viernes, 9 de diciembre de 2016

Sobre Neón, de Yurimia Boscán



El poemario Neón fue publicado en el 2001, aunque evoca experiencias de la autora a lo largo de varios años anteriores.
Si me adentro en él, después de las lecturas recientes de Ramón Palomares y Pedro Ruiz,  es porque la mirada sobre la ciudad –como en estos poetas andinos- tampoco es cálida. Parece ser Yurimia otra de estas poetas con pasaje de ida y vuelta.
El poeta Omer Machado, por ejemplificar en contraste, es un amante de la ciudad.  Estructura su poemario en torno al amor y la muerte en la ciudad. Amor que se expresa en metáforas marinas: “piratas de ahora” (23), “navegaré tu cuerpo” (29), “una hamaca es un barco / Y una cama el océano” (35), “tripular tus naves y tus costas” (39); pero sobretodo amor “vagando en sepulturas”, amor “ de un autobús”, “amor de las esquinas (15), amor “de las tascas de la ciudad incesante” (21): “Vengan amores, los invito / Beban conmigo los días de mi ciudad” (15); amor “de dos” (33), amor -finalmente- a la misma ciudad: “dile a mi ciudad que hoy la espero para embriagarnos” (25). (Ciudad en que muero y otros amores. Omer Machado. La campana Sumergida. 2005. 68 pp.). No sucede así con Neón.

Ventana, voz y tránsito
Una primera clave estructural para abordarlo la dan su primero y último poemas. La ventana  se abre al inicio del poemario, y a lo largo de él permanece abierta, es ventana en la ciudad, ventana desde la que salta la voz y se miran los rostros:
Desde mi ventana vital / salta mi voz (página 6)
Casi muerta miro todos los rostros / desde la extraña ventana / compañera (21)
La letanía se alterna / con alas de paloma / en la ventana (30)
Al final del poemario, parece ser ventana que se ha cerrado, y a la que nadie llama:
Ya la diosa ciudad no toca mi ventana  (46)
La voz de la ciudad, presente de principio  a fin, es aullido y grito, transpiración, monóxido:
La voz se vuelve / monóxido salivado //
En las noches / aúlla la ciudad (7)
Perpetuando en las voces / mi transpirar (9)
…los gritos no me pertenecen (22)
Gritos y más gritos / alguien debe haber muerto  (25)
Lo más sigiloso e íntimo de la voz, susurro y murmullo, en la ciudad se trastoca en ruido ensordecedor  e incomunicación:
…el susurro / es una moto… (7)
…el murmullo apareado / de sílabas perdidas (18)
Incluso la entrañable música, sólo se ha convertido en telón y distanciamiento:
La música sirve de telón  (20)
Efímera / guitarra distanciada / de esta voz / que canta / su propio funeral  (34)
La evocación de El muro de Pink Floyd, agrega al poemario una mayor carga de distanciamiento respecto de esta ciudad Neón.
¿Qué diría Floyd / si me viera / contra su pared? (46)
Al final del poemario, ya el trayecto ha sido recorrido. La temprana advertencia: Pasajera soy ciudad (6), ha sido confirmada. El poemario se cierra desde la mirada objetual. Se ha roto el vínculo con la ciudad. No ha sido madre protectora: La ciudad es madre / que aleja y no alberga (28); y puede ser recordada tan sólo de pasada: Repaso el trayecto y me pregunto (46).

Ritual de tránsito
El paso por la ciudad se vive al modo de un ritual. Un ritual que permite el paso a otra etapa. Exige sacrifico de sí, sangre incluso. Ritual que, por otra parte, entraña reconciliación y superación de los pecados:
Desnuda voy / en shamánico ritual / cubierta de sangre y pena… (6)
A esta ciudad me inmolo (23)
pretendí reconciliarme (17)
Mis pecados y presagios… guardo en mi closet (43)
Es el pago para acceder a la Arcadia soñada, a la ciudad de la utopía:
…sin habitarte / para volver –en harapos- / a mi Arcadia  (6)
Utopía que se caracteriza de otros modos,
en el afán deseante, aéreo: … quisiera volar / como el Hombre Park (22)
o tal vez: En silencio // en El Silencio (21)
o en la identificación paradisíaca con la naturaleza: Me convertí / en hormiga / en jardín / en sombra en chaguaramo (17).
Pero se arroja la duda impertinente sobre ese final feliz:
Había una vez / un rincón con flores y lluvia / ¿o lágrimas? (24)
Y así surge la pregunta indirecta sobre si tales rituales y rezos alcanzarán a un Dios desconocido que, desde sus alturas, probablemente no reconocerá lo que proviene del fondo de lo humano:
Rezando a no sé qué Dios / en las alturas / desde el fondo (24)

Ciudad ajena, violenta y dividida
La ciudad interpelada es una ciudad que se siente como ajena. La relación personal  ha desaparecido. El trabajo es un sinsentido, la contaminación lo penetra todo:
…no hay rostros (8)
…la gente corre de prisa 1(6)
…con el absurdo trabajo cotidiano (24)
Me confundo /…/ cubriéndome de hollín (9)
La violencia se hace cotidiana:
…y la luna galopa sobre una cuchillada (7)
El poema más leído / en mi ciudad / es la página roja (8)
El drama social se revela sin máscaras, en los cerros que rodean la ciudad:
La ciudad se eleva… // Allí está la otra parte… // Simulan vivir…
…mientras más alta / más hondo nos socava (15)

