Se trata de una selección de poemas de 1869 a 1873. El
lector común -ese soy yo- sólo recuerda alguna idea vaga de Iluminaciones y Una temporada en
el Infierno. Estos otros poemas aparecen como un verdadero descubrimiento.
Rimbaud resulta divertidísimo tanto como original y
alevoso, hace alarde de su bagaje cultural para burlarse con él de todo
cultismo. Parte de imágenes cotidianas y es sensible a las situaciones que vive
su país durante los años de la Comuna.
En cuclillas. Describe el hecho profano de sentarse en
orinal blanco (de peltre, los recuerdo en tiempos no tan lejanos de mi
infancia) para hacer las necesidades, como decimos al defecar. Los detalles del hecho se nos han perdido a
nosotros, los modernos. La camisa que molesta, la posición de cuclillas, el
olor impregnando la habitación, los pies descalzos, el frío, los ruidos
molestos a los compañeros de cuarto…. El resto es tan humano, que no dejaríamos
de reconocerlo en cientos de años más.
En el Cabaret – Verde. Entrañable escena de un momento
feliz, atendido por una suelta dama, saboreando el pan con jamón, manteca y
ajo, y una buena jarra de vino. Y el sol del atardecer.
Las buscadoras de piojos. Un hecho tan banal, tan
escondido, tan negado, a la vez que tan común en muchos ambientes. Dos hermanas
despiojando a su hermanito: es poesía. Un reclamo a los románticos que
distorsionan la realidad, la hacen ensueño, para con ella poder crear el poema,
lo bello. Rimbaud se revela ante esas distorsiones. Lo considerado inmundo
puede ser poetizado sin engaño.
El corazón robado. Una mala experiencia propia, de
abuso por parte de los soldados que tomaron París acabando con la Comuna allí
establecida.
Venus Anadiomena. Parodia de Venus emergiendo de las
aguas. Una señora rellena y ulcerosa saliendo del barreño tras darse un baño.
Los pobres en la iglesia. Descripción burlesca de
escenas comunes. Mujeres amamantando, beatas al acecho, borrachos a la
entrada….
Son sólo una muestra de lo sorprendente de estos textos. Del genial Rimbaud.
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