jueves, 23 de julio de 2020

CON LA HORDA PÁJARA



Tres años ya... qué larga ausencia... Mi amado, mi entrañable hermano de la palabra... Franklin Trómpiz... Escribe la amiga y poeta Yurimia Boscán. Recojo, en su memoria, el ensayo que escribí entonces (2017), como parte de otro más amplio, dedicado al tema del desamparo en algunos poetas altomirandinos....
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Como un homenaje póstumo al poeta de Los Teques, Franklin Trómpiz, agrego este último apartado, tras llegar a mis manos su texto fundamental: Los rigores del desamparo, ganador de una mención honorífica en el Concurso de Literatura del Municipio Guaicaipuro mención poesía, en el año 2014.
Yurimia Boscán presenta su obra como un “viaje al alma rota de la calle misma, a la niebla huérfana de plazas, al poeta sin pose resteado con el polvo, los recuerdos y la vida, a la que todavía se apega con tesón a pesar de tanto olvido”. A este viaje vamos.
Si con Tamaño carta, culminaba mi lectura del desamparo con la paradoja de un credo que, por la palabra, se hace fe en el amor y la solidaridad entre humanos, posibilidad abierta de refugio en medio de sufrimientos y desamparos, con Franklin Trómpiz el desamparo se hace más riguroso. El ser humano todo, su identidad social (“se desampara el rostro”), su fe antigua (imagen sagrada externa o creencia interior), todo se desploma:  
y hay tanto desamparo
en este verso
que la imagen
del pecho
se desploma
De humanidad no queda nada. El poeta siente el abandono total. La palabra –lo único que queda- está desnuda, sin soportes. Pero es un recurso. Es el vértice de una protesta. La posibilidad de una denuncia y la explicación de una acción recíproca; frente al abandono de todos, lo justo: la vida a la intemperie abandonando a todos.
Mi vida
fue
una carreta
donde
cargaron
todas las culpas
todas
todos me abandonaron
todos.

Ahora
los abandono
a ustedes
A este propósito, menciono brevemente otros poemas de Franklin Trómpiz (inéditos). Se trata de la recopilación de textos fragmentarios escritos en servilletas Homenaje a Hukosay (2015). En ellos se agudiza el desamparo, en cuanto sensación de un entre-tiempo eterno sin casa, con tan solo el cuerpo como habitáculo propio. El cuerpo como único amparo –en sintonía con lo enunciado a propósito de Neón y Ama de casa-.
De casa en casa
se mudaba
casi incesantemente
Mi vida es un incendio
permanente

Las llamas devoraron
mis papeles

También resolvió
quemar mis casas

ahora vivo en mi cuerpo
más tranquilo
A vueltas con Los rigores del desamparo, la lectura interior de este desamparo se torna ejercicio místico rebelde, se descubre como nada existencial, pequeñez radical, poquedad del ser humano, abandono de un dios eterno, curiosamente cognoscible, predecible en su enormidad desinteresada.
Y el desamparo entonces
eleva su torre inmensa
le habla a un dios
cognoscible
enorme, sabio, eterno
después estalla
un llanto
del tamaño
del mundo
Qué pequeño
es el hombre
Pero aún queda una fe: la de la palabra pronunciada. Es la palabra del apartamiento autoimpuesto, de la ida al margen, al encuentro consigo. Como en Tamaño carta, el único refugio es esta palabra.
No me moleste nadie
siempre escribo
Los seres humanos son de nuevo percibidos como molestia, el poema es refugio. Y no obstante, las palabras-refugio se resisten, el silencio se hace desamparo de sílabas sufrientes.
Hay sílabas que sufren
en su traje de rayas
pronombran los sufijos
y unas llagas enormes
desamparan su flujo
Pero ¡atención! Hay algo, álguienes, que aún están con el poeta: son su “horda pájara” para el corazón herido. El poeta invita a adentrarse en este corazón herido, origen y resultado de tal desamparo, y a hacerse próximos-prójimos de esta horda desprestigiada.  
Libre como es el sueño
cuando sueñas
Sólo encontró su corazón herido
con una horda pájara
en bandada
Siguen dos historias raigales: la del pueblo teque, en silenciosa resistencia, en escasa palabra, expropiado de su palabra propia por más de cinco siglos; y la historia actual, la del hijo muerto. Oprobio pasado y presente, violencia física que acaba con los cuerpos, violencia cultural que acaba con la palabra.
A la buena de un dios
que más que dios
es un pueblo
que resiste un oprobio
de más de cinco siglos
en silencio esperando
el rigor desampara
y hablándole en teque
Yo
Canaímo bongó a voz en bongó
culele yu cuñe
me  mataron al hijo
Bembé
me lo mataron
Estas dos historias apuntan a la raíz del desamparo y a la pequeña puerta que se le abre al poeta. El poema de Franklin se resuelve como denuncia de una sociedad desigual e injusta, que expulsa al pobre de su seno. El mismo poeta no ha podido dar respuesta a la injusticia contemplada. Está herido por lo vivido, por lo visto…  (Hiroshima que brilla/ y Nagasaki –evoca en su poema “Homenaje a Hukosay”). Mas no ha tenido en sus manos la suficiente libertad para la acción trasformadora, se siente culpable por ello, aunque no ha sido vencido en su sueño. Sigue con su palabra de poeta, el resto leve que le queda.
Culpable de omisión
pero fue invicto
y comenzó a soñar
como un poeta
y rasguñó su traza
en los caminos
herido en la visión
sin albedrío
El mundo no tiene paz, otros poetas han enfrentado el hecho, pero el desamparo es de cada quien… no están ahora los compañeros poetas para solucionarlo: Ni Neruda, ni Pessoa, ni Whitman.
Mi voluntad es una brasa ardiente
no puede haber ni paz
en esta tierra
El poeta reconoce en el verdadero político su honestidad trasformadora, y sin embargo, es lo que lo conduce a la muerte. Su liderazgo queda en nada.
La muerte
es un líder
político
te toca
cuando
andas
te sobra
la razón
y mueres
Y qué decir del pueblo: ha perdido su fuerza vital, espera la muerte sin más, anda en la noche, sucumbe.
…esperando la hora
de un ocaso que yace
lucho porque es su noche
del sin razón
El Pueblo
--
Yo me estiro
y sucumbo
en las cantinas
La horda pájara que lo acoge, la única puerta abierta, no humana, infrahumana (al juicio de los contemporáneos), ancestral, es la música antigua de la guarura, el eco de los siglos
Sórdido y gentil
pero fantástico
fue la dulce
ecuación
del desamparo
en el poema
unción
ambigua
transparencia
sonora
la guarura
en su regazo
La calle es la pervivencia. A la intemperie. Pero allí es donde el poeta encuentra la única querencia.
La calle es muda con su mueca desanda
es muda con su mueca es arma
es arma con su muda mueca
y sin embargo te ama
Es una calle con compañía, en plural, una “bandada” que incluye al cojo y a la sarna, es una horda que clama en su furia y hartazgo.
Deambulamos
a veces
con el cojo
con la sarna
con garra
deambulamos
deambulamos
a veces
con birunga
ebrios
furiosos
hartos
deambulamos
Su furia “es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma” (Marx, Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel). En esta furia, y en plural consciente, se aloja el clamor de una esperanza, que Franklin no atina a pronunciar: la de un mundo-casa abierta para todos y todas.



viernes, 17 de julio de 2020

RILKE Y RAMOS SUCRE: DOS POEMAS



 
Rainer Maria Rilke (1875-1926) y José Antonio Ramos Sucre (1890-1930), poetas contemporáneos entre sí, murieron con 51 y 40 años respectivamente, tras pasar por sanatorios de Suiza, y aquejados por el insomnio (ambos), la depresión (Ramos Sucre) y la angustia vital (Rilke). El pasaje por distintas ciudades, los viajes de ambos, son parte de esta búsqueda en “tiempos menesterosos” (Holderlin), sin hallar sosiego ni descanso. Poetas itinerantes, podría llamárselos. Rilke murió de leucemia y Ramos Sucre por una sobredosis de medicamentos. Depresión y angustia quedaron plasmadas en su escritura. Releyendo sus textos, me llama la atención cierto paralelismo entre estos dos poemas que aquí presento:

Preludio
YO QUISIERA estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte. Ellas es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.
(José Antonio Ramos Sucre, La torre de Timón, 1925)

Amo de mi ser las cosas oscuras, / en las cuales se ahondan mis sentidos;
en ellas, tal como en añejas cartas, / hallé mi vida diaria ya vivida,
superada, hecha lejana leyenda.
De ellas sé que tengo espacio para una / segunda vida, anchurosa y sin tiempo.
Y a veces soy como el árbol que adulto / y rumoroso, encima de una tumba,
cumple el sueño que el muchacho, ya sido, / (por el que se entran sus raíces cálidas)
perdió en melancolías y canciones.
(Rainer Maria Rilke, Libro de la vida monástica, Poema 5, 22 de septiembre de 1899.

Los poemas comienzan con la mención de lo oscuro.

YO QUISIERA estar entre vacías tinieblas
Amo de mi ser las cosas oscuras

Se acercan a ello con deseo: el amor o el querer del yo poético se colocan en el centro. Con una diferencia: mientras que para Ramos Sucre las tinieblas son exteriores a sí mismo y representan el aislamiento social que referirá más adelante como su “fantástico asilo”, para Rilke se trata de las cosas oscuras de su propio ser.

Pronto afloran los sentidos. La voz poética rezuma sensorialidad. Sentidos lastimados por esa oscuridad amenazante o más bien ahondados en la búsqueda introspectiva.

porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige
en las cuales se ahondan mis sentidos
(en las cosas oscuras del propio ser)

Los recuerdos se asoman en Ramos Sucre, y junto a ellos el impulso de borrarlos, pues representan una amenaza. En Rilke, por su parte, la memoria corresponde a un lugar de encuentro añorado, con algo de irrealidad, y con cierto sentido mítico: melancólica canción de juventud y sueño incumplido.


ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.

como en añejas cartas, / hallé mi vida diaria ya vivida, / superada, hecha lejana leyenda.

cumple el sueño que el muchacho… perdió en melancolías y canciones.

Un giro en el texto. Desterrados los recuerdos, en Ramos Sucre, o a expensas de ellos, en Rilke, se lanza una mirada adelante. Con matices diversos en ambos: superación de la memoria de dolor, en Ramos Sucre, o vida renovada en Rilke.

yo lo habré escalado de brazo con la muerte
(¿el movimiento?, ¿el asilo?, ¿los dos?)
sé que tengo espacio para una / segunda vida, anchurosa y sin tiempo.

Los símbolos de esta nueva situación, las imágenes empleadas por los poetas, son potentes referencias que representan algunas perspectivas más generales de sus obras. Verticalidad y mito les son comunes.
En Ramos Sucre, es la muerte "una blanca Beatriz", la misma a quien Dante idealizó en su Comedia como amada que lo guía a través del Paraíso, llevándolo en ascenso hasta escalas superiores. Se hace patente la ambivalencia entre muerte y ascensión, entre atracción y repulsión, oscuridad y blancura…. Su imagen, sin embargo, aparece como una Inmaculada de Murillo, con la luna a sus pies, vencedora del mal (simbolizado en el mar con sus míticos monstruos). La imagen que resurge en Rilke es la de la Naturaleza, también mítica: el árbol sorprendente, que se arraiga en los sueños perdidos de la humanidad y sobre ellos se eleva. Bajo los símbolos o sutiles mitos salvadores de “blanca Beatriz” o árbol, sobre los dolores o la tumba, se alzan nuevas formas de vida.

Ellas es una blanca Beatriz, y, de pie sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores.
el árbol que adulto / y rumoroso, encima de una tumba, cumple el sueño…  / (por el que se entran sus raíces cálidas)

Y, no obstante, contrasta los modos de salvación o solución retórica. Para Ramos Sucre no hay salida de la tumba, tan solo su reposo sin lamentos. En Rilke, la vida resurge como árbol adulto y rumoroso.

En fin, dos grandes poetas acercándose al misterio de la vida, desde su propia realidad humana quebrantada. Patología o no, en tiempos de pandemia, no es infrecuente asomarse a estos abismos del corazón.

miércoles, 1 de julio de 2020

DE LOS NOMBRES DE DIOS




En las redes hay grandes provocadores. Uno de ellos posteó Los 33 nombres de Dios, de Margarite Yourcenar[1]. Los comentarios no fueron tan numerosos, pero sí con un toque de polémica, sobre el sentido de lo divino y del poema breve. Al acercarme a ese texto de Youcenar, surgían, en desorden, evocaciones infinitas: Fray Luis de León y sus nombres de Cristo, los nombres de Dios musulmanes, el nominalismo, el realismo, el politeísmo, el panteísmo, las diosas de la antigüedad. Intentaré poner un poco de orden, guiado en este ensayo por la mano de Margarite. 

¿Dioses o nombres? Tras los grandes debates filosóficos y científicos de los siglos pasados sobre el nominalismo y el realismo, el asunto de los nombres atribuidos a Dios tampoco es desdeñable. ¿Qué relación guarda Dios, o el Misterio, con los nombres que le asignamos? Recordemos la película y el libro: El nombre de la rosa, sobre todo el libro, en el que queda más claro el asunto del título y la filosofía detrás de él. ¿Qué hay del “universal” Dios? ¿Tiene acaso existencia más allá de los nombres concretos que le damos? 

Dioses, diosas y humanos. Multiformes rostros del Misterio. Misterio uno y múltiple. En incontenibles nombres. 

Múltiples dioses. Entre los antiguos pueblos muchos hubo que guardaron tradiciones llamadas politeístas. Sus panteones estaban llenos de dioses y diosas a quienes adorar. ¿Y qué hay de las diosas? Muchos pueblos antiguos las realzaron. Progresivamente, las sociedades patriarcales las fueron haciendo desaparecer de su mapa. Oriente, África, Grecia y Roma las muestran con profusión. Y por más que el proceso de escritura del texto judeo-cristiano sagrado, finalmente monoteísta, fue llevando a las diosas al olvido, algunos indicios de su adoración en la antigüedad se descubren en recientes investigaciones. 

Incluso en los orígenes de estas llamadas tradiciones monoteístas, pueden vislumbrarse las arqueohuellas de lo Múltiple. En el texto sagrado hebreo de la Torah se revelan una serie de tradiciones con distintos nombres asignados a los dioses protectores de los clanes: el Fuerte de Jacob (Gn 49,24), El, Dios del patriarca Israel (Gn 33,20), El Betel (Dios de la morada, Gn 28,10-22), Roca o Pastor del patriarca Israel (Gn 49,24), El Berit (Dios de la alianza, Gn 33,18-20), Padrino de Isaac (Gn 31,42), El Olam (Dios eterno, Gn 21,33), Dios de Abraham (Gn 26,24; 28,11; 31, 29.42), El Saddai (Dios de la montaña, Gn 17). En torno a la tradición de Moisés, se unifican los nombres de Dios alrededor del nombre YHWH. 

Tratándose de diosas, traigo a cuento el asunto menos conocido de las diosas en la antigua Palestina. En Fenicia la Diosa de la vegetación es llamada "'Ashera de los tirios" en un texto ugarítico (Epopeya de Kirta). Para la literatura de Ugarit es la "señora de los dioses", la consorte del Dios principal El, y la madre de 70 deidades, pero su título más distintivo es “la grande, Ashera del mar” (Ciclo de Baal). Tiene un papel importante como intercesora, y aparece asociada al Dios Supremo El. Ashera es representada como una mujer de grandes pechos; aunque es la diosa madre, sus funciones se mezclarán con las de las divinidades de la fecundidad (Anat y Astarté). Fue adorada en Palestina (ver 2R 23,7; Os 4,12.13), y se cree que era invocada por las mujeres en ocasión del parto (ver Gn 30,13, y el nombre Aser). En Kirbel el Qom, a 50 km de Jerusalén, se halló una inscripción en una tumba de los s. VIII-VII a.e.c. que asocia Ashera con YHWH, y la califica como protectora. En Kuntillet Ajrud, más al sur, en la ruta Gaza-Acaba, en dos recipientes para granos, en breves textos aparecen “YHVH y su Ashera”. Ashera es la consorte de Yavé y da bendición y protección a sus devotos. En el libro sagrado, la diosa aparece como contraparte femenina de Baal (1R 18,19; 2R 23,4) o de YHWH (2R 21, 7; 23,7). Sus representaciones fueron levantadas y adoradas en Jerusalén (1R 15,13) y en Samaria (1R 16,33; 2R 13,6; 21,3), probablemente en el templo de Baal (2R 10,25). Durante el reinado de Manasés, una imagen de ella estuvo en el mismo templo de Jerusalén (21,3.7), aunque su padre los había arrancado (2R 18,4). Se designaron 400 profetas para servir a la diosa (1R 18,19) y se mencionan los utensilios necesarios para su culto (2R 23,4-6); las mujeres se ocupaban en tejer cortinas (o vestidos) para la deidad (v. 7). Algunos pasajes mencionan la existencia de más de una imagen de Ashera junto a las de Baal (Jc 3,7; 2R 17,10; 2Cr 19,3; 24,18; 33,3). Es mencionada en singular en 1R 1,14.23; 15,13; 18,19; 2R 13,6; 21,7 y 23,4.7; y en plural en Jc 3,7. Detrás de Dt 33,2 es posible que se encuentre la Ashera censurada, junto a YHWH. Ashera es entonces diosa protectora, diosa de la naturaleza, diosa de la fecundidad. 

Así que el planteamiento monoteísta del texto final y canónico de la Torah, no parece ser tan homogéneo, a tenor de lo observado en la historia de las tradiciones contenidas en los textos. 

Pero, ¿se trató de múltiples dioses o eran múltiples manifestaciones de lo Uno? Desde el llamado panteísmo se afirma: la montaña es Dios, la flor es Dios, la piedra es Dios, el ser humano es Dios… Frederick Krause (l781-1832), distinguiendo el “universal”, prefirió el término «panenteísmo» (en griego: pan=todo; en=en; theos=Dios). Dios está presente en el cosmos y el cosmos está presente en Dios.[2] El debate sigue. 

La tradición musulmana, igualmente monoteísta, atribuye 99 nombres a la divinidad. La poeta Margarite Yourcenar, le asigna la tercera parte, en su obra Los 33 nombres de Dios. Escoger el 33, como elegir el 99, no parece ser casual. Son números, y nombres inscritos en ellos, que apuntan a la totalidad sin alcanzarla. Por eso ha de ser completada. Será posible agregar un nombre más, eso sí: sin pretensión de totalidad. Tal vez Margarite jugó con esa fracción de 99 (99:3=33) insinuando por un lado la pequeñez de lo divino que se muestra en la vida multiforme y, por otro, la posibilidad de evocar siempre nuevos rostros del Misterio. 

Otro que se planteó el asunto de los nombres asignados a la divinidad, con particularidad cristiana, fue Fray Luis De León, filólogo, y uno de los primeros traductores del Cantar de los Cantares al castellano. Se refiere a los Nombres de Cristo en una de sus obras. Allí acude a algunos nombres de la naturaleza: pimpollo o brote, monte, camino… La misma Naturaleza presente con fuerza en la obra de Margarite, Los treinta y tres nombres de Dios. 

El pimpollo apunta a la novedad de la vida, al surgimiento, al origen de las cosas, como en los versos de Margarite: 
24. Las flores / que brotan de la tierra / en primavera 
También el término Monte, para Fray Luis de León, resalta esa misma perspectiva de fecundidad, de nueva vida, de modo tal que lo asocia a la preñez. Vale la pena escucharlo en sus apuntes léxicos: 
la más principal razón por qué se llama monte, es por la abundancia, o, digámoslo así, por la preñez riquísima de bienes diferentes que atesora y comprende en sí mismo. Porque, como sabéis, en la lengua hebrea, en que los sagrados libros en su primer origen se escriben, la palabra con que el monte se nombra, según el sonido de ella, suena en nuestro castellano el preñado; por manera que los que nosotros llamamos montes, llama el hebreo por nombre propio preñados. En los montes por la mayor parte se conciben las fuentes y los principios de los ríos, que naciendo de allí y cayendo en los llanos después, y torciendo el paso por ellos, fertilizan y hermosean las tierras. Allí se cría el azogue y el estaño, y las venas ricas de la plata y del oro, y de los demás metales todas las minas, las piedras preciosas y las canteras de las piedras firmes, que son más provechosas, con que se fortalecen las ciudades con muros y se ennoblecen con suntuosos palacios. Y finalmente, son como un arca los montes, y como un depósito de todos los mayores tesoros del suelo. 
Del Dios Inmenso y, simultáneamente, Apaciguado nos habla Margarite con estas imágenes: 
1. Mar de mañana; 31. El silencioso relámpago / el rayo estrepitoso 
Inmensidad de Dios resaltada entre los nombres musulmanes de Dios con diversos matices, entre otros: 
9. al-‘Azîz: el Poderoso; 10. al-Yabbâr: el Fortísimo; 11. al-Mutakabbir: el Supremo; 24. ar-Rafî‘: el Sublime; 37. al-‘Aliyy: el Excelso; 38. al-Kabîr: el Grande; 42. al-Yalîl: el Majestuoso; 69. al Qâdir: el Potente; 70. al-Muqtadir: el Omnipotente. 
Se ve complementada esta fortaleza de Dios con su imagen maternal de protección y cuidado: 
2. ar-Rajmân: el Misericordioso; 3. ar-Rajîm: el Compasivo; 18. al- Razzâq: el Dispensador de bienes; 31. al-Latîf: el Sutil; 76. al-Bâtin: el Intimo. 
Monte o pimpollo, mar, trueno o relámpago, son tan solo algunas imágenes de la naturaleza viva, que revelan el rostro del Misterio. 

Algunos animales completan esta visión Natural de la divinidad. En particular, Fray Luis De León desarrolla la figura del Cordero, o el Cordero Degollado, referido a Jesús, a su mansedumbre. 
Por donde, debidamente, en el Apocalipsis, San Juan, al Verbo nacido hombre le ve como cordero y como degollado cordero, que es lo sencillo y lo simple y lo manso de él, y lo muy sufrido que en él se descubría a la vista… Porque Cordero, pasándolo a Cristo, dice tres cosas: mansedumbre de condición, y pureza e inocencia de vida, y satisfacción de sacrificio y ofrenda. 
En Margarite la imagen del cordero, se asocia inmediatamente, a otras que la abren a nuevos sentidos. Carnero, oveja, vaca, toro refieren la hermosura, suavidad o su ser salvaje. 
6. Cordero recién nacido / carnero hermoso / oveja 
7. El suave morro de la vaca / el morro salvaje del toro 
Es el camello de Margarite el más parecido al Cordero-Cristo bíblico: 
10. El camello cojo / que atravesó la gran ciudad atascada / camino a su muerte 
El buey paciente de Margarite recuerda al paciente Alá de los musulmanes: 
8. El morro paciente del buey 
99. as-Sabûr: el Pacientísimo. 
La relación natural y el hecho del desgaste, del morir un elemento en otro, del encuentro, de la fuerza y la debilidad simultáneamente mostradas, puede apreciarse en estos versos de Margarite: 
30. Sol naciente sobre un lago / aun helado a medias
2. Ruido de la fuente / en las rocas / sobre las lajas de piedra 
Tierra y agua que en Rilke reflejan la continua trasformación de la vida, como continua es la transformación de los dioses, a la mirada de los humanos: 
A la callada tierra exclama: fluyo. / A las rápidas aguas diles: soy. (Soneto a Orfeo, II, XXIX) 
La pretensión de absolutez en la palabra breve es llevada al extremo en estos dos nombres de la divinidad, según Margarite: 
4. Abeja
23. El pan 
¿No estamos cerca de los míticos de la nada y el no saber: Juan de la Cruz o el Maestro Eckhart? Es asunto que he tratado en otra parte[3]. En todo caso, sugerentes imágenes las que nos deja Margarite Yourcenar para pensar el Misterio y, si fuera el caso, dejarnos abrazar por El. 



[1] Texto en: https://blogdelesllobes.com/2016/09/13/los-treinta-y-tres-nombres-de-dios-marguerite-yourcenar/
[2] Ver http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=484
[3] https://cultura-barrio.blogspot.com/2020/06/del-poema-breve-y-otros-abismos.html