Llegó con tres heridas:
La del amor, / la de la muerte, / la de la vida.
Con tres heridas viene:
La de la vida, / la del amor, / la de la muerte.
Con tres heridas yo:
La de vida, / la de la muerte, / la del amor.
Miguel
Hernández (Cancionero y romancero de ausencias)
Con ocasión de
la presentación de la obra Discípula de Jung,
de Wafi Salih, el día 9-11-2016, en la Librería del Sur, Teresa Carreño, en el
marco de la Filven – Caracas, preparé el texto que hoy introduzco como ensayo.
Reconocida por
su trayectoria como amante de la cultura, profesora universitaria, y poeta venezolana,
Wafi incursiona en la narrativa con su este libro: Discípula de Jung.
El título da
unas claves que no desaprovechamos en esta presentación. En primer lugar, evoca
el discipulado de una mujer que sólo recientemente fue sacada de su
invisibilización. Sobre su temprana relación con Jung se han realizado un
documental y dos películas (Te doy mi alma, del italiano Roberto Faenza, de
2002, es tal vez la más valorada desde claves psicológicas). Me refiero a Sabina
Spielrein, rusa y judía, psicoanalista y educadora infantil, con una vida
dramática, reprimida por el stalinismo y asesinada a manos de las SS nazis. A
esta discípula, a Sabina, remite el título. Con lo que introduce dos pistas, el ser mujer y la psicología, como ejes
semánticos presentes en gran parte de los relatos que nos ofrece Wafi.
Voy con el ser
mujer. La propia Wafi presta su nombre –y más que el nombre- a la protagonista
de un par de cuentos que, con el recurso de la inclusión, abren y cierran la
obra. En Alter ego, Wafi es presidenta de la “Sociedad de mujeres
por la equidad de género”; en Dicotomía
del discurso se ha vuelto Wafi unos párpados llenos de ojos crucificados… Otras
mujeres atraviesan el texto: la escritora Minerva Santos (en El lenguaje de los pájaros), la doctora que
dicta una conferencia: “La mujer ante el poder” (en Fe menor), la poeta entrevistada para la prensa, la que dice ser la
Reina de Saba, Beatriz Cañizales, condenada por el tribunal de la inquisición (en
Hereje), la juez Mijares (en La cabeza de la mapanare), la compañera
del guerrillero Argimiro… No son
apariciones ingenuas. Su ser mujeres contraviene en muchos casos el discurso patriarcal
y moralizante, abriendo horizontes de una discursividad compleja en conflicto
con los clichés extendidos. Feministas pueden decirse, con certeza, muchos de
estos relatos. De un feminismo –por otra parte- sin ingenuidades, vivido en la
tensión interior de discurso y vida concreta, entre ejercicio público y praxis
amorosa… Y así, la presidenta de la Sociedad de mujeres se distrae pensando en
su vestido azul cobalto para la fiesta de fin de año en el decanato, o en su
lavaplatos dañado… Y en Fe menor: la
conferencista de “La mujer ante el poder” anticipa cómo “en esos cuarenta
minutos, esconde(rá) debajo del escritorio, los gritos, golpes, indiferencia y
nostalgia, (que) No entrarán (así) en el ciclo de preguntas, y respuestas
normadas, sesudas disquisiciones sobre el papel”.
La vida interior
de los personajes, su psicología, es el otro eje a que me he referido. La
técnica narrativa (con frecuencia relatos en primera persona) permite abundar
en ello. Se pone de manifiesto especialmente en los monólogos, casi siempre
interiores, de los que sólo cito algunos ejemplos sobresalientes: La novia
corrupta de León Yépez (en Reescritura),
el sujeto de Luna, luna, oscuro personaje
en un grupo de teatro, el travesti sobrino de ex -guerrillero y ayudante de
utilería de Entretelones, el narrador
perseguido de Carta a mi madre, el
pintor abandonado por la pareja y rechazado por la madre en Apostolado, la tesista maría-lioncera de
Post-Graduado, la paciente
psiquiátrica de Arquetipo (nueva
referencia a Sabina y Jung)….
