sinfonola toca una canción estridente. Óyense, claramente las voces de ¡Fuego!
¡Fuego! Sobre las aguas del lago, en el fondo, comienzan a verse resplandores rojizos).
OBRERO I.— (Asomándose a la barandilla). ¡Ya la candela cogió el aceite
derramado sobre el lago y hay mucho viento! (Los gritos lejanos se intensifican).
ZOILO.— (Con premura). ¡Comadre, hay que sacar los corotos y a Crisanto!
¡Las barracas son un infierno en llamas…!
OBRERO II.— (Entrando). ¡El fuego se extiende por todas partes; ya arriba hay
algunos quemados!
CRISANTO.— (Solo y de pie) ¡Ja, ja…! El viento está arreciando y todo está de
fiesta… (Camina y se coloca junto a la
rejilla que separa a la habitación donde él está del corredor que cae al lago.
En el fondo siguen los resplandores y el fuego más intenso, mientras en la
calle aumentan los gritos y el tumulto. Agitado). ¡Ah, está lloviendo sobre
el río…! ¡Ja, ja…! ¡Todo se está poniendo amarillo…! ¡Es un vendaval lo que cae…!
¡Un vendaval de oro! ¡Y el río crece…!
¡Crece! (Vuelve la cabeza como buscando a
alguien). Raúl, Raúl, ¿dónde estás? ¡Ven conmigo…! (Rompe con el cuerpo la barandilla y avanza por el corredor). ¡Ven,
aprovechemos el vendaval amarillo para bañarnos de oro…! ¡Mira como está
cayendo…! ¡Mira! (Camina con rapidez y
cae al lago. Segundos después, entra Natividad, presa de angustia y turbación).
ZOILO.— ¡Tienen que salir de aquí
pronto! ¡Ya el fuego alcanzó los tanques de gasolina…! (De pronto al no ver a Crisanto y advertir el espanto de Natividad se
alarma y va hacia el corredor. Allí se detiene, vuélvese y pregunta a gritos a
Natividad). ¿Y Crisanto? ¿Dónde está Crisanto?
VECINA.— (A Natividad). ¡Apresúrate, Natividad… Ven! (De pronto toma conciencia de que algo grave ocurre y grita). ¿Y Crisanto?
¡No veo a Crisanto! (Se acerca a
Natividad, quien no la mira, absorta en el fuego que se extiende en el lago).
¿Dónde está Crisanto?
NATIVIDAD.— (Tendiendo los brazos hacia las aguas). ¡Allí está, ardiendo!
¡Ardiendo!
VECINA.— (Perpleja y horrorizada). ¡No puede ser, Natividad, no! (Por la puerta pasa gente corriendo y
gritando).
MUJER.— (Gritando con alarma). ¡Natividad! ¡Natividad! ¡Trino malogró a la
muchacha! ¡Allá abajo está tendida…!
NATIVIDAD.— ¿Qué muchacha?
MUJER.— ¡A la Camila! (La mujer sale).
NATIVIDAD.— ¡Dios mío, qué horror! ¡Qué
horror! (Sale corriendo en pos de la
mujer).
VOCES.— (Afuera). ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Ya esto arde también…! ¡Huyamos!
ZOILO.— (A la Vecina). Salvémosle algo… (Comienza
a reunir algunos objetos y a envolverlos en una cobija. La Vecina, con rapidez,
lo imita acumulando unos cuantos trastos. Pero las voces afuera crecen y se
oyen explosiones. Alguien se asoma por la puerta y les grita).
VOZ.— ¡Ya arden estas barracas, salgan!
ZOILO.— (A la Vecina y señalando a Natividad). ¡Debemos sacarla cuanto
antes!
VECINA.— ¡Sí! (Va hasta Natividad y la tira por un brazo). ¡Esto también se
incendia…! ¡Huyamos, Natividad…! (Natividad
se resiste y se inclina hacia las aguas, la Vecina la agarra; en el fondo
alumbra un relámpago). ¡Un relámpago…! ¡Ojalá llueva y se apague el
incendio…!
