El poemario Neón fue publicado en el 2001, aunque evoca experiencias de la
autora a lo largo de varios años anteriores.
Si me adentro en él, después de las
lecturas recientes de Ramón Palomares y Pedro Ruiz, es porque la mirada sobre la ciudad –como en
estos poetas andinos- tampoco es cálida. Parece ser Yurimia otra de estas
poetas con pasaje de ida y vuelta.
El poeta Omer Machado, por ejemplificar en contraste, es un amante de la
ciudad. Estructura su poemario en torno
al amor y la muerte en la ciudad. Amor que se expresa en metáforas marinas:
“piratas de ahora” (23), “navegaré tu cuerpo” (29), “una hamaca es un barco / Y
una cama el océano” (35), “tripular tus naves y tus costas” (39); pero
sobretodo amor “vagando en sepulturas”, amor “ de un autobús”, “amor de las
esquinas (15), amor “de las tascas de la ciudad incesante” (21): “Vengan
amores, los invito / Beban conmigo los días de mi ciudad” (15); amor “de dos”
(33), amor -finalmente- a la misma ciudad: “dile a mi ciudad que hoy la espero
para embriagarnos” (25). (Ciudad en que
muero y otros amores. Omer Machado. La campana Sumergida. 2005. 68 pp.). No
sucede así con Neón.
Ventana,
voz y tránsito
Una primera clave estructural para
abordarlo la dan su primero y último poemas. La ventana se abre al inicio del poemario, y a lo largo
de él permanece abierta, es ventana en la ciudad, ventana desde la que salta la
voz y se miran los rostros:
Desde mi ventana vital / salta mi voz (página 6)
Casi muerta miro todos los rostros / desde la
extraña ventana / compañera (21)
La letanía se alterna / con alas de paloma / en la
ventana (30)
Al
final del poemario, parece ser ventana que se ha cerrado, y a la que nadie
llama:
Ya la diosa ciudad no toca mi ventana (46)
La
voz de la ciudad, presente de principio
a fin, es aullido y grito, transpiración, monóxido:
La voz se vuelve / monóxido salivado //
En las noches / aúlla la ciudad (7)
Perpetuando en las voces / mi transpirar (9)
…los gritos no me pertenecen (22)
Gritos y más gritos / alguien debe haber muerto (25)
Lo
más sigiloso e íntimo de la voz, susurro y murmullo, en la ciudad se trastoca
en ruido ensordecedor e incomunicación:
…el
susurro / es una moto… (7)
…el murmullo apareado / de sílabas perdidas (18)
Incluso
la entrañable música, sólo se ha convertido en telón y distanciamiento:
La música sirve de telón (20)
Efímera / guitarra distanciada / de esta voz / que
canta / su propio funeral (34)
La
evocación de El muro de Pink Floyd,
agrega al poemario una mayor carga de distanciamiento respecto de esta ciudad
Neón.
¿Qué diría Floyd / si me viera / contra su pared? (46)
Al
final del poemario, ya el trayecto ha sido recorrido. La temprana advertencia: Pasajera soy ciudad (6), ha sido
confirmada. El poemario se cierra desde la mirada objetual. Se ha roto el
vínculo con la ciudad. No ha sido madre protectora: La ciudad es madre / que aleja y no alberga (28); y puede ser
recordada tan sólo de pasada: Repaso el
trayecto y me pregunto (46).
Ritual de
tránsito
El
paso por la ciudad se vive al modo de un ritual. Un ritual que permite el paso
a otra etapa. Exige sacrifico de sí, sangre incluso. Ritual que, por otra
parte, entraña reconciliación y superación de los pecados:
Desnuda voy / en shamánico ritual / cubierta de
sangre y pena… (6)
A esta ciudad me inmolo (23)
pretendí reconciliarme (17)
Mis pecados y presagios… guardo en mi closet (43)
Es
el pago para acceder a la Arcadia soñada, a la ciudad de la utopía:
…sin habitarte / para volver –en harapos- / a mi
Arcadia (6)
Utopía
que se caracteriza de otros modos,
en el afán
deseante, aéreo: … quisiera volar / como
el Hombre Park (22)
o tal vez: En silencio // en El Silencio (21)
o en la
identificación paradisíaca con la naturaleza: Me convertí / en hormiga / en jardín / en sombra en chaguaramo (17).
Pero
se arroja la duda impertinente sobre ese final feliz:
Había
una vez / un rincón con flores y lluvia / ¿o lágrimas? (24)
Y
así surge la pregunta indirecta sobre si tales rituales y rezos alcanzarán a un
Dios desconocido que, desde sus alturas, probablemente no reconocerá lo que
proviene del fondo de lo humano:
Rezando
a no sé qué Dios / en las alturas / desde el fondo (24)
Ciudad ajena,
violenta y dividida
La
ciudad interpelada es una ciudad que se siente como ajena. La relación personal
ha desaparecido. El trabajo es un
sinsentido, la contaminación lo penetra todo:
…no hay rostros (8)
…la gente corre de prisa 1(6)
…con el absurdo trabajo cotidiano (24)
Me confundo /…/ cubriéndome de hollín (9)
La
violencia se hace cotidiana:
…y la luna galopa sobre una cuchillada (7)
El poema más leído / en mi ciudad / es la página
roja (8)
El
drama social se revela sin máscaras, en los cerros que rodean la ciudad:
La ciudad se eleva… // Allí está la otra parte… //
Simulan vivir…
…mientras más alta / más hondo nos socava (15)
Dolor de los
sentidos
Los
sentidos no pueden evadir el tránsito por la ciudad. Es parte del ritual verlos
sufrientes, heridos.