El humor -al que
se refiere De Nóbrega en su prólogo-, casi siempre finamente irónico, está
presente desde el mismo título. La discípula de Jung, Sabina, se hizo amante y
luego maestra. Se sabe que tanto Jung como Freud se enriquecieron, sin
reconocerlo explícitamente, de los trabajos de Sabina. Ambos le deben una parte
de sus conclusiones, el uno sobre el ánima, y el otro sobre la pulsión de
muerte. El discipulado no es, por tanto, en minoridad. Ese tal discipulado
desbarata los esquemas reproductivos de unas relaciones verticales. Ahí está el
humor con trazos de ironía en el mismo título. La ignota discípula se ha revelado
maestra.
Pero el título
es sólo un referente. Relato a relato, surgen nuevas brechas –resquicios- para
la lectura placentera y atenta de la obra de Wafi. Y aquí viene bien traer el
poema de Hernández, con el que abrí esta presentación. Las tres heridas que los
rondan: vida, amor y muerte.
Amor y muerte que recogen,
vuelvo a lo anterior, los planteamientos de la pulsión de muerte de
Sabina-Freud. En la película Te doy mi
alma, ante un cuadro sensual de Yudit con la cabeza de Holofernes,
inspirado en un texto de las escrituras judeo-cristianas, Sabina pregunta a
Jung: ¿por qué lo mata? Para cumplir la voluntad de Dios, dice Jung. Sabina lo
niega, y agrega: lo mata porque lo ama.
Amor y muerte se
confunden en una misma pasión en varios de los textos que hoy presentamos. Dice
la poeta, personaje principal del relato La
entrevista: “Quiero
a mi muerte viva, cruda, llena de gozos y epítetos, llena de verbos, toda
sustantiva y voluptuosa, toda mía, tan íntima que ni siquiera a usted, a usted
tan inocente, se le pueda desnudar”. Y añade: “En el amor sucede como en la muerte”. El
curioso personaje, escritor de obituarios, en Todo para ti, entrega para su adorada Sonia “el escrito perfecto, la gran
palabra, la frase absoluta, original, ella que vivió en cada uno de sus
latidos, ahora era la dueña de su muerte”. Y el sujeto de Apostolado termina pintando los lienzos, memorial de su amada, con
su propia sangre.
Amor y muerte
aquí apuntados, en verso de Miguel Hernández –poeta de la guerra civil
española- (y también en la tragedia personal de Sabina), se abren a un
horizonte que explosiona la interioridad reducida de cierto psicologismo de
élite. Horizonte social, horizonte
de conflicto, evidenciado en varios textos de Wafi, en los que se trae a cuento
los años de la lucha guerrillera venezolana, señalando nombres e historias:
Argimiro (por Gabaldón), Fabricio Trujillo (por Ojeda), y otros guerrilleros anónimos
presos por sus acciones revolucionarias.
Referencia a
este horizonte y a los años sucesivos de “pacificación”, referencia –digo- no
exenta de denuncia –siempre actual-, desenmascaramiento de una sociedad forjada en complicidades. Ex –guerrilleros,
que –como se leerá en La cabeza de la
mapanare- “cada cual se incorporó a la sociedad, hoy son jueces, profesores
de gran reputación, escritores que trillan y trillan el tema de la guerrilla,
en sus publicaciones, por marketing”. Y el mismo tema se hallará en Entretelones: “Nicolás, guerrillero,
comandante y preso político, se graduó de abogado y ahora es juez…. El juez
dijo que estaba bien el despido, se impone la ley sobre la justicia, y asunto
resuelto”.
Un nuevo vínculo
de lo sociopolítico con la interioridad se descubrirá en el relato, lleno de
referencias intratextuales y homónimo
del título de la obra, sobre un exguerrillero,
paciente psiquiátrico enamorado de su doctora.
En fin; la vida,
amor y muerte se cruzan con otro tópico repetido en estos relatos: es el de lo religioso; y lo hacen polemizando, con
un fuerte ingrediente de crítica a las instituciones y a los discursos de muerte.
En Hereje se relata la utilización del
poder por parte del Cardenal Briceño, para pasar por la hoguera a la mujer que
lo inquieta. En
La Entrevista se desmonta por
hipócrita el discurso religioso del occidente guerrerista que afirma: “Esta
bomba va dirigida contra los fanáticos, rebeldes, extremistas, etc. Esta bomba
es por la vida, la paz, en nombre de Dios”.
Una
religión de rutina, determinismo y muerte, es la que se muestra en Puntos suspensivos, relato en el que se
recorren los rituales devaluados de misa y enterramiento, bajo un sol inclemente
de cuatro de la tarde; o en Rey de Bastos,
en un ritual privado, de viudez, recordatorio de un dolor interminable, que
prevé en el quinto aniversario el moldeado de un colibrí con un Cristo pintado en su cuello.
Religión, por contrapartida, trastocada en amor. Así, el
amado guerrillero Argimiro es elevado al altar de los santos: “en la pared
ahumada, al costado derecho de San Antonio, debajo del ánima sola, tu
fotografía iluminando mi cuarto”. O la tesista de Post graduado se deshace de velas, tabacos, y estampitas de San
Marcos de León y María Francia, prendada por el recuerdo de su mentor. Y se
dirá del obituarista de Todo para ti:
Su pecho convertido de por vida en un altar para ella, su único santo.
Termino. Wafi
es, en estos relatos y en su pasión por la escritura, una narradora que no deja
el poema, ni sus raíces de médano. La intra-textualidad es un recurso para
ello. Claramente identificable respecto al poema Beduino (de Los cantos de la noche):
Pájaro / que ha perdido / El canto
En los desiertos / helados / del alma.
Poema al que se
remite expresamente en el relato La entrevista,
y sobre cuyo sentido se pregunta a la poeta: “La presencia del amor se percibe
con sabor a desdicha, a abandono, ¿Es eso el amor, un sujeto quebradizo?”.
Intratextual es la mención a los pájaros en al menos nueve
relatos, en obvia referencia a su poemario Pájaro de Raíces, del que extraigo
estos versos:
Amo, al pájaro
de raíces descifrado en la cruz.
Silencio lleno en la senda de piedras en el aire infame.
Pongo las palabras en mi noche, luz vencida de inmóviles alas. Un mundo se inclina sobre el viento en
ásperos contornos. Punzante pájaro de piedra en la página indescifrable del
vuelo.
Pájaro raíz,
pájaro cruz-sufrimiento y pájaro-lágrima o muerte. Así lo recogen los distintos
relatos:
“La esencia del
pájaro se adquiere en el vientre, igual la esencia del poeta, porque un poeta
es como un pájaro” –dirá el personaje principal de Metáfora del vuelo.
“Salí
casi corriendo al baño, y un pájaro de agua que anidaba en algún lugar del
corazón, subió a los ojos” –se lee en Sor Juana.
“Figuras
de piedra talladas, colocadas en orden cronológico sobre el estante, pájaros
recordándolo, uno por cada año que lleva ausente” –pájaros de la muerte, en Rey de bastos.
Pero también
Pájaro-salvación, extraña salvación, es verdad, en El lenguaje de los pájaros:
“¡Busque en el
arte!, que es un lugar salvaje, pero el único lugar posible de salvación de la
especie, el único origen. El lenguaje de los pájaros son los jeroglíficos que
dibujan con sus alas en el aire”.
Otra propuesta
es buscar El pájaro azul de la
leyenda oriental -la Wafi de Alter ego-
que sólo a los nobles corazones se muestra.
¡Que disfruten el libro,
tanto como yo!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario