imagen tomada de http://elarpamagica.blogspot.com/2011/10/es-imposible.html
Logos o pasión creadora
“Nada había por las calles”. Así comienza
el relato poético de Ramón Palomares El amor que duerme, el amor que
despierta, uno de los breves textos narrativos que abren su obra Vuelta
a Casa. Se me antoja un texto con una raíz muy profunda en el
mito creacional de la escritura judeo-cristiana. Específicamente Génesis,
capítulo 1, versos 1 a 24; se trata del comienzo de la llamada Torah o
Pentateuco, según lo nombran las diversas tradiciones religiosas. Abordo en
este ensayo estos vínculos radicales.
La temática religiosa, no está demás
decirlo, es un eje que recorre toda la obra de Ramón Palomares. Ya he tratado
en otra parte los estrechos vínculos de El vientecito…
con Cantar de los Cantares (http://cultura-barrio.blogspot.com/2015/09/el-vientecito-suave-de-ramon-palomares.htmly);
cabría agregar una infinidad de poemas en los que recoge los tradicionales
aconteceres religiosos de la aldea, así como cierta terminología que expresa la
simbólica tradicional cristiana: el Reino, lo celeste… Es el marco
desde el que despliego los apuntes que siguen.
Acoto, no obstante, que quien pretenda
encontrar en los textos de Ramón Palomares una visión de la religión apegada a
la oficialidad institucional o de academia teológica quedará defraudado pues un
poeta es un poeta es un poeta…. Incluso tratándose de textos de narrativa breve
como éste en estudio. Muy al contrario, en diálogo de intertextualidades, se
asoma la apuesta por un universo originado en el Amor, por una palabra surgida
de la pasión, como modo muy propio de la fecundidad creadora
latinoamericana, frente al discurso occidentalizado impuesto.
El primer párrafo de El Amor que
duerme… describe la quietud nocturna, el vacío en las calles, la
oscuridad total. Ningún animal, búho, rata o escorpión, que quebrara el
silencio. Y en esta quietud, el cielo inmutable. El relato mítico de Gn 1, 2,
por su parte, describe así el mundo pre-creado:
Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la
faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
El vacío y las tinieblas son los dos
rasgos que toma Palomares para situar el relato de un pueblo nocturno de los
Andes venezolanos en un plano telúrico más universal.
El espacio pre-creacional no es una nada
absoluta, como la ideó el cristianismo a partir de ciertas concepciones
filosóficas helenistas; no lo es, ni en el texto hebreo, en el que todo surge
de los iniciales caos y oscuridad, ni en el texto de Palomares, en el que el
vacío y la oscuridad se concreta en unas calles de pueblo, con casas apagadas,
piedras y hierba, humedades… y un cielo inmutable.
Al Macondo genesíaco de García Márquez, y
al Comala escatológico de Rulfo, ambos pueblos míticos, agrega Palomares este
innombrado pueblo precreacional, preludio quieto del naciente Amor.
Y comienza el juego de contrastes, el
discurso polisémico, el diálogo polémico con el relato bíblico. Frente al
Espíritu (ruah – viento) que se mueve, está el cielo inmóvil. Y no sólo el
cielo. Se abre el segundo párrafo: “Y estaba todo inmóvil.” La inmovilidad
total se refuerza con la expresión “Aún no había nacido…”. Todo está por nacer.
Las mujeres con los ojos cerrados, los árboles sin vida….
Algo, no obstante, irrumpe para quebrar la
inmovilidad. “El Amor estaba acostado con el Amor y de sus aromas húmedos y
lechosos la aurora comenzó….” Amor es el nombre, trasmutado en
Palomares, de la Ruah bíblica (femenina, en hebreo), brisa de vida que despierta
lo creado.
La sensualidad de este Amor se expresa en
una corporalidad manifiesta: caras, pies, cabezas, lenguas, ojos… por oposición
a la visión de cierto cristianismo castrante.
Sigue el texto con el juego de referencias
intertextuales. No hay una pareja creada después del mundo como relata
el texto antiguo:
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra
los creó. (Gn 1, 27)
En Palomares, el Amor de los cuerpos -dos
caras, cuatro pies, y tantas lenguas- es el Amor Creador. Se acerca el relato
al texto de Cantar de los Cantares: el amor como llama divina…
Saetas de fuego, sus saetas, una llama de Y-h-v-h. (Cantar 8,6)
En el relato bíblico de Gn 1, habla Dios
para decir, y en el decir crear. En los versos 3, 6, 9, 11, 14 y
20, se repite el estribillo: Y dijo Dios: hágase… Es
su Palabra eficaz, pues lo que dice el Divino queda creado. Eterno debate sobre
la Palabra y su sentido de estafa o de verdad.
En el texto de Palomares es el Amor quien
habla: “Hágase así.” Y es el Amor (Palabra) eficaz. La “iglesia ausente”,
“harta de relámpagos”, se levanta “entre espumas de árboles”. Se insinúa una
crítica al modelo eclesial cristiano del Dios tonante, Júpiter romano
prolongado en los siglos, al trocar los relámpagos de muerte en árboles de Amor
y vida.
Según el texto bíblico la cosa
fue así:
Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su
naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y
vio Dios que era bueno. (Gn 1, 12)
En el relato de Palomares, el mundo se
llena de casas, y hierbas y caballos y cafetales…. El mundo despierta, se
levanta, siendo creado por el Amor. La expresión bullir, referida a las aguas o
manantiales, es común a ambos, Torah y Vuelta a Casa.
Dijo Dios: bullan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la
tierra, en la abierta expansión de los cielos. (Gn 1, 20)
“…nació todo, del manantial, bullendo desde el silencio y el sigilo…”
El cierre de Palomares es magistral. En él
explicita la tesis a la que se orienta todo el texto. Deja la narración para
sentenciar solemnemente. La Palabra creadora (Dijo Dios…), leída
como Logos, razón, pensamiento –en el paso de la mentalidad
oriental a la mentalidad helenista, desarrollada como “filosofía occidental”-,
es confrontada con el Amor y la pasión, modo propio de la eficacia creadora de
esta tierra nuestramericana (en lícita apertura de la generosa andinidad de
Ramón). Se trata de Otra creación:
“El pensamiento era indeciso y la pasión una música extensa y fecunda.”
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