Dolor de los sentidos
Los sentidos no pueden evadir el tránsito por la ciudad. Es parte del ritual verlos sufrientes, heridos.
Los sonidos son perturbantes, ya ha sido referido con anterioridad: grito y aullido. Cuando no se trata del pregón público: El pregonero anuncia (30).
La vista sufre: con luz de subterráneo (8), el bar oscuro (14), el fogonazo luminoso (9), las luces amarillas, el semáforo (25), los reflejos (10), el color naranja de las orillas (15), el claroscuro (36), la noche embombillada (18), las luciérnagas / suicidas (22).
Los ojos perciben la ciudad detenida:
…se detiene lenta / ante mis ojos (14)
…miro todos los rostros (21)
Y duelen  …los ojos de los niños…  (41). Se cansan los ojos de ver tales cosas:
Tengo ojos viejos (38)
…un abril de ojos marrones (42)
Los fluidos corporales denotan la aglomeración y el malestar del cuerpo
monóxido salivado… (7)
En el autobús repleto de secreciones
…cubriéndome de hollín…. // mi transpirar (9)
La esperanza // no distingue / lágrima de sudor (10)
tu sudor (20)
Andante melancolía / sudorosa (23)
La sexualidad sigue el ritmo encendido de la ciudad:
Desnuda voy… (6)
abrazar el sexo abaratado…
atar su sed / a un bar oscuro (14)
…entre respiraciones (16)
…pies al ritmo / cuerpos al son (20)
Estas ciudades / con sus bombillos de pieles / encendieron el entre / de mis piernas (44)
El cuerpo aparece una y otra vez ligado fundamentalmente a las secreciones orgánicas y a la sexualidad: sangre, saliva, secreciones, sudor, transpirar, lágrima, desnudez, ovario, sexo, sed, respiraciones, soplo, pies, cuerpo, boca, entrañas, mano, entre-piernas.

Tristeza: dolor de adentro
Unas pocas veces se agregan –respecto al cuerpo- términos vinculados en el texto al dolor, la tristeza o la soledad: rostros, cabeza agachada, cordal, ojos.
dolor en la cordal… en el ojo… en el ovario… (11)
Les duele / tanto hueco húmedo (38)
Tanto es el dolor que el cuerpo se quiebra, y se suplica el fin de ese dolor:
Tengo grietas… (29)
Que no me duela más / el lado de la cerca que me toca (41)
Tristeza y hueco húmedo (38-40) recuerdan a Vallejo, en los llamados “Poemas humanos”:
Tú sufres de una glándula endocrina…. (El alma que sufrió de ser su cuerpo);
En suma, no poseo para expresar mi vida sino mi muerte.
Los días jueves y los huesos húmeros
Nótese  la unidad cuerpo-alma en su sufrir, la unidad de vida-muerte, y el juego fónico “huesos húmeros” - “hueco húmedo”. Estos poemas preparan el camino para la cita explícita:
Como Vallejo, sé que no sé… (42)

El encuentro con los amantes
El encuentro con los amantes está lejos de evaluarse, finalmente, como plenificante. Se describe como:
Sed calmada en un Bar oscuro… (14)
Mi Bohemia, tu sudor (20)
mi Zona Roja (36)
Y los amantes de Hotel, sin futuro (35), quedan apenas convertidos en sílabas pérdidas o  fantasmas:
Murmullo… sílabas perdidas… nombre olvidado (18)
Número de teléfono… fantasma por el cable (31)
Ausencias (43)
A lo sumo, se han metamorfoseado en memoria sensible de: …un perro / besándonos la mano (32). Si alguna huella de amor han dejado, la conciencia de su sexualidad necrofílica o sádica es un aviso:
Los hombres que amo pastan… me borran… me degüellan… (44)

La casa de mi closet y otras casas
Los versos dedicados al closet, como casa de refugio, más allá de la mitad del poemario, indican que el cuerpo tiene por fin un lugar para su reposo, un habitáculo:
En la casa de mi closet / habita mi cuerpo (28)
Aunque sea pequeño espacio, en él se construyen balcones y cortinas, protección de la orfandad (28).
El ensayo de Kristel Guirado, leído con ocasión de la Filven – Los Teques, (30-11-2016), penetra excelentemente en esta perspectiva del closet y la casa, que vincula este poemario con Ama de Casa.
Y no sólo el closet. La mención de mi casa de Las Colinas permite realizar la aperturidad de éste a otros poemarios de Yurimia: Ama de Casa y Los últimos días de la casa.

La neblina a cuestas (25) de la casa de Las Colinas, casa de infancia, congenia bien “con el río a cuestas” del poeta andino Pedro Ruiz, en su poemario Campesinos, al que se hizo mención al comienzo de este ensayo. Pero esto son tan sólo algunas pistas para nuevos ensayos…. Que no serán sobre Neón.

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