ZOILO.— (Golpeando con fuerza la mesa). No lo apagará una simple lluvia, ni
siquiera una fuerte lluvia. (Con ira). Será necesario una gran
tempestad, con truenos, centellas, rayos… ¡Y me gustaría tener fuerzas para
hacerla caer ahora mismo…!
NATIVIDAD.— (Mientras la vecina trata de arrastrarla). ¡Quiero ir allá! ¡Donde
está Crisanto! ¡Donde cayó Crisanto! (Zoilo
se acerca a ellas). ¡Déjame! ¡Crisanto! ¡Crisanto! ¡Ven! ¡Ven! (Zoilo la toma en brazos mientras la Vecina
recoge el bojote que Zoilo hizo con la cobija). ¡Crisanto, ven, que nos
está devorando el petróleo! ¡Nos está devorando!… (Zoilo comienza a sacarla. Natividad grita y se debate). ¡No quiero
irme! ¡No quiero salir! ¡No! ¡Crisanto! ¡Crisanto! ¡Nos devora el petróleo! ¡Nos
devora! ¡Todos estamos ardiendo! ¡Todos! ¡Mira cómo crece el fuego! ¡Míralo, mi
amor!
(Zoilo,
luchando con ella, la saca de escena, la Vecina los sigue. Los gritos de
Natividad se oyen alejándose. Oscuro. Cae una cenital sobre el Obrero I, quien
se acerca al tronco donde aguarda Zoilo, lesionado).
La obra
cierra de nuevo con Zoilo, en un primer plano, resaltando la idea de que el
incendio sigue, sugiriendo una lectura simbólica de este incendio, vinculado a
la permanente destrucción que ocasiona la explotación petrolera.
ZOILO.— (Al Obrero I). ¿Sigue el incendio?
OBRERO I.— ¡Sigue! (Lo ayuda a incorporarse y a caminar. A lo lejos
se oyen fuertes explosiones y aumenta el resplandor rojizo).
En El raudal de los
muertos cansados el incendio es producido por un funcionario de la compañía
petrolera calculando su ascenso, sin reparar en los obreros muertos.
BETTY.—¿Cómo fue?
JUDGE.— (Vistiéndose con rapidez). ¡Explosión! ¡Incendio!
BETTY.—¿Hay víctimas?
JUDGE.— Parece que sí…
MORRIS.— Es intrigante esto… ¿Qué
ocurrió, entonces?
DESCONOCIDO.— Alguien preparó un
dispositivo para que, al los obreros establecer la conexión, la maquinaria
estallara. El incendio posterior fue una consecuencia de eso…
MORRIS.— ¿Se sabe quién o quiénes lo
hicieron?
DESCONOCIDO.— Poseemos ya una pista al
parecer segura…
Final de tragedia en que los dirigentes sindicales acuerdan
con la compañía el silencio cómplice y los obreros son detenidos por la policía.
RELACIONISTA.— (Al Dirigente). Los consultores jurídicos de la compañía tienen un
informe que desean hacer conocer a la Unión.
DIRIGENTE.— (Al Relacionista). Iré donde ellos. (Sale).
(Cerca
se encienden algunas linternas que los alumbran. Óyense voces. Una les grita
ordenando).
VOZ.— ¡No se mueva nadie! ¡Manos
arriba! ¡El que intente huir llevará balas! (Los obreros se vuelven asombrados y suben las manos).
En Las torres y el
viento el fuego es provocado por la propia industria petrolera y sus
mechurrios. Es un fuego que arrasa con todo.
ANTONIO.— Lo que son las cosas, este era
un lugar apacible, pero detrás de las torres llegó la violencia. Creo que hasta
el viento se hizo más áspero y duro. ¿Ha oído cómo se pelea afuera con los
hierros de las torres y el fuego de los mechurrios?
LUCIANA.— ¡Ya los mechurrios y sus
candelas siguen avanzando selva adentro! Pronto quemarán hasta las piedras.
ANTONIO.— Exageras, Luciana.
LUCIANA.— Conozco ese incendio, Antonio
María. ¿No te han dicho que unos hombres de las compañías me enterraron en un montón
de hojarasca, bajo una torre?
ANTONIO.— Me lo dijeron.
LUCIANA.— Cada torre se asentará sobre
una tumba.
ANTONIO.— ¡Ah! ¡Creí que estaba
dormido! ¡Asómese a la puerta, rápido, para que vea! ¡Los indios están
asaltando los campamentos de las compañías! ¡Desde la acera se ve el humo del incendio!
LUCIANA.— ¡No son los indios quienes la
han iniciado! ¡Vamos rápido! (A lo lejos
se oyen gritos y disparos. Oscuro. Se proyecta en blanco y negro un gran
incendio rural. Hacia él camina Luciana, portando las armas; la sigue Antonio
María, Luciana grita). ¡Resistan! ¡Resistan! ¡Resistan!
(Avanzan
hacia el fuego mientras se escuchan disparos y gritos. Oscuro. Luz sobre el
banco donde el Viajero se encuentra, sentado y cubierto con la cobija. Llega
Antonio María. Lejos, óyense voceríos y disparos).
El final se presenta con la muerte del Viajero y los jóvenes
armados huyendo entre disparos.
Diversas perspectivas críticas de los personajes y su rol
concientizador
Frente a la creencia en daños causados por hechicería, como
explicación de las situaciones adversas, expresa un personaje de Las mariposas de la oscuridad:
YURO.— Mucha gente dice lo mismo, pero
no creo… Adolfo, que lee libros, me ha dicho que esas cosas las inventan los
ociosos…
De nuevo se presenta a Adolfo como un vecino solidario,
librepensador, analista de la realidad y propulsor de la siembra.
YURO.— Por la hacienda, luego volví al
pueblo y hablé con Adolfo, me alquilará el cuarto para ustedes.
YURO.— Abandono y ruina es lo que hay
por estas tierras, ¡Adolfo me lo vive diciendo! ¡Si todo por acá lo sembraran,
otra cosa sería!
MADRE.— Le crees mucho a ese Adolfo;
mira que hablan de él, dicen que no va a la iglesia…
Otros
personajes representan una conciencia mayor, en medio de la marginación del
campo y la explotación petrolera. Zoilo, en El
vendaval amarillo, hace papel de relator de lo que va sucediendo, con
parlamentos más largos y analíticos:
Pueblo Viejo estaba en ruinas, las
alambradas de las grandes haciendas se habían ido corriendo a través de los
años y solo quedaban para sembrar unas pequeñas vegas a la orilla del río.
Muchos se iban huyéndole al hambre, pero otros seguíamos allí con la esperanza
de que los alambres habían de ser quitados, de que la vida cambiaría algún día.
Pero los alambres dieron paso al diablo…
Desde aquel día vinieron grandes
cambios. En las extensas tierras alambradas comenzaron a nacer torres y tubos
de acero. Llegó mucha gente nueva al pueblo. Uno a uno, los jóvenes primero y
los viejos después, fueron enrolándose en las compañías. Las manos no volvieron
a tocar más los terrones, y poco a poco se fueron acostumbrando a las
maquinarias, al aceite. ¡Todo, efectivamente, comenzó a cambiar!
Después de esa desgracia, los tractores
continuaron su obra de demolición. Frente a sus metálicas palas fueron cayendo una
a una de las viejas y pequeñas casas de tierra y tejas. ¡Cuántas cosas se
derrumbaban con ellas! Pronto Pueblo Viejo fue un montón de ruinas desoladas.
Todos nos marchamos a la orilla del lago, y allí nació otro pueblo de latas,
cartones y miserias… Y otra vida nos tomó en sus manos…
Sí, parece que hay un enorme pozo bajo
este lugar y en el lago… Su capacidad ya está calculada y desean perforar pronto,
pero todo esto estorba. (Señala la
barraca). Necesitan petróleo, mucho petróleo para mover el mundo, llenar
sus bancos, hacer sus guerras…
La
Mendiga de Las torres y el viento
también cumple un papel de analista de la realidad, a partir de la experiencia
vivida:
VIAJERO.— Recién sonaban las campanas.
MENDIGA.— ¡Las sonaría el viento! ¡Pues
el sacristán hace meses que alzó el vuelo! ¡Chisss! ¡Todos se han ido! Solo los
viejos nos hemos quedado… Yo vivo como siempre, de pedir, y cuando no me dan,
voy al monte a comer hierbas y verdolagas… Ah, pero sabrás: vi correr mucho oro
del bueno. Eso fue cuando cocinaba para los gringos. Ellos ganaban y mandaban. ¡Podía
entrar a sus campamentos porque no era negra! ¡A los negros, ni un pie así
dentro de ellos! Allí estaba su policía para cuidar… Pero, mijo, el petróleo se
acabó… Se lo volvió a llevar el demonio. (Se
oye un rumor sordo y tambores monótonos). ¿Oyes? ¿Oyes? Son los indios
asesinados que se burlan desde la selva y el rumor del viento. ¿Oyes? (Se oyen voces sordas cantando monótonamente).
VOCES.— (Lejanas, sordas). ¡Ehhh! ¡Ehhh! ¡Ehhh! ¡Caca del diablo fue! ….
MENDIGA.— (Ríe, sarcástica). ¡Ja, ja, ja! ¡Oye bien! ¡Mierda! ¡El petróleo nos
ha bañado a toditos de mierda! ¡Ja, ja, ja! (Se callan las voces). ¡Los gringos ahora también se ríen, míralos!
El
personaje Crisanto, de El vendaval
amarillo, loco por la tragedia vivida con la muerte de su hijo, evidencia
en su locura la mentira del oro prometido, convertido en amarillo fuego
arrasador.
CRISANTO.— (Solo y de pie) ¡Ja, ja…! El
viento está arreciando y todo está de fiesta… (Camina y se coloca junto a la rejilla que separa a la habitación donde
él está del corredor que cae al lago. En el fondo siguen los resplandores y el
fuego más intenso, mientras en la calle aumentan los gritos y el tumulto.
Agitado). ¡Ah, está lloviendo sobre el río…! ¡Ja, ja…! ¡Todo se está
poniendo amarillo…! ¡Es un vendaval lo que cae…! ¡Un vendaval de oro! ¡Y el río
crece…! ¡Crece! (Vuelve la cabeza como
buscando a alguien). Raúl, Raúl, ¿dónde estás? ¡Ven conmigo…! (Rompe con el cuerpo la barandilla y avanza
por el corredor). ¡Ven, aprovechemos el vendaval amarillo para bañarnos de
oro…! ¡Mira como está cayendo…! ¡Mira! (Camina
con rapidez y cae al lago).
Ya se ha
señalado, por otra parte, el importante rol desideologizador del Forastero, en Las torres y el viento, desenmascarando
a los Muñecos.
Igualmente destaca el Obrero I en El raudal de los muertos cansados, Su
visión cuestiona el planteamiento de otros obreros cumpliendo un papel
concientizador.
OBRERO I.— Debemos hacer una gran
huelga, armar escándalos… En fin, protestar de algún modo…
OBRERO I.— Eres un inocente. Será así
porque saben que aguantamos todo. Ni siquiera nos duelen nuestros muertos.
OBRERO I.— ¿Dirigentes? Muchos de ellos
siempre andan buscando acomodos para justificar a la compañía.
OBRERO I.— La plata está regada por
todas partes… Y no creo en eso de que estaban borrachos…
OBRERO I.— Estoy seguro de que no fue
imprudencia de ellos. He visto muchas vainas en este campo. Cuando estalló
aquel taladro y hubo dos muertos, sacaron rápidamente en avioneta a un tal
Cooper. Se supo después que se hacía pasar por ingeniero y no era nada.
OBRERO II.— ¡Estamos jodidos! ¡Pero qué
le vamos a hacer!
OBRERO I.— ¡No! ¡Estamos jodidos por
aceptar que estamos jodidos! ¡Eso es!
Dos
personajes hablan de resistencia, y uno más intenta resistir a las presiones.
Ellos son Luciana, en Las torres y el
viento; Zoilo, en El vendaval
amarillo; y el Obrero I, en El raudal
de los muertos cansados.
LUCIANA.— ¡No son los indios quienes la
han iniciado! ¡Vamos rápido! (A lo lejos
se oyen gritos y disparos. Oscuro. Se proyecta en blanco y negro un gran
incendio rural. Hacia él camina Luciana, portando las armas; la sigue Antonio
María, Luciana grita). ¡Resistan! ¡Resistan! ¡Resistan!
NATIVIDAD.— Será como tú dices, pero
por él también quieren sacarnos de aquí, de estos cuchitriles donde nos han
arrojado… ¿Y qué podemos hacer?
ZOILO.— ¡Resistir! ¡No mudarse!
ZOILO.— Es difícil, pero te ayudaré en
eso… Los muchachos deben estar donde no haya tantos peligros… Me marcho… Ya lo sabes,
nada de ceder; hay que resistir…
OBRERO I.— (Aún resistente). Pero no puedo esconderme ni huir así, solo porque
me buscan…
Pero son
los jóvenes de Las torres y el viento
quienes representan la resistencia armada y la resistencia cultural más
explícita; con ellos colabora el Viajero.
VIAJERO.— ¡Ah! ¡Dile a Luciana que el
forastero no ha muerto… Anda en el viento…! ¿Lo oyes? ¡Corre por el pueblo!
¡Por la selva! (Aspira). ¡Huele a
humedad, a flores! ¡Yo sé a quién amaba Luciana! ¡Yo lo sé, Antonio María! ¡Yo lo
sé! ¡Lo sé! (Muere).
JOVEN II.— (Cerrándole los ojos). ¡Ha muerto! (A lo lejos se oyen tiros).
JOVEN II.— ¡Debemos salir de estas
ruinas inmediatamente! ¡Quizá es el cerco! ¡Vamos!
(Salen,
presurosos, con las armas dispuestas. La luz comienza a declinar. Una cenital
roja cae sobre el Viajero. El telón comienza a cerrarse. Los tiros, a lo lejos,
aumentan hasta convertirse en descargas. Contra esos sonidos óyese una música
de gaita zuliana con furruco y cuatro. Una voz canta).
El juego
temporal señalado con anterioridad en relación a esta última obra, vincula al
Forastero antiguo, con el Viajero contemporáneo. Ambos han dado su vida por
indios y conuqueros. Las palabras del Viajero: no ha muerto el Forastero, corre
por el pueblo, por la selva, huele a flores… retoman el discurso cristiano de
la resurrección de Jesucristo tras su muerte a manos criminales, y el discurso
revolucionario latinoamericano según el cual como diría Alí Primera: “Los que
mueren por la vida, no pueden llamarse muertos”.
Con este
final se abre una pequeña ventana a la esperanza, desde la resistencia popular.
La música final de gaita con la denuncia aparejada, otorga a la cultura popular
–música, teatro, pintura y otras expresiones artísticas- un rol protagónico en
tal resistencia.
TEXTOS
REVISADOS
Araujo, Orlando. Venezuela
violenta. Caracas:
Banco Central de Venezuela, 2013.
Rengifo, César. Tetralogía
del petróleo, Caracas: Monte Ávila, 2008.
-
Teatro y Sociedad. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2015.
Rodríguez, Orlando, “César Rengifo y la reconstrucción del
pasado”, en Rengifo, César. Teatro y
Sociedad, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2015, XVI-XVIII.
-
“Petróleo y teatro
en César Rengifo”, en Rengifo, César. Tetralogía
del petróleo, Caracas: Monte Ávila, 2008, IX-XXII.
Tedesco, Ítalo. Urdimbre
social, estética e ideológica de indigenismo en América Latina. Caracas: UPEL,
2003.
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