Los
sonidos son perturbantes, ya ha sido referido con anterioridad: grito y
aullido. Cuando no se trata del pregón público: El pregonero anuncia (30).
La
vista sufre: con luz de subterráneo (8), el bar oscuro (14), el fogonazo
luminoso (9), las luces amarillas, el semáforo (25), los reflejos (10), el
color naranja de las orillas (15), el claroscuro (36), la noche embombillada (18),
las luciérnagas / suicidas (22).
Los
ojos perciben la ciudad detenida:
…se detiene
lenta / ante mis ojos (14)
…miro todos los rostros (21)
Y
duelen …los ojos de los niños… (41).
Se cansan los ojos de ver tales cosas:
Tengo ojos viejos (38)
…un abril de ojos marrones (42)
Los
fluidos corporales denotan la aglomeración y el malestar del cuerpo
monóxido salivado… (7)
En el autobús repleto de secreciones
…cubriéndome de hollín…. // mi transpirar (9)
La esperanza // no distingue / lágrima de sudor (10)
tu sudor (20)
Andante melancolía / sudorosa (23)
La
sexualidad sigue el ritmo encendido de la ciudad:
Desnuda voy… (6)
abrazar el sexo abaratado…
atar su sed / a un bar oscuro (14)
…entre respiraciones (16)
…pies al ritmo / cuerpos al son (20)
Estas ciudades / con sus bombillos de pieles /
encendieron el entre / de mis piernas (44)
El
cuerpo aparece una y otra vez ligado fundamentalmente a las secreciones
orgánicas y a la sexualidad: sangre, saliva,
secreciones, sudor, transpirar, lágrima, desnudez, ovario, sexo, sed,
respiraciones, soplo, pies, cuerpo, boca, entrañas, mano, entre-piernas.
Tristeza: dolor
de adentro
Unas pocas veces
se agregan –respecto al cuerpo- términos vinculados en el texto al dolor, la
tristeza o la soledad: rostros, cabeza agachada, cordal, ojos.
dolor en la cordal… en el ojo… en el ovario… (11)
Les duele / tanto hueco húmedo (38)
Tanto
es el dolor que el cuerpo se quiebra, y se suplica el fin de ese dolor:
Tengo grietas… (29)
Que no me duela más / el lado de la cerca que me
toca (41)
Tristeza
y hueco húmedo (38-40) recuerdan a Vallejo, en los llamados “Poemas humanos”:
Tú sufres de una glándula endocrina…. (El alma que
sufrió de ser su cuerpo);
En suma, no poseo para expresar mi vida sino mi
muerte.
Los días jueves y los huesos húmeros
Nótese la unidad cuerpo-alma en su sufrir, la unidad
de vida-muerte, y el juego fónico “huesos húmeros” - “hueco húmedo”. Estos
poemas preparan el camino para la cita explícita:
Como Vallejo, sé que no sé… (42)
El encuentro con
los amantes
El
encuentro con los amantes está lejos de evaluarse, finalmente, como
plenificante. Se describe como:
Sed calmada en un Bar oscuro… (14)
Mi Bohemia, tu sudor (20)
mi Zona Roja (36)
Y
los amantes de Hotel, sin futuro (35),
quedan apenas convertidos en sílabas pérdidas o fantasmas:
Murmullo… sílabas perdidas… nombre olvidado (18)
Número de teléfono… fantasma por el cable (31)
Ausencias (43)
A
lo sumo, se han metamorfoseado en memoria sensible de: …un perro / besándonos la mano (32). Si alguna huella de amor han
dejado, la conciencia de su sexualidad necrofílica o sádica es un aviso:
Los hombres que amo pastan… me borran… me degüellan…
(44)
La casa de mi
closet y otras casas
Los
versos dedicados al closet, como casa de refugio, más allá de la mitad del poemario,
indican que el cuerpo tiene por fin un lugar para su reposo, un habitáculo:
En la casa de mi closet / habita mi cuerpo (28)
Aunque
sea pequeño espacio, en él se construyen balcones y cortinas, protección de la
orfandad (28).
El
ensayo de Kristel Guirado, leído con ocasión de la Filven – Los Teques,
(30-11-2016), penetra excelentemente en esta perspectiva del closet y la casa, que
vincula este poemario con Ama de Casa.
Y
no sólo el closet. La mención de mi casa
de Las Colinas permite realizar la aperturidad de éste a otros poemarios de
Yurimia: Ama de Casa y Los últimos días de la casa.
La neblina a
cuestas
(25) de la casa de Las Colinas, casa de infancia, congenia bien “con el río a
cuestas” del poeta andino Pedro Ruiz, en su poemario Campesinos, al que se hizo mención al comienzo de este ensayo. Pero
esto son tan sólo algunas pistas para nuevos ensayos…. Que no serán sobre Neón.
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