miércoles, 12 de julio de 2017

Sobre Gato disperso, de J. Balza


Gato muy disperso

A J. Balza


Grabo en mi celular. Amanecí con una idea obsesiva. Debía poner en claro aquellas notas garabateadas en la sala de espera del terminal de transporte y archivadas en la carpeta de papeles por revisar hará cosa de dos años. 

Las busqué y allí estaban. Mantenían la frescura de lo espontáneo junto con una confusa intuición que hoy me proponía decodificar. El relato “Gato disperso” había despertado en mí una curiosidad inusual y me había empujado a ponerle nombre a algunas de sus dispersiones. Continúo mi grabación a partir de aquel primer ejercicio nominatorio. 

Descubro en el texto un primer recorrido que va del narrador al amigo escritor, y de éste a la historia de una muchacha con gato –llamémosla así. El desplazamiento ocurre con un orden: del texto a la historia que lo generó. Así: Narrador à Amigo escritor à Historia de la chica con gato. Es la secuencia final del texto con el que me encontré: el narrador evoca al amigo, y tras el amigo aparece la muchacha.

El recorrido inverso va de los hechos al texto, según un orden cronológico que pone de manifiesto el proceso de producción literaria: en primer lugar, está la historia de la muchacha; el amigo escritor la recoge en una especie de crónica de sucesos, con la particularidad de que al escribir se hace partícipe de la historia involucrándose en ella; la crónica generada la guarda por años, hasta que decide contársela en una carta a su amigo -el narrador del relato en cuestión-, quien, finalmente, la ofrece a modo de ejercicio narrativo.

Un esquema ayuda a la comprensión de lo que voy estableciendo:

FORMA TEXTUAL (Historia)à    Crónica           à        Carta à                  Ejercicio narrativo
NARRADOR           (hechos) à     amigo escritor  à       amigo escritor à       narrador final             

En resumen, puede establecerse un doble recorrido: desde el texto a la historia o de los hechos al texto, siguiendo bien sea la secuencia del relato o el orden temporal. 

Echando una mirada amplia a cuanto voy diciendo no se puede dejar de plantear el asunto hermenéutico en cuanto práctica dialógica entre los textos producidos –a lo largo de estos recorridos- y los respectivos lectores –de la vida y de los textos-. 

El primer ejercicio hermenéutico se realiza ante los hechos ocurridos. ¿Qué sucedió realmente? Los detalles se nos escapan, pues llegan mediados por una cadena de textos y re-lecturas. El amigo escritor recoge los hechos fundamentales en una especie de crónica. ¿Cómo los interpretó? ¿Cuál era su interés al recogerlos? ¿Quería mostrar alguna verdad oculta o, tal vez, contarse a sí mismo los afectos que la muchacha despertaba? ¿Qué características asignó a cada uno de los personajes –la abuela, el nieto y la nieta, el propio escritor- en el relato? ¿Qué papel jugó para él lo mágico, lo real maravilloso, lo misterioso –o cualquier otro atributo con el que quiera uno referirse al gato aparecido el día del enterramiento-? ¿Cómo signó el relato la honda impresión que en él causó la muchacha?

El asunto es, que al cabo del tiempo el relato es transformado. Ahora toma forma de carta, con el obvio deseo de compartir lo escrito con un destinatario. Pero de nuevo surgen las preguntas. ¿Cómo leyó la crónica el propio autor tras los años transcurridos? ¿Qué novedades encontró en ella? ¿Cuáles eran los nuevos intereses del escritor al reescribir la historia? Y dado que el destinatario era otro escritor, ¿qué papel jugó entonces lo literario? o ¿se trataba de un sutil deseo de comunicar las cuitas del corazón? 

Finalmente, el lector de la carta realiza un doble movimiento hermenéutico, primero al leerla y luego al proponer un nuevo texto, “ejercicio literario” que transfigura la carta. ¿Cómo recibió la carta el lector? ¿qué intuyó detrás de ella? ¿Había un simple deseo de presentar la relación de unos hechos lejanos, oscuros? ¿o de establecer una relación literaria productiva? ¿o –más allá de eso- abrirse a la confidencia de la amistad? Y al transformar todo aquello en un nuevo relato, ¿qué claves narrativas quiso comunicar el escritor? 

Respondiendo algunas de estas preguntas, el lector actual se adentra en los diversos planos del relato y realiza un ejercicio de lectura fecundo y gratificante. 

Al terminar de grabar estas palabras, las transcribo y ajusto su sintaxis. Es un nuevo relato que publicaré en mi blog. Antes de hacerlo pienso en el Quijote, esa obra maestra en la que ya Cervantes jugaba con los diversos escritores ficcionados (el autor anónimo de los ocho primeros capítulos, Cide Hamete Benengeli, el morisco anónimo que traduce al castellano los manuscritos árabes hallados por el Narrador, los académicos de Argamasilla, autores de los poemas donados al Narrador), así como con los diversos géneros literarios. Y eso me lleva a otro conocido e interesante relato venezolano: Historia de alguien. Pero no me detengo en él. 

Repaso en un flash mis años de acercamiento a la Torah hebrea, en el marco de varios seminarios universitarios y talleres de hermenéutica bíblica popular. Croato, un pensador argentino, dejó bien asentados los análisis de los textos en claves hermenéuticas. En particular, ayudó a descubrir los entretelones y fisuras de los textos, y cómo los nuevos acontecimientos, tales como exilios y reconstrucción del templo de Jerusalén, dejaron una impronta imborrable en su re-escritura. 

Otro escritor norteamericano, Gottwald, puso el acento en las condiciones socio-literarias de producción de las diversas narrativas: los intereses de los escritores y los colectivos a los que pertenecen marcan sus palabras. 

En fin, los filósofos europeos –algo leí en Ricoeur- llevan años ¿o siglos? en eso de dilucidar los asuntos hermenéuticos. El texto y el lector entran en diálogo. Sus realidades no son cerradas y objetivas. Sus horizontes –característicos de la aperturidad que los constituye como entes- se entrecruzan en el ejercicio de leer. Y ambos –texto y lector- quedan en algo transformados. Ni el texto ni el lector serán los mismos.

Vuelvo a una imagen del relato “Gato disperso”: la mezcla de licor y frutas tropicales que el Narrador ofrece (y se ofrece). Es la metáfora de la sabrosa y compleja realidad que constituye la vida que llevamos y los textos que leemos y escribimos. Salud.


Nota: puede leerse 5/7 del relato en https://books.google.co.ve/books?isbn=980002204X, pp. 85 en adelante; y allí encuentras la información bibliográfica. 




No hay comentarios.: